martes, 13 de noviembre de 2007

Empecé hace unos meses a leer a Marcel Proust, mejor dicho a leer de nuevo "Du coté de chez Swann". Había leído este libro, cuando estudiaba francés en L'Alliance (promediaba 4º año) e indudablemente mucho no pude disfrutarlo. Continuamente tenía que recurrir al diccionario. Aparte, la intrincada sintaxis de don Marcel hacía bastante pesada su lectura. Me era más fácil leer a Balzac, Maupassant o Camus, por ejemplo. Después de un tiempo, cuando volví a retomar su lectura y con más conocimiento del idioma, aunque densa, se hizo más llevadera.. Terminé, entonces, "Du coté..." y tras cartón me leí "A l'ombre de jeunes filles en fleurs". Me haré un tiempo y seguiré con la serie de la "Recherche...", no obstante confieso, que debo volver sobre "Sodome et Gomorrhe", también leída mal y a los apurones. El estilo de Proust, al margen de la sintaxis, abunda en descripciones e introspecciones sicológicas que se reiteran. Creo que el autor las usa ,deliberadamente, para sumergirnos en ese mundo tan particular suyo; que es el manejo de las sensaciones. Todo está interconectado, las palabras y las sensaciones; y éstas arman la madeja del relato, que es una ecuación de tiempo pasado-presente. Aparte, Proust recrea una época nostálgica de Francia, en la cual la aristocracia se va en retirada para dejar paso a los burgueses advenedizos. Un fresco de época, sólo comparable al de Balzac o Marivaux, en la novela francesa, pero en donde la sicología de los personajes juega un rol preponderante; una suerte de Freud novelista. En la primera obra nombrada, en la parte "Un amor de Swann", hay pasajes realmente memorables: la relación de Swann con los amigos de Odette, su mujer, es uno de ellos. No sé, si ya con más entrenamiento en el mundo de Proust, "A l'ombre..." me resultó más fácil de leer. El capítulo, "Nom de pays: le pays" es realmente fascinante y para releer de vez en cuando.
Siempre fue más importante en la novela moderna, para mí, Kafka que Joyce. Ahora creo que también Proust es más valioso que Joyce. A veces no basta con reinventar la novela, lo que se dice tiene que cautivar y atrapar al lector. Sin lector no hay literatura, es una interdependencia.
Proust como Cervantes, Dostoievsky, Kafka y otros grandes, invitan a la releectura y ahí está lo bueno de una obra literaria.
29-10-2001 * J. C. Conde Sauné

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