miércoles, 28 de noviembre de 2007


Creo haber visto tres o cuatro veces, "Pelle, el conquistador", esa notable película de Bille August. La iguala en cantidad de veces, "Cronaca familiare" de Valerio Zurlini, ese gran realizador italiano, injustamente olvidado.
Un arte, a veces, tan frívolo como anodino y banal como es el cine, nos da esta buena sorpresa.
En realidad uno dice banal, quizás con ligereza, ya que fue tomando ese camino con la gran industria, sobre todo la de Hollywood, adonde ya ni siquiera cuenta el argumento, con algunos efectos especiales y truculencias, se consigue un fast-food fílmico. Por eso reconforta que aparezcan películas como las de Bille August o en otros momentos las de Bergman, Kurosawa o Tarkovsky, para citar algunos de los grandes realizadores.
"Pelle...", es un tema que en estos días está muy latente, como lo es el drama de la inmigración. Nuestros padres lo sufrieron y ahora los hijos y los nietos, van hacia otros horizontes. Y como lo muestra "Pelle...", magníficamente, uno va dejando jirones de sentimientos arraigados; porque la patria más que un himno o una bandera, es el lugar, la casa de uno, los afectos y la idiosincrasia, en fin todo lo que nos hace ciudadanos de un país. En un momento, como el que vive la Argentina de los últimos años, en que la crisis se ha ido agudizando y obliga a mucha gente a emigrar, este filme nos deja con un manifiesto sinsabor. Pero el arte es así, sirve para conmover y para la reflexión. La humanidad siempre busca afanosamente, aún con quiebres, un manera de sobrevivir.
8-02-2004 * J. C. Conde Sauné

martes, 13 de noviembre de 2007

Empecé hace unos meses a leer a Marcel Proust, mejor dicho a leer de nuevo "Du coté de chez Swann". Había leído este libro, cuando estudiaba francés en L'Alliance (promediaba 4º año) e indudablemente mucho no pude disfrutarlo. Continuamente tenía que recurrir al diccionario. Aparte, la intrincada sintaxis de don Marcel hacía bastante pesada su lectura. Me era más fácil leer a Balzac, Maupassant o Camus, por ejemplo. Después de un tiempo, cuando volví a retomar su lectura y con más conocimiento del idioma, aunque densa, se hizo más llevadera.. Terminé, entonces, "Du coté..." y tras cartón me leí "A l'ombre de jeunes filles en fleurs". Me haré un tiempo y seguiré con la serie de la "Recherche...", no obstante confieso, que debo volver sobre "Sodome et Gomorrhe", también leída mal y a los apurones. El estilo de Proust, al margen de la sintaxis, abunda en descripciones e introspecciones sicológicas que se reiteran. Creo que el autor las usa ,deliberadamente, para sumergirnos en ese mundo tan particular suyo; que es el manejo de las sensaciones. Todo está interconectado, las palabras y las sensaciones; y éstas arman la madeja del relato, que es una ecuación de tiempo pasado-presente. Aparte, Proust recrea una época nostálgica de Francia, en la cual la aristocracia se va en retirada para dejar paso a los burgueses advenedizos. Un fresco de época, sólo comparable al de Balzac o Marivaux, en la novela francesa, pero en donde la sicología de los personajes juega un rol preponderante; una suerte de Freud novelista. En la primera obra nombrada, en la parte "Un amor de Swann", hay pasajes realmente memorables: la relación de Swann con los amigos de Odette, su mujer, es uno de ellos. No sé, si ya con más entrenamiento en el mundo de Proust, "A l'ombre..." me resultó más fácil de leer. El capítulo, "Nom de pays: le pays" es realmente fascinante y para releer de vez en cuando.
Siempre fue más importante en la novela moderna, para mí, Kafka que Joyce. Ahora creo que también Proust es más valioso que Joyce. A veces no basta con reinventar la novela, lo que se dice tiene que cautivar y atrapar al lector. Sin lector no hay literatura, es una interdependencia.
Proust como Cervantes, Dostoievsky, Kafka y otros grandes, invitan a la releectura y ahí está lo bueno de una obra literaria.
29-10-2001 * J. C. Conde Sauné

viernes, 2 de noviembre de 2007

Termino de leer "Una larga sombra" ("The long shadow" -1932) de Anthony Gilbert (c0nsultando en Google descubro que es el seudónimo de Lucy Beatrice Malleson - 1899/1973).
Esa novela es una nueva edición de la clásica serie "El séptimo círculo", creada por J. L. Borges y A. Bioy Casares, como se sabe y se inscribe en la mejor tradición de la novela policial inglesa, de escritores como Conan Doyle y Wilkie Collins, entre otros. Además contiene, eso que siempre me gustó en una novela policial, aparte de la intriga, un estudio de la sociedad y sus costumbres. Uno la llama policial, porque casi siempre hay un crimen o delito a investigar; pero muchas veces, como en este caso, supera a las novelas con más pretensiones literarias, por estilo y fuerza narrativa. Esta excelente novela tiene, además, todos los artificios del policial "negro": el crimen como un fin material o la extorsión como método para ejercer un poder sobre otra persona. Algo muy común en nuestros días.
J. C. Conde Sauné