martes, 28 de julio de 2009

Truman Capote tenía 23 años, cuando publicó "Otras voces, otros ámbitos"; quiere decir que fue allá por el año 47, ya que había nacido en 1924.
Esta novela de Capote, aunque prematura, demuestra la habilidad de un gran narrador. El personaje principal, Joel, sale de Nueva Orléans, su residencia, para encontrarse con su padre alejado de la familia y que vive con otra mujer. Viaja hacia Biloxi (recordado lugar donde aconteció, casi un año atrás el Katrina) y después de una odisea llega a ese lugar. De ahí en más, se desarrolla lo más importante de la novela: la precariedad del sitio, para la gente pobre, se entiende. Sin medios de locomoción y con poco confort, peor para los negros. Todo lo describe el narrador, casi al pasar, porque la trama pasa por otro lado. El niño que llega a la adolescencia y su, todavía, ambigua sexualidad. ¿Hay algo autobiográfico? Hacia el final, la novela decae un poco, por excesos de imágenes poéticas, un tanto confusas. Pero no, obstante, deja de ser una buena novela. La querríamos haber escrito, alguno de nosotros a esa edad.
15-07-2006 * J. C. Conde Sauné

viernes, 24 de julio de 2009

EN EL BONDI ( 12 ) Memorias de un pasajero

A veces, el colectivo puede llegar a ser el diván del sicoanalista. Recuerdo que tomaba, frecuentemente, el 61 al salir del trabajo y que, en ocasiones, una señora que era secretaria, en la empresa que trabajaba, solía compartir el viaje conmigo. Los temas de la conversación, eran casi siempre los mismos: peripecias del trabajo, apuro en volver a la casa, preparar algo rápido para la cena y ese maldito aumento de sueldo, que no se sabe cuando lo van a dar. Esta señora debería rondar los 40 años, pero seguía siendo una linda mujer con rasgos orientales. Se llamaba, no precisamente Rosa, pero le doy ese nombre para no decir el verdadero, no me gusta delatar a nadie. Una vez, un compañero de trabajo me preguntó si tenía algún enredo con esa señora, pues siempre nos veía tomar el colectivo juntos. Le dije que no y que ella era una mujer muy recatada. "No creo que sea muy recatada, me contestó él, el otro día la vi salir de un telo que está por San Telmo, me vio y se hizo la sonsa, no creo que vaya a un albergue con el marido". No le contesté, pensaba que eran habladurías de esos charlatanes que abundan en las oficinas. Los viajes en el bus, cuando lo compartíamos, eran siempre igual a los descritos. Salvo ese día que la noté muy apagada a Rosa, casi con los ojos llorosos. Le pregunté si le pasaba algo o se sentía mal. Ella seguía callada, sin decir nada. Cuando el colectivo, que venía por Paseo Colón, dobló hacia Constitución, me dijo como al pasar: "Cómo puede ser que alguien te deje así, de un día para otro. No me quiere ver más y todo así, de un día para otro". Yo escuchaba, no quería preguntar nada, pero sabía que no era el marido el que la había dejado. Rosa siguió con su lamento: "Sin una explicación, ya no le intereso, fui su juguete sólo por un tiempo". Sacó el pañuelo y enjugó una lágrima. Confesor de turno, al fin, no sabía que hacer, si al bajar en Constitución invitarla a tomar algo, consolar sus penas y llevarla luego a un hotel o decirle tiernamente como despedida: "Y, la vida es a veces así". Que fue lo que finalmente hice; mientras ella iba, apurada, a tomar su tren a Temperley y preparar rápido la cena, como siempre me contara, para su adorado esposo.
Soy un tierno poeta, me dije tomando mi tren hacia Quilmes, que no saca provecho con las desgracias ajenas. Un nacido fuera de época, aunque algunos opinen lo contrario.
J. C. Conde Sauné

martes, 14 de julio de 2009

Es para esta época de cánones, algo muy de moda en la intelectualidad argentina que trata de permanecer en el podio de los grandes creadores, sacando a unos y poniendo a otros.
Lo dijo Alberto Manguel: "Estudiamos la historia de la literatura, como si realmente los escritores fueran quienes deciden cuáles son los libros que vamos a conocer, a recordar. No quiero decir que la literatura existe sin los escritores. Ellos la crean, pero quien decide de esa enorme masa escrita qué pequeño porcentaje va a ser leído y va a quedar es el lector. Y esa historia no existía. Cada lector es una especie de Noé, a quien se le encarga buscar dos libros que van a ir en el arca y el resto desaparecerá".
J. C. Conde Sauné

viernes, 3 de julio de 2009


Goran Paskaljevic, director de "Sueño de una noche de invierno" (otra casualidad, un cuento que escribí hace años se titula "Sueños de una noche de invierno"), explica en un documento anexo, en el DVD de la película citada: que el cine por donde se lo mire entraña una visión de la realidad en la cual, inexorablemente, está inmersa la política. Rememora el "zoo-politikon" de Aristóteles.
Por eso Lazar, el protagonista del film mencionado, trae a su regreso de la guerra en Sarajevo (léase limpieza étnica), el peso de una derrota moral y síquica; cuando vuelve a la casa de su madre, ya fallecida, encuentra a una refugiada de Bosnia, viviendo en ella con su hija autista. Primero opta por echarla, luego recapacita y les ofrece su techo. Pretende así, reencauzar su vida protegiendo a estas dos mujeres abandonadas por el esposo y padre de la hija autista, un problema para él que no quiere asumir. Pero la vida no es tan lineal como parece. Me hizo acordar, al film del polaco Jerzy Kawalerowicz, "El verdadero fin de la guerra". Y es el fin verdadero: ciudades devastadas, población tratando de sobrevivir, seres humanos con secuelas de alteraciones sicológicas y el poder gozando, siempre, de buena salud, aunque cambien las figuras en los gobiernos.
Paskaljevic plantea un drama, haciendo un mimetismo con el "Sueño de una noche de verano" de Shakespeare. Es el cine que nos gusta, aunque duela y coincidamos con Nietzsche: "El gusano duerme en el corazón del hombre, es ahí donde hay que buscarlo".
J. C. Conde Sauné