martes, 28 de octubre de 2008

Como dije alguna vez, las novelas policiales, sobre todo las buenas, son un muestrario de lo que ocurre en una sociedad: crímenes para obtener algún bien, resentimiento social en un contexto de super-confort para pocos y la corrupción de arriba hacia abajo, en una parte importante de la comunidad.
Por eso, cada tanto, caigo en la lectura de alguna novela de ese género. Y otra vez Georges Simenon, "L'ombre chinoise" y leída en español, "La sombra chinesca". Cuesta ahora, con el valor euro, adquirir libros en francés y más cuando uno vive recortando los gastos.
El argumento de "La sombra chinesca", se desarrolla en un predio de varios departamentos y una edificación al fondo, que es un laboratorio adonde se fabrica suero y ahí asesinan a su dueño. Obviamente, la tarea del detective es descubrir al criminal. A partir de ese momento, lo mejor de la novela: codicia y conflictos familiares en un entramado que, a pesar de intuir al asesino, logra el autor mantener la tensión del relato.
Los crímenes en la posmodernidad, están enmarcados en el poder, el dinero y la postergación social. Esta sociedad, donde se sobredimensiona el consumo, es un caldo de cultivo para la gente que busca un atajo, en lo expeditivo, para sus fines.
Simenon, pertenece a esa raza de novelistas como Horace Mc Coy, Margaret Millar o Cornell Woolrich (William Irish), donde la decadencia de una estructura social se pone de manifiesto.
J. C. Conde Sauné

viernes, 17 de octubre de 2008


En la parte de abajo de la mesita de luz, donde también guardo libros, encontré uno de cuentos breves de Slawomir Mrozek; es una edición del Centro Editor de América Latina, la editorial del recordado Boris Spivacov, que antes había creado EUDEBA.
Pensé, si se salvó del canje es porque esperaba leerlo de nuevo. Además, los tenía señalados como cuentos muy buenos y de un nivel parejo. Volví a leer el libro, lo había hecho hace mucho tiempo y no se puede recordar todo lo leído. Disfruté de "Primavera en Polonia" y "El elefante", unas críticas jocosas a la burocracia estatal. Pero de manera especial, será por mi afición a los trenes, en mi infancia, "En la estación", en la que el personaje va a buscar a un pariente que llega al pueblo y se encuentra con un tren semifantasma con las luces apagadas. Bajan del mismo dos gendarmes que trasladan a un detenido y hacen una parada para comer, tomar algo y seguir, luego, un viaje más largo. Eran, aparentemente, los únicos pasajeros de ese tren. El hombre, después de una charla con esa gente, en el bar de la estación, vuelve a su casa sin haber logrado su cometido. El cuento, recuerda un poco a las situaciones absurdas de los relatos de Kafka.
Es bueno guardar libros, que nos gustaron, para releerlos algún día.
Slawomir Mrozek, nació en Polonia en 1929, es un escritor de cuentos y obras de teatro; una de ellas se llama, curiosamente, "Tango".
J. C. Conde Sauné

martes, 14 de octubre de 2008

EN EL BONDI ( 9 ) Memorias de un pasajero

Todo hace pensar, que en la zona norte habita gente de otro linaje, al menos eso creen algunos. Venía sentado, en un asiento de lado al pasillo, en el colectivo 60. Durante el viaje, en Callao y Corrientes, empecé a luchar con el pasajero que estaba al lado de la ventanilla, todo gordo él y leyendo "La Nación". (Y no tengo, aclaro por si las moscas, nada contra "La Nación", salvo que no es para leer en el bondi). Cada vez que daba vuelta una hoja del diario, me rozaba la mejilla y la oreja, además de no ceder ni un palmo del asiento que no le pertenecía. Aguanté un rato, luego le dije que me molestaba con el diario y tuviera más cuidado. No me hizo caso y siguió en las suyas. Entonces con manotazos, empecé a sacarme el diario de encima. Sabía que emplear palabras y dialéctica, con el orangután ilustrado, sería inútil. Fue una lucha sorda y feroz: embestida con el diario y manotazos y miradas echando fuego. Al fin gané la batalla o el lector del diario no quiso leer más, aparte que en la contienda, algunas hojas del diario habían quedado arrugadas. El tipo bajó en Palermo, mordiendo un "permiso" con desgano. Me sentí a mis anchas y me puse a observar a los pasajeros, como era mi hábito. Ahí fue cuando descubrí a una chica, muy linda, que comía una empanada haciendo equilibrio de pie, mientras desparramaba unas migas encima de un señor que estaba sentado, cayéndoles dentro de un libro que leía. Éste miró hacia arriba y vio a la chica masticando y desparramando migas. También fue un diálogo mudo, como diciéndole "sos muy linda, bellas piernas y culito, pero sos una chancha mal educada". La chica acusó el impacto y se corrió en el pasillo, ahora las migas de la interminable empanada (¿o era otra?) le caían a un muchacho arriba de la cabeza, él la miró dos veces y luego le dio el asiento. La chica agradeció con un mohín y escarbando la bolsa sacó otra empanada. Seguí en el 60 hasta Belgrano y me interné, luego de bajar, en el barrio chino, de vez en cuando me gusta pasear por ese barrio. Me regocijaba pensando, que sería lindo comprar comida china y comerla en el 60, de regreso a casa, desparramándola a otros pasajeros sentados; como para estudiar otras posibles reacciones, no estaría mal.


J. C. Conde Sauné

jueves, 9 de octubre de 2008


Mi devoción, en la literatura norteamericana, a Poe, Hawthorne, Henry James (si bien optó por ser inglés), Faulkner, Wallace Stevens y Toni Morrison; hizo dejar de lado a Flannery O'Connor y Carson Mc Cullers, dos narradoras notables.
Pero, ahora, me referiré a O'Connor, porque acabo de leer "Un hombre bueno es difícil de encontrar".
Ella describía a la sociedad del sur de USA, de una manera impiadosa, como antes lo hiciera Faulkner.
Delata en sus cuentos, cierta religiosidad macabra: "El templo del Espíritu Santo", "La vida que salven puede ser la vuestra" y "La persona desplazada".
Desprecio por el ser humano, racismo y xenofobia: "Un hombre bueno es difícil de encontrar", "El negro artificial" y "La buena gente de campo"; seis relatos de excelente nivel. El resto, de los diez, son cuentos muy buenos, sólo "Un golpe de buena suerte", me pareció el más flojo.
La prosa de Flannery O'Connor es brillante, por momentos poética y a ratos descarnada. Creo, como había dicho, que hay puntos de contacto con Faulkner, tal vez por eso me haya gustado.
J. C. Conde Sauné

viernes, 3 de octubre de 2008

"Voleur de vie" (Ladrón de vida) , conocida aquí como "Vidas robadas" de Yves Angelo con Emmanuelle Beart. Sandrine Bonnaire, André Dussollier y Vahina Giocante en los papeles protagónicos, es otra de las buenas películas que alquilamos, tratando de ponernos al día con el cine.
Alda y Olga, dos hermanas, y la hija de la última, viven en una casa cerca de mar. Alda (Emmanuelle Beart), es la más liberada con sus amores clandestinos y ejerce de profesora. Su hermana Olga (Sandrine Bonnaire), ha renunciando al placer y a los hombres como una expiación, por la hija que tuvo siendo muy joven y con padre no reconocido. Ambas se quieren pero son diferentes. La hija (Vahina Giocante), se siente más unida a su tía y ve con agrado sus amores.
Una trama sencilla que, obviamente, tendrá su desenlace, yo diría previsible. Pero el film sostiene su tensión. Óptimas actuaciones de Beart, Bonnaire y el resto del elenco. "Touché", como dicen los franceses.
J. C. Conde Sauné