martes, 29 de noviembre de 2011

ALGO TAMBIÉN FANTÁSTICO

En el capítulo "Del sentimiento de lo fantástico", del libro "La vuelta al día en ochenta mundos"; Julio Cortázar cuenta que siendo niño, se puso a llorar una vez que iba con su tía y vio un tren eléctrico. Él siempre viajaba de Bánfield a Buenos Aires y suponía que el tren, siempre tenía que llevar locomotora. La tía, le tuvo que comprar un cuarto kilo de helado para que dejara de llorar. A mí me pasó al revés, toda mi infancia había visto trenes eléctricos, primero viviendo en Martínez y luego en Las Barrancas. Siendo también niño, una vez con mis padres y mi hermana, fuimos a visitar a mi tía Regina, hermana de mi papá, que vivía en Adrogué y al entrar a la plataforma, en Constitución, vi una locomotora que arrastraba vagones.  Yo no suponía que un tren debía llevar una máquina o que era algo del pasado. No me puse a llorar, pero me causó inquietud subir al tren. No sabía como iba a dar vuelta para ir a Adrogué; sobre todo viendo que, ahí nomás, estaban los paragolpes que no dejaban ir para ningún lado. Le pregunté a mi madre y ella me dijo, ahora la máquina se desengancha y va para adelante. Pero yo pensaba, como hace para dar vuelta. No sabía, desde luego, de los cambios y las vías paralelas. Sí era, realmente, algo fantástico; como los dulces agrios que hacía mi tía (¡pobre!) y nos obligaba a comer con mi hermana. Acostumbrados a los ricos dulces que hacía nuestra madre, doña Carolina, eso para nosotros era un suplicio y algo más que fantástico. Aunque nunca dijimos nada; nuestros padres nos habían enseñado a respetar al prójimo. Eso, también, suena a fantástico hoy en día.
J. C. Conde Sauné

viernes, 25 de noviembre de 2011

Como definió JOSÉ SARAMAGO, en su blog, su "árbol genealógico": "En primer lugar coloqué a Camóes, porque todos los caminos portugueses nos llevan a él. Seguían después el padre Antonio Vieira, porque la lengua portuguesa nunca fue más bella que cuando la escribió ese jesuita. Cervantes, porque sin el autor del Quijote la Península Ibérica sería una casa sin tejado. Montaigne, porque no necesitó de Freud para saber quien era. Voltaire, porque perdió las ilusiones sobre la humanidad y sobrevivió al disgusto. Raúl Brandáo, porque no es necesario ser un genio para escribir un libro genial, "Húmus". Fernando Pessoa, porque la puerta por donde se llega a él es la puerta por donde se llega a Portugal (ya teníamos a Camóes, pero todavía nos faltaba Pessoa). Kafka, porque demostró que el hombre es un coleóptero. Eça de Queiroz, porque enseñó la ironía a los portugueses. Jorge Luis Borges, porque inventó la literatura virtual y ,finalmente, Gogol, porque contempló la vida humana y la encontró triste".
Si yo quisiera hacer mi "árbol genealógico", no faltarían, seguro: Cervantes, Kafka y Borges.
J. C. Conde Sauné

lunes, 21 de noviembre de 2011

RECUERDO, A OSVALDO PUGLIESE

Troesma de un suburbio
                                   empobrecido
a fuerza de filtrar miseria.

Tristeza emberretinada
                                 o alegría
de un pibe lambiendo el chupetín.

Pugliese: todo fibra
                            pujanza
tango que penetra
                          como hachazo.

Misterio de un acorde
que nos lava la piel.

J. C. Conde Sauné 

viernes, 18 de noviembre de 2011

En los dos primeros años, de los tres,del programa de jazz "Vuelo ascendente" que estuve en la radio, nobleza obliga a recordarlo, lo compartí con Pablo Gutiérrez y Fernando Alaniz. En realidad, ellos lo habían comenzado y después yo me incorporé. Los conocía, de haber colaborado en la Radio de la Ciudad en el "Metro Jazz Club". El último año de "Vuelo ascendente" en la FM Imperio de Avellaneda, ellos decidieron hacer una hora de rock y fusión y yo continué con el jazz, la hora restante. Ellos aseveraban que yo era el "tory" (el ala conservadora del programa); sabían que yo no comulgaba con la "fusión" y el "free".  Hacían apuestas, a mis espaldas, calculando cuantos programas estaba sin  pasar al Modern Jazz Quartet.
Fueron tiempos felices, llegamos a tener una discoteca triplicada; ellos copiaban lo que yo traía y a su vez me pasaban a cassette, el material de ellos que a mí me gustaba. Un día a Pablo se le ocurrió, en broma, que nos podíamos mudar los tres a un bulín y tener toda la discoteca junta, sin necesidad de copiarla. Después, sin avisadores, la radio no pudo sostenernos más y se terminó todo.
Un día estando en la casa de Pablo, donde vivía con su mujer y su pequeño hijo, observé que tenía los CD separados y divididos en grupos. Le pregunté y me dijo que estaban por secciones: los mejores, los no tan buenos y los que podían ir a parar al canje del Parque Rivadavia. Me sorprendió, porque yo hago lo mismo con libros y CD.
Ahora comento algo de lo mejor de mi discoteca: "Intermodulation - Bill Evans y Jim Hall". Un CD editado por VERVE, que escucho a menudo. Una grabación de abril-mayo de 1966. Seis temas: "I've got under my skin" (Cole Porter), "My man's gone now" (G. y I. Gershwin), "Turn out the stars" (Bill Evans - tema que le dedicó a la memoria de su padre), "Angel face" (Joe Zawinul), "Jazz samba" (C. Ogerman) y "All across the city" (J. Hall). Como asevera James Isaacs, en el folleto que acompaña al CD, hay algo de cognitivo en el planeamiento en que se encuentran el piano de Bill Evans y la guitarra de Jim Hall, como si hubieran tocado toda la vida juntos y no para una grabación. Una grabación que no me canso de escuchar. Como buen "tory" prefiero, aunque los seis temas son de excelencia: "My man's gone now", "Turn out the stars", "Angel face" y "All across the city". Este jazz, sigue reconfortando mi espíritu.
J. C. Conde Sauné

lunes, 14 de noviembre de 2011

Celebramos haber visto, otra película del director inglés Anthony Minghella (1954-2008), "Breaking and entering" (Violación de domicilio); antes fue "El paciente inglés", aquella maravilla hecha cine. Esta que comento ahora, como la anterior, tiene un nivel actuaciones sobresalientes: Jude Law (Will), Robin Wright Penn (Liv), Juliette Binoche (Amira), Rafi Gram (Miro), Poppy Rogers (Bea) y Martin Freeman (Sandy) en los roles principales. /// Will es un arquitecto que tiene un proyecto para renovar Kings Cross, una zona de Londres asociada con la pobreza. Su mujer Liv, del anterior matrimonio tiene una hija, Bea, con problemas sicológicos. Aparte sufre constantes robos en su estudio, que maneja con su socio Sandy. Amira,inmigrante de Sarajevo, también tiene lo suyo con su hijo Miro, que se vincula con el delito y es responsable de los saqueos que experimenta Will. Ahí la historia engarza a Will y Amira, que se gana la vida como costurera. Con el pretexto del arreglo de una vestimenta, Will ingresa en su casa; antes había descubierto que era su hijo el que le robaba. Sí, hay un juego de doble intromisión de domicilio y Minghella lo juega muy bien. Prefiero no contar más, porque siempre hay que dejar al espectador que saque sus propias conclusiones, por si aún no vio la película. /// El guión también le pertenece a Minghella y me enteré que él hacía los guiones de aquella serie, que nunca nos perdíamos, "El inspector Morse", sobre el libro de Colin Dexter.

J. C. Conde Sauné

viernes, 11 de noviembre de 2011

Poema Nº 55 ( Cuaderno I ) * Variaciones

COSTUMBRE

Llaneza bifurcada en gotas,
la pasión de los sentidos.
Gatos atrapados por la cola,
las horas que robamos a la muerte.
Algo nos detiene.
No, las paredes
y las costumbres;
ellas son de los perros.
Nosotros no hemos aprendido,
los ladridos digestibles,
antes de lanzarlos,
se llevaron nuestras ansias.

J. C. Conde Sauné

martes, 8 de noviembre de 2011

Sí, mi Breviario también sirve para anotar lo que me gusta y releo de vez en cuando. Es una buena guía para los que escribimos. Hay que vivir y seguir aprendiendo. "Una buena novela nos dice la verdad sobre su protagonista. Una mala, nos dice la verdad sobre su autor". Ésto, lo dijo el sagaz G. K. CHESTERTON.

J. C. Conde Sauné
"El paciente inglés" de Anthony Minghella, director inglés fallecido hace dos días, es la joya que acabamos de apreciar; con Ralph Fiennes, Juliette Binoche, Willen Defoe y Kristin Scott Thomas en los roles protagónicos. La acción, de este film, transcurre a fines de Segunda Guerra Mundial y es casi incidental. Los protagonistas de este triángulo amoroso están allí, como podrían estar en otro lugar, viviendo sus pasiones. Pero esa contienda, agrava la relación de los dos amigos, con una mujer en el medio; una magnífica Kristin Scott Thomas, que le da vida al personaje. El marido de la mujer, trabaja para el gobierno británico y su amigo un conde húngaro (Ralph Fiennes), que busca tesoros arqueológicos, enamora a su esposa. Al enterarse, aquél busca vengarse. En pleno desierto aterriza, bruscamente, intentando atropellarlo y muere al estrellarse el avión, quedando la mujer gravemente herida. El amante la rescata y busca conseguir ayuda para su atención. Pero está en ese desierto y sólo vendiendo unos datos al ejército alemán, consigue un avión para ir a buscarla, encontrándola muerta. Parte en el avión, con el cadáver de su amada y la aviación británica lo derriba en pleno vuelo. Queda herido ese húngaro, primero tildado de alemán y que termina siendo "el paciente inglés"; ya sin amante y amigo, atendido por una enfermera (Juliette Binoche, esa pequeña gran actriz). Y a partir de ahí, irá hilvanando sus recuerdos. Hay otros personajes, otras subtramas, pero que no resienten para nada este admirable film.

20-03-2008 * J. C. Conde Sauné

martes, 1 de noviembre de 2011

"Entonces sentí en mí la desesperada/ rebeldía de las cosas que no/ querían morir, la sed de los musgos,el/ ansia de los ojos del grillo". Mirando los libros usados, para ver si encontraba uno para llevar, me encontré al comienzo de uno, este verso de Enrique Anderson Imbert (1910-2000). Un escritor, poeta, ensayista y profesor universitario argentino; despedido de su trabajo, en la Universidad Nacional de Tucumán, por el gobierno peronista en 1947. Militaba en el Partido Socialista y colaboraba en el periódico "La Vanguardia" de ese partido. Supe leer algún cuento de él, si mal no recuerdo, en la revista "Ficción"; pero nada más. Esto me llevó a conocer a otro autor que nunca había leído y fue que compré "El ojo del grillo" de James Sallis (1944, Arkansas), él colocó ese verso de Anderson Imbert en el comienzo del libro. Sallis es poeta, novelista y además un experto en la historia del jazz, ésto fue también un aliciente. /// "El ojo del grillo", es una novela policial atípica, quizás eso la hace interesante. Con una trama distendida y dispersa. Su personaje central Lew Griffin, un negro de Nueva Orléans, es detective, profesor y escritor. Y precisamente, mezcla en la novela sus tres profesiones. Quiere escribir una novela, a la que todavía no le encuentra la vuelta. Desatiende su tarea de profesor en la universidad y le pone las barbas en remojo, cada tanto, el rector y se ocupa de la búsqueda de personas desaparecidas por una causa u otra. En esta última tarea tiene éxito, pero fracasa, por el momento, para encontrar a su hijo; que se fue de la casa cuando murió la madre y Lew se dedicó a la bebida. Aparecen otros personajes: Don Walsh un policía amigo, Richard Garces que tiene una base de datos, en ese infierno de computadora como la nombra él y lo ayuda en la búsqueda de personas y Deborah, una mujer a la que conoce circunstancialmente. Ah, y su gato Bat, un gran personaje, reclamando su comida a embestidas y maullidos limpios; él le abre una lata de atún, que a Bat siempre le parece poco. Hay otros personajes y cada uno arma su historia; que quizás diluya un poco el relato, pero se deja leer, son personajes entrañables. Suman 296 páginas, que leí con sumo placer; de una editorial desconocida para para mí, "Poliedro" de Julieta Lionetti (Barcelona). Me llamó la atención, la calidad del papel y el encuadernado, algo inusual en las ediciones comunes.

J. C. Conde Sauné