martes, 29 de noviembre de 2011

ALGO TAMBIÉN FANTÁSTICO

En el capítulo "Del sentimiento de lo fantástico", del libro "La vuelta al día en ochenta mundos"; Julio Cortázar cuenta que siendo niño, se puso a llorar una vez que iba con su tía y vio un tren eléctrico. Él siempre viajaba de Bánfield a Buenos Aires y suponía que el tren, siempre tenía que llevar locomotora. La tía, le tuvo que comprar un cuarto kilo de helado para que dejara de llorar. A mí me pasó al revés, toda mi infancia había visto trenes eléctricos, primero viviendo en Martínez y luego en Las Barrancas. Siendo también niño, una vez con mis padres y mi hermana, fuimos a visitar a mi tía Regina, hermana de mi papá, que vivía en Adrogué y al entrar a la plataforma, en Constitución, vi una locomotora que arrastraba vagones.  Yo no suponía que un tren debía llevar una máquina o que era algo del pasado. No me puse a llorar, pero me causó inquietud subir al tren. No sabía como iba a dar vuelta para ir a Adrogué; sobre todo viendo que, ahí nomás, estaban los paragolpes que no dejaban ir para ningún lado. Le pregunté a mi madre y ella me dijo, ahora la máquina se desengancha y va para adelante. Pero yo pensaba, como hace para dar vuelta. No sabía, desde luego, de los cambios y las vías paralelas. Sí era, realmente, algo fantástico; como los dulces agrios que hacía mi tía (¡pobre!) y nos obligaba a comer con mi hermana. Acostumbrados a los ricos dulces que hacía nuestra madre, doña Carolina, eso para nosotros era un suplicio y algo más que fantástico. Aunque nunca dijimos nada; nuestros padres nos habían enseñado a respetar al prójimo. Eso, también, suena a fantástico hoy en día.
J. C. Conde Sauné

No hay comentarios:

Publicar un comentario