martes, 29 de abril de 2008


Imagen de otoño: al bajar del colectivo, a dos cuadras de la estación Quilmes hay una plaza cuyo nombre no recuerdo...
Un tapizado amarillo de hojas y más amarillas, aún, las que todavía quedaban en los árboles; todo en un contorno de cielo gris y una llovizna fría. La belleza fugaz del otoño, marca un fin hacia la muerte que prenuncia el invierno. ¿Cómo la vida? Quizás no, el otoño tiene algo de frágil y bello. Como el anochecer prematuro y la savia adormecida, esperando el despertar hacia una nueva aurora, que ahora no le pertenece. Sí, el otoño fascina de una manera especial, aunque tal vez inconsistente. Amo esta inconsistencia, este aferrarse apenas a la vida.


J. C. Conde Sauné

martes, 22 de abril de 2008

EN EL BONDI ( 6 ) Memorias de un pasajero


Cansado, me desplomé en el asiento. Era tarde, casi las nueve de la noche. Día horrible, con cierre de balance mensual y la Contaduría hecha un pandemónium y mi querida jefa contadora, apretando las marcas. Una suerte de "stopper" de la oficina, conteniendo a los auditores y reventando el balón a cualquier parte: "pero a cerrar mis muchachos". Después de recorrer un trecho, sobre la Avda. Belgrano, subió al 98 un hombre obeso y patizambo, saca su boleto y se sienta en el primer asiento. No hay problema de ceder el asiento, a esa hora sube poca gente al colectivo. Se acomoda y, casi sin querer, eructa fuerte. Tampoco hay problema, somos ocho o nueve en el bus y todos del sexo fuerte. Al rato, ventosea en forma ruidosa y se sacude, como para que el olor se desparrame. Ya el conductor se da vuelta, cuando lo para un semáforo y lo mira de reojo con fastidio. El hombre, sin inmutarse, abre la ventana y gargajea hacia afuera y emite una nueva ventosidad, cuando todavía campeaba el olor de la anterior. Yo que venía dos asientos detrás, abro la ventanilla y saco la cabeza, un poco afuera, para contrarrestar el monóxido. El hombre vuelve a escupir, eructar y ventosear repetidamente, ahora ya con un ritmo percusivo, que envidiarían los mismísimos Roy Haynes o Paul Motian. El chofer se da vuelta furioso, en Lima, y le grita: "¡viejo acabala un poco!". El hombre gordo se hace el desentendido y aguanta dos cuadras, pero vuelve a su concierto. Yo al principio, miraba todo con asco y disgusto. Luego empecé a reír calladamente y las lágrimas me chorreaban por las mejillas; hago como que me sueno la nariz y río y río a más no poder. Al llegar el colectivo a Constitución, el gordo se baja, separando el pantalón apretado en el culo, no sin antes pedorrear y escupir otra vez. El chofer se da vuelta y me ve que tengo la cara cubierta, con el pañuelo, aguantando las ganas de reír; con consternación me dice: "justo a mí me tocan estos gordos cagones hijos de su puta madre".
Sigo ríendo sin parar y cuando sube una señora , en Avellaneda, me mira de reojo pensando que estoy chiflado. Así, de a ratos, hasta bajar en Quilmes. Me hayo distendido después del balance. Mañana será otro día, me digo, todavía ríendo camino a casa.
Entro le doy un beso a mi mujer y largo las carcajadas contenidas. Ella me mira asombrada, mientras piensa: "pobre mi marido, esa oficina y los balances lo vuelven loco".
J. C. Conde Sauné

viernes, 18 de abril de 2008


Otro libro comprado, en la Feria del libro pasada: "Relatos" de Samuel Beckett. Experiencia fallida, pero comprensible. Nunca Beckett, Ionesco y Adamov, fueron santos de mi devoción; pero tenía curiosidad por leer esos relatos.
Faulkner trastocando tiempos y unidad narrativa, pulveriza el relato según algunos críticos; Beckett lo extermina. El mérito de Faulkner, no obstante, consistía en mantener el interés narrativo; un ejemplo admirable son "These 13" (Estos 13), relatos.
Además, siempre creo que cuando una trama o composición, de cualquier obra de arte, no tiende un puente hacia el lector o espectador, para que éste a su vez interprete o reelabore la preposición del artista, la obra como tal no existe.
Esto pasa también, con muchas obras musicales o artes visuales. Sin llegar al facilismo comercial, de que todo sea explicado o previsible, tiene que haber un interés del lector, que es mi caso. Soy obstinado e igual, a veces a los remesones, me empeño en leer un libro comprado. Resultado: me gustaron sólo 2 relatos del libro ("El expulsado" y "El final"), sobre todo éste último.
¿Perdurará la literatura de Beckett?. El tiempo y los lectores, hacedores de los verdaderos cánones, lo dirán.
28-07-2004  *  J. C. Conde Sauné

sábado, 12 de abril de 2008


Me gusta rescatar libros, entre esa pila que la gente desecha por una causa u otra. ¿Quién lee a O. Henry, hoy en día?. A este gran cuentista, nacido como William Sidney Porter, en Carolina del Norte (1862-1910); continuador de una zaga de narradores como E. A. Poe, Hawthorne y Melville. Estas "Cuatro páginas de la vida", es una edición del año 1963, reune 14 cuentos; en donde el estilo sencillo puede resultar anticuado para los discípulos de Barthes, porque ahora hay que innovar a cualquier precio. Pero a mí, me sigue gustando que me cuenten historias y no que me acumulen palabras sin sentido, porque no hay nada que contar. Y me quedo con este O. Henry, de cuentos tan excelentes como "La última hoja", "Despellejando lobos", "El cuarto amueblado" o "La cátedra de Filantromatemática". Tengo el recuerdo de haber leído a O. Henry en mi adolescencia, cuando leía mucho y de todo. Ahora decanto, leo poco y no de todo.
Buena es la tarea de revolver libros, cuando se encuentra uno como éste.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 2 de abril de 2008

"La cena" de Ettore Scola, con Fanny Ardant, Vittorio Gassman, Giancarlo Giannini (un poco sobreactuado), Antonio Catania, Stefania Sandrelli y otros que interpretan a clientes de un restaurant. Cuentan y entrelazan sus vidas, en ese pequeño remanso que es la cena y el cumpleaños de una sobrina de la dueña (una Fanny Ardant, entrañable como siempre). La película promete mucho pero, por momentos, la trama se abre y se diluye. No obstante, llega a ser aceptable, donde el mejor Scola de "Un día muy particular" y "Nos habíamos amado tanto", aparece en buena parte del film que vale la pena alquilar y ver.


J. C. Conde Sauné