martes, 22 de abril de 2008

EN EL BONDI ( 6 ) Memorias de un pasajero


Cansado, me desplomé en el asiento. Era tarde, casi las nueve de la noche. Día horrible, con cierre de balance mensual y la Contaduría hecha un pandemónium y mi querida jefa contadora, apretando las marcas. Una suerte de "stopper" de la oficina, conteniendo a los auditores y reventando el balón a cualquier parte: "pero a cerrar mis muchachos". Después de recorrer un trecho, sobre la Avda. Belgrano, subió al 98 un hombre obeso y patizambo, saca su boleto y se sienta en el primer asiento. No hay problema de ceder el asiento, a esa hora sube poca gente al colectivo. Se acomoda y, casi sin querer, eructa fuerte. Tampoco hay problema, somos ocho o nueve en el bus y todos del sexo fuerte. Al rato, ventosea en forma ruidosa y se sacude, como para que el olor se desparrame. Ya el conductor se da vuelta, cuando lo para un semáforo y lo mira de reojo con fastidio. El hombre, sin inmutarse, abre la ventana y gargajea hacia afuera y emite una nueva ventosidad, cuando todavía campeaba el olor de la anterior. Yo que venía dos asientos detrás, abro la ventanilla y saco la cabeza, un poco afuera, para contrarrestar el monóxido. El hombre vuelve a escupir, eructar y ventosear repetidamente, ahora ya con un ritmo percusivo, que envidiarían los mismísimos Roy Haynes o Paul Motian. El chofer se da vuelta furioso, en Lima, y le grita: "¡viejo acabala un poco!". El hombre gordo se hace el desentendido y aguanta dos cuadras, pero vuelve a su concierto. Yo al principio, miraba todo con asco y disgusto. Luego empecé a reír calladamente y las lágrimas me chorreaban por las mejillas; hago como que me sueno la nariz y río y río a más no poder. Al llegar el colectivo a Constitución, el gordo se baja, separando el pantalón apretado en el culo, no sin antes pedorrear y escupir otra vez. El chofer se da vuelta y me ve que tengo la cara cubierta, con el pañuelo, aguantando las ganas de reír; con consternación me dice: "justo a mí me tocan estos gordos cagones hijos de su puta madre".
Sigo ríendo sin parar y cuando sube una señora , en Avellaneda, me mira de reojo pensando que estoy chiflado. Así, de a ratos, hasta bajar en Quilmes. Me hayo distendido después del balance. Mañana será otro día, me digo, todavía ríendo camino a casa.
Entro le doy un beso a mi mujer y largo las carcajadas contenidas. Ella me mira asombrada, mientras piensa: "pobre mi marido, esa oficina y los balances lo vuelven loco".
J. C. Conde Sauné

1 comentario:

  1. si hablas de bondi sos mas argentino que yo Daniel Gianni
    de Argentina bs as un saludo
    espero veao mi blog titulado
    Politica, Publicidad y Psichttp://www.blogger.com/profile/06558020881953874132oanalisis

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