jueves, 27 de diciembre de 2007

TEMPUS FUGIT


Se escapa, se escapa,
el sonido.
Redoble de timbales
los días que acontecen
y el tiempo por venir;
resabios de otoños gastados
junio mustio adormecido.
Tenue melodía se escapa,
se escapan los sueños: tu fuga
y fuga de anheladas sombras
el sonido de la trompeta;
la poesía que va y viene
diría Wallace Stevens,
otro fugitivo,
y la melodía y el ritmo
que detiene el tiempo
de los calendarios.
¡Aleluya Miles Davis!


J. C. Conde Sauné

Mientras repasaba, ahora con más tiempo, mis cuadernos de poesías escritas ya hace algunos años, escuchaba uno de los primeros CD que compré y es, para mí, una de las mejores grabaciones de jazz que tengo, o al menos de las que más me gustan. Es una del "Modern Jazz Quartet" realizada en el año 1960, en vivo en Ljubljana (ex-Yugosloavia). Son 68' 35" de un jazz magnífico, depurado y de una rara perfección, esa que irrita a algunos puristas del jazz amantes del sonido "dirty", solamente. Escuchar en esta grabación: "It don't mean a Thing", "I remember Clifford", "How high the moon" y "Odds against tomorrow", es una prueba, más que contundente, que el "Modern" ya se había ganado un lugar preponderante en la historia del jazz.
Volviendo a mis cuadernos, siempre pienso hacer una recopilación y tratar de publicar algo y va quedando para una mejor oportunidad. ¿Hace falta la poesía en este mundo?. Este mundo que fabrica armas y conflictos para venderlas. Cesare Pavese en "El oficio de vivir" decía: "Yo comienzo a hacer poesía cuando la partida está perdida. Nunca se ha visto que una poesía haya cambiado las cosas", y yo en esto voy a la zaga del sublime piamontés.
La grabación del "Modern", mencionada, está realizada como dijera en Yugoslavia, durante un festival, cuando todavía no se soñaba con Milosevich y sus genocidios. Difundiéndola en el programa de jazz que tenía, hice mención a ese hecho. Dije algo más o menos parecido: "Eran otros tiempos, cuando se disfrutaba el jazz y no se sufría las guerras. Eran los años que uno siempre añora". Y en esos años, mi poesía rescatada de los cuadernos.
25-01-2003 * J. C. Conde Sauné

jueves, 20 de diciembre de 2007

TRISTEZAS DE UN DOBLE A

Estoy solo, sólo la yeca
o el olvido me esperan.
¿Donde estará aquel alemán,
que entre chucrut y cerveza
y en la cópula fantasmal
con alguna ninfómana
me concibió para que gima?


Sí, estoy solo y triste, eso
es lo más jodido, porque ya no
soy la redención de las milonguitas,
que se perdían en los puticlús
explotadas por algún fioca,
y ya se sabe que en los recitales
o en las discos, los jopendes no me bancan.


Ahora soy estudiado por los jetones
de la literatura, ésos que se acercan
al tango después de haberse envenenado
con los ruidos de moda.
Pronto tendré que ir a la Facultad,
doctorarme en cualquier huevada
y dejar mi asma para la posteridad.

J. C. Conde Sauné

Otrosí digo: No fue "Divina" el último tema del CD de Lucio Demare, en solos de piano, que terminaba con la "La cachila" de Eduardo Arolas. Después de publicar en mi Breviario el artículo sobre Demare, me quedó la duda y al volver a casa, pues no tengo compu, lo verifiqué.
¿De donde había sacado que era "Divina"?. Lo recordé y fui a buscar, en mi discoteca, el CD de Walter Ríos "Luciérnaga curiosa", algo para tener en una colección que se precie. Ahí estaba "Divina", el tema de Joaquín Mora, como último registro, interpretado por Walter Ríos (bandoneón) y Antonio Agri (violín); que marqué como hago en mis libros preferidos, con una (*) E. de excelente. Este gran bandoneón (heredero de una línea concomitante con Leopoldo Federico: "drive", amplitud sonora y fluidez técnica. Facilidad casi jazzística para improvisar, como Rovira o Piazzolla) grabó este registro en el 2do. semestre de 1996. Pasaron 11 años que no se notan y espero que, si se agotó, se vuelva a reeditar. Acompañaron a Ríos, aparte de Agri, Roberto Fast Fernández (fluegel horn), Ricardo Domínguez (guitarra), Bernardo Baraj (saxo), César Franov (bajo eléctrico), Nicolás Ledesma (piano), Domingo Cura (percusión) y Lito Nebbia (sintetizadores). Para destacar,también, como excelentes registros: "Flores negras" (F. De Caro) y "Pequeña" (Osmar Maderna) dúo de Ríos con Baraj; "Yo te bendigo" (Filiberto) Ríos en solo de bandoneón; "El día que me quieras" (Gardel) con un muy buen solo de Fast Fernández y "El día después" (W. Ríos), bien acompañado por Ledesma, Domínguez, Franov y Nebbia. Los temas restantes los tenía marcados con (*) de muy buenos; no soy magnánimo, me gusta la buena música, eso es todo.
J. C. Conde Sauné


 

martes, 18 de diciembre de 2007

El piano suena con lenta parsimonia y extiende su sonido quedamente, como si le costara recobrar el aliento.
Me agrada escuchar estos tangos en una grabación rara y casi olvidada por los difusores del tango, esa raza de persistentes repetidores de grabaciones de mal gusto y criterio. Hasta en eso el jazz es distinto, los que lo difunden seleccionan mejor el material y conocen bien el género; nunca hubo en el tango un Basualdo o un Walter Thiers, para citar sólo algunos. Además las grabadoras cuidan mejor el sonido; en las grabaciones de tango, sobre todo las más distantes, aquel es casi siempre malo.
También, en el jazz, quizás más estimulados por el público, los pianistas hicieron grabaciones en solos de piano, ejemplos: Jelly Roll Morton, Teddy Wilson, Mc. Coy Tyner, Bill Evans, Michel Petrucciani y otros. En el tango, una música tan rica en creación, resulta bastante raro que ocurra. Por eso, escuchar a Lucio Demare en solos de piano resulta maravilloso. El autor de "Malena", "Dandy", "Mañana zarpa un barco" y "Sentimiento tanguero", entre otros, recorre con una sencillez de expresión, que recuerda mucho a Teddy Wilson, aquéllos sus tangos y otras excelentes interpretaciones como "Nunca tuvo novio" o "Divina". Para usar una palabra de moda, que a mí mucho no me gusta, estos "standars" del tango creados por Agustín Bardi, Juan Carlos Cobián, Joaquín Mora y Demare mismo, no tienen nada que envidiar a Jerome Kern, Irving Berlin o Gershwin.
Queda en los oídos resonando "Divina", último tema de este CD. El tango, a pesar del tiempo transcurrido y mi devoción hacia el jazz, sigue siendo mi música.
J. C. Conde Sauné     


 

miércoles, 12 de diciembre de 2007

EN EL BONDI ( 3 ) (Memorias de un pasajero)

Hay gente muy intolerante. Uno viaja, sentado, leyendo tranquilamente en el colectivo semivacío y sube al mismo, lo que los gallegos llamarían un patán y empieza a los puñetazos con la máquina expendedora de boletos. El colectivero se da vuelta y le dice: "¿qué le pasa amigo?". Raro, pero cierto, un conductor amigable. "Me tragó la moneda y no me dio el boleto" - dice el patán. El colectivero manipula el teclado de la máquina, pero la moneda no aparece. Para el colectivo y ahora la emprende él a las piñas con la máquina. "Está bien, vaya y siéntese, no hay problema. Ahora pongo el cartelito y no levanto más a nadie". "Pero si sube el chancho" - dice el pasajero. El colectivero le hace seña que no se preocupe. El pasajero se sienta, pero al rato se levanta y le da otra trompada a la máquina y amaga a dejarla, pero se vuelve y le da dos piñas más. El chofer, se da vuelta e insiste en que la deje. El pasajero, no obstante, ofuscado insulta a la máquina de arriba a abajo, dudando de la moralidad de la madre del que la fabricó y de toda su parentela. Agregando algunas diatribas más para el dueño de la empresa del transporte. A las que el colectivero se prendió: "¿sabe cómo me pagaron a mí el sueldo del mes pasado? Todo en chirolas". A lo que el pasajero asintió: "deben ser con las que nos chorean a nosotros con esas máquinas, ya no hay seriedad". Y dándole un a piña más a la máquina: "diga que uno no se calienta". Cuadras más adelante el tipo baja y se despide con un cariñoso: "!suerte flaco y aguante¡ Algún día la máquina la vamos a tener nosotros".
El colectivo arranca y caen unas monedas, como de milagro, en la cajita del vuelto. "Parece que se arregló" - dice el conductor, como hablando al montón y más adelante para que suban nuevos pasajeros, detiene el vehículo.
Al mundo lo manejan las máquinas, pienso, retomando ahora con más calma la lectura de "Le mythe de Sisyphe" de Albert Camus. Estoy en el capítulo "La libertad absurda" y leo: "Yo obtengo, de esta manera, del absurdo tres consecuencias que son mi rebelión, mi libertad y mi pasión".
J. C. Conde Sauné

jueves, 6 de diciembre de 2007


Hablando de infancia y también de adolescencia: ¿qué cosas perduran en nosotros a través del tiempo?
Esa rueda, en continuo movimiento, hace que dejemos atrás en rauda marcha infinitas cosas.
Canjeando libros, recuperé, por ejemplo, a Conrad, leído en mi adolescencia mal y apurado. No estaba al lado de los narradores que sigo queriendo desde aquella época: Balzac, Poe, Chéjov, Maupassant y Dostoievski. Me reencontré con Conrad, sólo unos pocos años atrás, cuando leí "La línea de sombra" y luego "Lord Jim" y ahora "El corazón de las tinieblas". Uno siente que no supo ver, en su momento, por atolondrado, la grandeza de un escritor notable. Es cierto, que Borges siempre había ponderado a Conrad; pero frecuentemente, solíamos rebelarnos contra la suficiencia intelectual de él.
A veces, creo que sería bueno volver a libros que dejamos de lado, por no interesarnos o que fueron leídos sin dejar huellas en nosotros. Borges, cuando no, decía que, a menudo, no estamos preparados y dispuestos para leer determinados libros. El tiempo puede ser que haga ese milagro, de que nos volvamos a encontrar con ellos. ¿Me pasará con alguno que canjeé en el Parque Rivadavia?
30-04-2000 * J. C. Conde Sauné