miércoles, 12 de diciembre de 2007

EN EL BONDI ( 3 ) (Memorias de un pasajero)

Hay gente muy intolerante. Uno viaja, sentado, leyendo tranquilamente en el colectivo semivacío y sube al mismo, lo que los gallegos llamarían un patán y empieza a los puñetazos con la máquina expendedora de boletos. El colectivero se da vuelta y le dice: "¿qué le pasa amigo?". Raro, pero cierto, un conductor amigable. "Me tragó la moneda y no me dio el boleto" - dice el patán. El colectivero manipula el teclado de la máquina, pero la moneda no aparece. Para el colectivo y ahora la emprende él a las piñas con la máquina. "Está bien, vaya y siéntese, no hay problema. Ahora pongo el cartelito y no levanto más a nadie". "Pero si sube el chancho" - dice el pasajero. El colectivero le hace seña que no se preocupe. El pasajero se sienta, pero al rato se levanta y le da otra trompada a la máquina y amaga a dejarla, pero se vuelve y le da dos piñas más. El chofer, se da vuelta e insiste en que la deje. El pasajero, no obstante, ofuscado insulta a la máquina de arriba a abajo, dudando de la moralidad de la madre del que la fabricó y de toda su parentela. Agregando algunas diatribas más para el dueño de la empresa del transporte. A las que el colectivero se prendió: "¿sabe cómo me pagaron a mí el sueldo del mes pasado? Todo en chirolas". A lo que el pasajero asintió: "deben ser con las que nos chorean a nosotros con esas máquinas, ya no hay seriedad". Y dándole un a piña más a la máquina: "diga que uno no se calienta". Cuadras más adelante el tipo baja y se despide con un cariñoso: "!suerte flaco y aguante¡ Algún día la máquina la vamos a tener nosotros".
El colectivo arranca y caen unas monedas, como de milagro, en la cajita del vuelto. "Parece que se arregló" - dice el conductor, como hablando al montón y más adelante para que suban nuevos pasajeros, detiene el vehículo.
Al mundo lo manejan las máquinas, pienso, retomando ahora con más calma la lectura de "Le mythe de Sisyphe" de Albert Camus. Estoy en el capítulo "La libertad absurda" y leo: "Yo obtengo, de esta manera, del absurdo tres consecuencias que son mi rebelión, mi libertad y mi pasión".
J. C. Conde Sauné

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