martes, 28 de abril de 2009

DIARIO-JOURNAL-DIARIO

¿Por qué voy a hacer algo para la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?
(GROUCHO MARX)
Nunca se sabe bien, para qué sirve un diario de escritor. Muy pocos ofrecen realmente algún interés, porque, por lo general, el autor ya lo ha dado todo en su obra; si es buena y válida, cosa que el tiempo se encargará de consolidar y a pesar que, él o los autores, hayan proclamado en sus respectivos diarios que sus obras eran necesarias para la literatura. Que llenaban un vacío que ni Baudelaire, Cervantes o Kafka habían podido colmar. ¡Los pobrecitos! Cuanto papel y tinta seguirán gastando mis congéneres y yo, sin poder tapar a esos monstruos. Por lo tanto, bueno sería llevar un diario alabando las obras de los "eternos", que es una manera de echarse gloria encima (ajena aunque mal no sea).
Una vez que salía del cine y acababa de ver el film, "Belle de jour" de Luis Buñuel, me propuse, al llegar a mi casa, describir mis impresiones en un papel. ¡Estaba tan atrapado por ese demonio de chica que era Catherine Deneuve! Pero, posiblemente, el viaje de regreso en tren (Constitución-Quilmes), una odisea que ni Homero, el griego, se hubiera imaginado; me dejaron en la lona o en la cama que es mejor. Lo mismo me ocurrió, cuando vi "Crímenes y pecados" de Woody Allen, quizás una de las películas de él que me hayan impresionado más. El crimen impune como algo cotidiano y contado en tono de comedia. Resumiendo: en ninguno de los dos casos escribí nada y el ensayo que me proponía hacer, quedó para otros especialistas del séptimo arte. Aunque creo, que ni Woody o Buñuel lo echarían de menos. Entonces convengamos, que la mejor manera de llegar a ser famoso o "clásico", la ambición más cara para cualquier creador, es ser recordado o admirado por algunas líneas escritas, como decía Borges (ese gran cuchillo de Palermo).
Lo ideal, sería largarse a escribir en ficción (dejemos el diario) algo como "Crimen y castigo" o "La metamorfosis", digamos como para ir picando. En caso de fallar la lapicera, la máquina de escribir o la compu, dedicarse al relato oral, que es una manera folk de hacer literatura; con la ventaja que al pasar de boca en boca, si es malo, nadie se acordará del autor.
Para ser fundamental siempre hay tiempo y no creo que un diario sea necesario; a no ser que piense usarlo, posteriormente, para (...) admirarse a si mismo y convencerse de los logros obtenidos por su estilo brillante y desenfadado.
Nota al pie (que es casi lo mismo que venir al pie): Si por cualquier arbitrariedad del destino (siempre se le echa la culpa a algo), resolviera escribir un diario, ruego a quien encuentre el artículo precedente que lo ignore sin miramiento.
J. C. Conde Sauné

martes, 21 de abril de 2009

Andrés Rivera decía, que para saber cual es el estado social verosímil de un país, hay que leer en los diarios las noticias policiales. Comparto esa opinión y agregaría, frecuentar también las buenas novelas policiales.
Termino de leer "Más allá hay monstruos" de Margaret Millar (1915-1994). La acción está ambientada en Boca del Río (USA), en la frontera con Méjico. Esta buena novela de Millar (aunque leí otras de ella que me gustaron más), muestra la triste realidad de una sociedad en la que,entre una punta y la otra, o sea en los extremos, se convive con el delito. Corolario de un vale todo para vivir: emplear gente indocumentada para realizar tareas rurales, matar para adquirir droga o para suplantar a quien no sabe, por sus vicios, dirigir un negocio. Lo notable de esta novela, es que el crimen lo aclaran los mismos personajes involucrados en la historia, unos con conocimiento y otros sin él; cuando la policía y la justicia habían cerrado el caso.
Vale la pena leerla y para los que todavía, siguen creyendo que no hay que contar historias, bueno, les dejamos la posmodernidad del arte literario, al que adhieren los esnobistas vernáculos.
Una nota al margen: la edición que leí es de Bruguera del año 1981, pero aquí "El Séptimo Círculo" (EMECE), la había editado en 1971.
J. C. Conde Sauné


martes, 14 de abril de 2009

Apareció un libro, de Dino Buzzati, con 60 relatos y un precio, más que prohibitivo, por lo menos para mí y creo que para muchos. En otros tiempos, las bibliotecas cubrían los baches que dejaba la difusión cultural. Hoy eso no pasa, los últimos gobiernos apuntan para otro lado, la incultura y uno lee como puede.
Quería leer de nuevo a Buzzati, siempre la información de los suplementos culturales, en los diarios, despiertan un interés dormido. Encontré, en mi biblioteca, un libro de relatos de él, en francés, "L'écroulement de la Baliverna", una edición de Robert Laffont del año 1960; vaya a saber el tiempo, que la tenía en mi haber y leído. Contiene 32 relatos, si le sumo los 18 que estaban al lado, una edición del Centro Editor de América Latina de 1983, redondeo 50 cuentos, me faltan 10 de los "Sessanta racconti" mencionados.
La técnica de Buzzati, en los relatos, no es muy ajena a la de Cortázar, no sé si hubo influencias mutuas, Buzzati nació 8 años antes y son contemporáneos. Por lo general, éste, también parte de un hecho cotidiano y lo transforma en fantástico y a veces incomprensible: "Sic transit", "L'obscurité", "L'enfant tyran", "Le musicien envieux" y "L'avalanche", en la edición de Laffont; estos cuentos magníficos, entre otros, demuestran el depurado arte narrativo del autor. Algo que se manifiesta, al releer la edición del Centro Editor, cuentos acabados como: "La canción de guerra", "Invitaciones superfluas", "Los siete mensajeros", "Siete pisos" y "Viejo jabalí". Borges lo consideraba imprescindible, se dice; comparto la opinión del sabio mentor. Me queda pendiente de leer, siempre que lo encuentre entre los de canjes, "Il deserti dei Tartari", vi la recordable película que hizo, sobre el libro, Valerio Zurlini; es una de las tantas deudas de lectura que tengo. ¿Alcanza una vida para saldarlas?
J. C. Conde Sauné

sábado, 4 de abril de 2009


"La cerilla sueca" (cuentos) de Anton Chéjov, edición Espasa-Calpe del año 1944; otra de las joyas encontradas, en una librería de canjes y usados que recorro a menudo.
Y siempre me gusta volver a Chéjov y verificar que su arte nunca envejece, que sigue vigente en el tiempo.
"Perpetua mobile", lo podría haber escrito, hoy aquí, en la Argentina; con funcionarios holgazanes que no cumplen con sus tareas, no obstante los sueldos que cobran.
"El signo de exclamación", que desnuda la incompetente burocracia estatal. ¿Les resulta familiar?
"El drama", "El amor de un contrabajo" y "El primer galán", fueron los cuentos de menor nivel; pero los demás, incluido el que da título al libro, demuestran porqué Chéjov es uno de los maestros del cuento.
25-03-2007   *   J. C. Conde Sauné