sábado, 27 de diciembre de 2008

FRASES CÉLEBRES MODIFICADAS (SEGÚN USO Y COSTUMBRE)

"¡Ladran Sancho, señal que nos dieron la cana!."
Obdulio Cometa (funcionario corrupto)

"¡Proletarios del mundo, uníos para padecer!".
Armando Lentrega (dirigente sindical)

"¡La casa no está en orden!".
Cornelia Inocenti (mujer que sorprende al marido con su mejor amiga en la cama)

"¡Bárbaros, las ideas hay que matarlas!".
Terencio Caverna (General retirado)

"Existo, luego no pienso".
Cándido Sufragio (un argentino medio)

"En los noventa eran el uno a uno, ahora son los dos contra uno".
Zoilo Atónito (un argentino sub-medio)


J. C. Conde Sauné

viernes, 12 de diciembre de 2008

EN EL BONDI ( 10 ) Memorias de un pasajero

Hace un tiempo iba con Chichito, (el contador, que venía a la empresa dos veces por semana, le había puesto Chichito; a raíz de que el gerente cuando el chico hacía bien un trámite, le decía: ¡chiche! y de ahí le quedó Chichito) el cadete de una empresa en la que yo trabajaba, a unas clases de computación, la empresa nos mandaba para que no tocáramos de oído. Empleados de contaduría como éramos, debíamos tener una base bien fundada en computación. Aparte reemplazaron el programa "Tango" por el "Stradivarius" que era un poco más complicado. A la vuelta de la clase en Bernal, volvimos hacia Quilmes en un colectivo de la zona. Al subir, me quise agarrar del pasamanos y me quedé con la mano en el aire, ya que le faltaba y sólo había dos agujeros, donde lo habían sostenido dos tornillos en algún tiempo. Cuando me encaminé hacia la máquina, para sacar el boleto, pisé una botella de plástico que había en el piso y que rodó hacia el fondo del coche. Nos sentamos en los asientos del fondo, eran los únicos que estaban más o menos en condiciones, luego de hacer equilibrio con los corcovos del bondi, que parecía un potro mal domado. Intercambiamos opiniones sobre el curso, que se nos hacía bastante ameno y nada difícil. Yo hacía tiempo que manejaba la compu, con sistemas contables y de tesorería; al pibe le enseñaba a asentar algunas cobranzas en la contabilidad, cuando no cadeteaba. Al dueño le preocupaba más el stock, trabajaba en una industria pesquera y quería que yo con la ayuda de Chichito y la secretaria, a la que había enseñado a facturar y armar cajas chicas, pusiera más aplicación en aquéllo. "Un día me voy a enterar que no me queda ningún pescado, así que ojo -me dijo el dueño".
Mientras hablábamos, recibí un codazo que era su señal para indicarme algo. Casi siempre, era una linda chica que subía al colectivo y el eventual regodeo para la vista. Pero no era eso, me señaló debajo de un asiento y vi un tampón usado debajo del mismo. Éso es "arte conceptual", le dije. El chico me miró sin entender. Entonces le aclaré: llevás ese tampón a alguna Exposición de Arte Moderno y lo dejás tirado debajo de una silla y le ponés un título, "Desecho menstrual" y tenés una obra de arte. ¡Ah!, me dijo, ya entiendo.

 J. C. Conde Sauné

martes, 9 de diciembre de 2008

Retomar a un clásico, implica menos riesgo que cierta nueva literatura. Teniendo en cuenta, hoy en día,que el arte, en general experimenta una trivialidad sin límites. Por eso volví a leer, después de años ha, "La ventisca" y otros cuentos, de Pushkin. En realidad, de este libro que tengo ahora, antes había leído "La ventisca" y "La dama de espadas", este último un excelente relato; agrego a esta categoría: "El tiro", "El enterrador" y "El encargado de la casa de postas". La literatura rusa tiene un estilo clásico, que no abreva en los modernismos, por lo menos lo que yo leí hasta el momento: Gogol, Turguéniev, Salticov-Chedrin y Gorki. En Dostoievsky, Tolstoi y Chéjov, hay una renovación del realismo hacia el estudio interior de los personajes. En Isaak Babel, Makarenko, Sholojov, Pautovsky y Soljenitsin, se vuelve hacia el primer realismo, sobre todo con el stalinismo en el poder. A mí, a pesar del agua corrida bajo el puente de la literatura, cada tanto me gusta volver a Pushkin, Turguéniev, Gogol, Tolstoi, Dostoievsky, Chéjov e Isaak Babel, mis narradores preferidos en la literatura rusa. Ellos buscaron reflejar a la sociedad en el momento vivido, sin buscar nuevas formas; acaso sabiendo que el individuo, a través del tiempo, es el que cambia, de acuerdo al contexto social que le toca vivir.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 3 de diciembre de 2008


Lo había hojeado varias veces, cuando lo encontraba en mi biblioteca; pero nunca lo leí de cabo a rabo. Me refiero a "Códice Romanoff", publicado aquí con el título "Los apuntes de cocina" de Leonardo Da Vinci. Al retomar, ahora, su lectura, descubro que una de las grandes pasiones que tuvo Da Vinci, fue la cocina; incluso más afectiva que la pintura. Muchas veces empezaba cuadros y no los terminaba. La "Última cena" la acabó por un ultimátum que le dio su mecenas Ludovico; otras obras se perdieron, quedando aquélla, la "Gioconda" y la "Venus de las rocas".En los últimos años, casi ni pintaba, cuando alguno de sus protectores, le pedía que retratara a sus queridas o esposas, se excusaba alegando que tenía artritis. Si lo apremiaban demasiado, se lo encargaba a algún discípulo suyo. De vez en cuando, para dejarlos contentos, le hacía unos retoques con el pincel.
Varias de sus recetas de cocina son increíbles, como cocinar una pata de vaca entera. Se dice que inventó un aparato para hacer los "spaghettis", simplificando la pasta que Marco Polo había traído originalmente de China. En el libro, también, hay unos consejos para los modales a observar en una mesa; algunos son desopilantes: "a cerca de cual es el modo en que deben ubicarse en la mesa los asesinos".
Este genio nació en Vinci, un poblado de las afueras de Florencia el 15-04-1452 y murió en el 2-05-1519. Cuesta creer, que un artista fuera de lo común como él, le haya dado tan poca importancia a su obra. Se comenta, que cuando Francisco I, rey de Francia, le pidió la máquina de hacer los "spaghettis", prefirió darle su "Gioconda" y su "San Juan", antes que la caja conteniendo aquélla, que a su muerte desapareció.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 26 de noviembre de 2008


"Lazos de familia", film de Jordan Roberts. Tres hombres y un niño, de un bisabuelo a un nieto, se ven entrelazados en esta magnífica comedia dramática. No soy un especialista en cine, pero sí un cinéfilo (aunque esta palabra me suena un poco rara), digamos un entusiasta que le gusta el buen cine.
Lo anterior viene al caso, porque creo que no es nada fácil hacer una comedia-dramática. He visto muchas películas en las cuales, el director o sus actores tropiezan. La línea imaginaria entre comedia y drama, es muy sutil; pero lo cierto es que la vida corriente nuestra, está saturada de comedias dramáticas. Y esto es lo que supo captar Jordan Roberts, con actuaciones notables de Christopher Walken, Josh Lucas y sólo 20 minutos de Michael Caine, para hacer una película que vale la pena ver. Por ahora nosotros, nos arreglamos alquilando DVD y viendo cine en casa. De lo contrario hay que tomar un bus y enfilar para el centro porque, aquí en Quilmes, no traen una buena película ni de casualidad.


J. C. Conde Sauné

martes, 18 de noviembre de 2008

Días de laxitud o más bien de "nonchalance" (como dicen los franceses, me gusta mucho esa palabra) y especulando en lo por venir y en el porvenir.
Escuchando música, mucha música y reordenando mi discoteca. Poniendo a mano los compactos que me gustan. Dejando un poco aparte, los que escucho menos. Ejemplo: Corea y Hancock en dúo de pianos, "An evening With Chick Corea y Herbie Hancock". ¡Cómo erraron el camino estos muchachos! Confunden arte con técnica o sentimiento con maestría. Es cierto, que la expresión artística tiene que intentar nuevos caminos, pero hay que tantear sintiendo, por lo menos, hacia donde se va. Será por eso, a veces, que uno se conmueve más con Teddy Wilson, Red Garlan o Tommy Flanagan que con Corea, Hancock y Jarret juntos. Pero hay que apostar a la modernidad, derribando lo viejo y construyendo algo nuevo, aunque inconsistente.
Así como nació el rock y la fusión, parientes pobres del jazz, sin la imaginación y la creatividad de éste, se llegó a la música electrónica y ahora un ingeniero avispado, puede hacer también música. Además, hay otras rarezas, John Cage se dio el gusto de componer una pieza para piano, que denominó 4' 33'' , sin una nota escrita. En 1952 el pianista David Tudor, se ubicaba frente al piano los 4' 33'' sin ejecutar nota alguna. Los "sabios" críticos llaman a esta pieza "célebre", porque juega con la reacción del público, por cierto bastante sumiso, que no se fue del teatro y pidió que le devolvieran la plata de la entrada...
"One night in The Hotel" (5' 53"), escuchando a Michel Petrucciani que interpreta a Ellington, como acto de desagravio a la música.
29-08-2002  *  J. C. Conde Sauné

martes, 11 de noviembre de 2008

RENATA : PLAN PARA VERSIÓN 2 *

A veces cualquier pretexto es bueno, por lo común si se ha leído sobre los distintos ritos que tienen los escritores, para vencer la obstinada resistencia del papel en blanco. García Márquez dijo que podía, únicamente, escribir con máquina eléctrica. Y si por ejemplo, observo la Underwood enfundada en su estuche de plástico, pienso: la inevitable desazón que me causa sacarla de su modorra y empezar a tipiar algunas líneas. Las oficinas y sus empleos y las prácticas diarias empujan a uno hacia el uso del lápiz 0,5 o de la lapicera a bolilla. Esta noche, no sé porqué, deseché todas las lapiceras disponibles al alcance de la mano y busqué la Parker 51, con su cursi capuchón dorado, la cargué de tinta y la deslicé sobre el papel. Acaso imaginaba, que era como preparar una pipa, encenderla y dedicarse de lleno al deleite de fumar. Hasta ahí, iba todo muy bien; pero es muy difícil atrapar los personajes y encerrarlos en el redil de un rectángulo de papel. Por eso fue necesario leer algunas cartas viejas, postales y , posiblemente, recordar alguna anécdota. Aunque hay que tener cuidado con Borges, porque en cualquier momento puede acusarlo a uno de ser un periodista que cuenta historias amenas, como aseveró al referirse a Maupassant (injustamente, creo).
Colocarse al lado de una ventana, ante una mesa de café y ver desfilar a la gente sería una buena idea, si se fuera Edgar Poe y el fruto resultante "El hombre de las multitudes". No hay peor suerte que imaginar un cuento ya escrito; siento que "Renata" pudo haber sido escrito de otra manera, desde el centro mismo de la adolescencia y dejar más en evidencia la conducta de los padres. Pero a veces los elementos con que se cuenta son muy inconsistentes y yo lo sabía.
Poco importaba, que fuera a máquina, a lápiz, lapicera o con un pedazo de carbón en la pared. Tenían que nacer las ganas desde adentro y los personajes tendrían que salir, casi, como por un tubo, andar por si solos, sin el hilo caprichoso de la tinta o una cinta mecanografiada y así amarían, sufrirían injusticias, rechazos de una sociedad despiadada y mezquina, podrían gozar algunos momentos de felicidad y siguiendo las calles largas del papel andarían a su antojo, podrían comenzar su relato por el desenlace o por el nudo y terminarlo por la exposición, porque con ellos ningún narrador se sentiría seguro, cualquiera se transformaría en determinado momento en su traje de fantasma y podrían discutirle al mismísimo Arlt su estilo caótico y a Cortázar su axiomática transformación de lo real y a Borges su, a veces, pesada erudición. Ellos por lo general deciden su suerte.
En este momento llaman a mi puerta y voy a atender. Se presenta ante mí una chica, de unos dieciséis años, que dice llamarse Renata y me asegura que todo está listo para comenzar de nuevo, que detestó, en mi narración anterior, la ominosa tercera persona y que sólo podría mitigar sus tristezas si le cuento algo de padres cariñosos que quieren a sus hijos y que aún no han sido envilecidos en la vida por el afán de poseer objetos. Prometo destapar la Underwood y recrear algunos de los paraísos perdidos, esos que fueron tejidos en nuestra infancia como una telaraña de hilados finos y sensibles, los que permanecen suspendidos en el tiempo como gotas de rocío y son tan frágiles que cualquier brisa puede quebrarlos. Renata se recuesta sobre la mesa en que escribo y yo renuevo todos sus sueños y fantasías sintiendo, que la calidez de su mirada le dan alas a  mis manos.

J. C. Conde Sauné           *Integra el tomo "Mis cuentos diversos" 
           




lunes, 3 de noviembre de 2008

"Contre Sainte-Beuve" y "Les plaisirs et les jours" / "Pastiches et mélanges" fueron editados en español con el título "La muerte de las catedrales", un ensayo que forma parte de "Les plaisirs..."; el más flojo de los editados, él mismo lo reconoce, escritos por Marcel Proust.
Pero el libro que incluye, aparte, unas relevantes semblanzas de Stefan Zweig, Hernando Téllez y Alvaro Mutis, muestra la maravillosa fibra poética del autor de la "Recherche..."
"Alcobas", "Vuelta a Guermantes", "Las añoranzas, sueños color del tiempo" y"Sentimientos filiales de un parricida", por si solo, corroboran porqué Proust fue uno de los escritores más grandes del siglo que pasó.
Oí decir por ahí: quien se atreve a leer tamaña obra. Bueno, aquí tenemos un breve compendio del arte de Proust. Yo leí apenas tres tomos de su obra: "Du côté de chez Swan", "À l'ombre de jeunes filles en fleurs" y "Sodome et Gomorrhe". Pero estos tres, sobre todo los dos primeros, me bastaron para comprobar que no es un clásico sobrevalorado, sino uno de los genios de la literatura.
Gustavo, un amigo, me regaló este libro; supo elegir bien el obsequio. Lamentó, al entregarlo, que no estuviera en francés. Pero es bueno, también, leer en español a Proust, cosa que nunca había hecho. La traducción de José Cano Tembleque ("Contre Sainte-Beuve") y la de Consuelo Berges ("Les plaisirs et les jours" / "Pastiches et mélanges") son muy buenas, en especial la de Consuelo Berges que conserva toda la vena poética del autor.
J. C. Conde Sauné

martes, 28 de octubre de 2008

Como dije alguna vez, las novelas policiales, sobre todo las buenas, son un muestrario de lo que ocurre en una sociedad: crímenes para obtener algún bien, resentimiento social en un contexto de super-confort para pocos y la corrupción de arriba hacia abajo, en una parte importante de la comunidad.
Por eso, cada tanto, caigo en la lectura de alguna novela de ese género. Y otra vez Georges Simenon, "L'ombre chinoise" y leída en español, "La sombra chinesca". Cuesta ahora, con el valor euro, adquirir libros en francés y más cuando uno vive recortando los gastos.
El argumento de "La sombra chinesca", se desarrolla en un predio de varios departamentos y una edificación al fondo, que es un laboratorio adonde se fabrica suero y ahí asesinan a su dueño. Obviamente, la tarea del detective es descubrir al criminal. A partir de ese momento, lo mejor de la novela: codicia y conflictos familiares en un entramado que, a pesar de intuir al asesino, logra el autor mantener la tensión del relato.
Los crímenes en la posmodernidad, están enmarcados en el poder, el dinero y la postergación social. Esta sociedad, donde se sobredimensiona el consumo, es un caldo de cultivo para la gente que busca un atajo, en lo expeditivo, para sus fines.
Simenon, pertenece a esa raza de novelistas como Horace Mc Coy, Margaret Millar o Cornell Woolrich (William Irish), donde la decadencia de una estructura social se pone de manifiesto.
J. C. Conde Sauné

viernes, 17 de octubre de 2008


En la parte de abajo de la mesita de luz, donde también guardo libros, encontré uno de cuentos breves de Slawomir Mrozek; es una edición del Centro Editor de América Latina, la editorial del recordado Boris Spivacov, que antes había creado EUDEBA.
Pensé, si se salvó del canje es porque esperaba leerlo de nuevo. Además, los tenía señalados como cuentos muy buenos y de un nivel parejo. Volví a leer el libro, lo había hecho hace mucho tiempo y no se puede recordar todo lo leído. Disfruté de "Primavera en Polonia" y "El elefante", unas críticas jocosas a la burocracia estatal. Pero de manera especial, será por mi afición a los trenes, en mi infancia, "En la estación", en la que el personaje va a buscar a un pariente que llega al pueblo y se encuentra con un tren semifantasma con las luces apagadas. Bajan del mismo dos gendarmes que trasladan a un detenido y hacen una parada para comer, tomar algo y seguir, luego, un viaje más largo. Eran, aparentemente, los únicos pasajeros de ese tren. El hombre, después de una charla con esa gente, en el bar de la estación, vuelve a su casa sin haber logrado su cometido. El cuento, recuerda un poco a las situaciones absurdas de los relatos de Kafka.
Es bueno guardar libros, que nos gustaron, para releerlos algún día.
Slawomir Mrozek, nació en Polonia en 1929, es un escritor de cuentos y obras de teatro; una de ellas se llama, curiosamente, "Tango".
J. C. Conde Sauné

martes, 14 de octubre de 2008

EN EL BONDI ( 9 ) Memorias de un pasajero

Todo hace pensar, que en la zona norte habita gente de otro linaje, al menos eso creen algunos. Venía sentado, en un asiento de lado al pasillo, en el colectivo 60. Durante el viaje, en Callao y Corrientes, empecé a luchar con el pasajero que estaba al lado de la ventanilla, todo gordo él y leyendo "La Nación". (Y no tengo, aclaro por si las moscas, nada contra "La Nación", salvo que no es para leer en el bondi). Cada vez que daba vuelta una hoja del diario, me rozaba la mejilla y la oreja, además de no ceder ni un palmo del asiento que no le pertenecía. Aguanté un rato, luego le dije que me molestaba con el diario y tuviera más cuidado. No me hizo caso y siguió en las suyas. Entonces con manotazos, empecé a sacarme el diario de encima. Sabía que emplear palabras y dialéctica, con el orangután ilustrado, sería inútil. Fue una lucha sorda y feroz: embestida con el diario y manotazos y miradas echando fuego. Al fin gané la batalla o el lector del diario no quiso leer más, aparte que en la contienda, algunas hojas del diario habían quedado arrugadas. El tipo bajó en Palermo, mordiendo un "permiso" con desgano. Me sentí a mis anchas y me puse a observar a los pasajeros, como era mi hábito. Ahí fue cuando descubrí a una chica, muy linda, que comía una empanada haciendo equilibrio de pie, mientras desparramaba unas migas encima de un señor que estaba sentado, cayéndoles dentro de un libro que leía. Éste miró hacia arriba y vio a la chica masticando y desparramando migas. También fue un diálogo mudo, como diciéndole "sos muy linda, bellas piernas y culito, pero sos una chancha mal educada". La chica acusó el impacto y se corrió en el pasillo, ahora las migas de la interminable empanada (¿o era otra?) le caían a un muchacho arriba de la cabeza, él la miró dos veces y luego le dio el asiento. La chica agradeció con un mohín y escarbando la bolsa sacó otra empanada. Seguí en el 60 hasta Belgrano y me interné, luego de bajar, en el barrio chino, de vez en cuando me gusta pasear por ese barrio. Me regocijaba pensando, que sería lindo comprar comida china y comerla en el 60, de regreso a casa, desparramándola a otros pasajeros sentados; como para estudiar otras posibles reacciones, no estaría mal.


J. C. Conde Sauné

jueves, 9 de octubre de 2008


Mi devoción, en la literatura norteamericana, a Poe, Hawthorne, Henry James (si bien optó por ser inglés), Faulkner, Wallace Stevens y Toni Morrison; hizo dejar de lado a Flannery O'Connor y Carson Mc Cullers, dos narradoras notables.
Pero, ahora, me referiré a O'Connor, porque acabo de leer "Un hombre bueno es difícil de encontrar".
Ella describía a la sociedad del sur de USA, de una manera impiadosa, como antes lo hiciera Faulkner.
Delata en sus cuentos, cierta religiosidad macabra: "El templo del Espíritu Santo", "La vida que salven puede ser la vuestra" y "La persona desplazada".
Desprecio por el ser humano, racismo y xenofobia: "Un hombre bueno es difícil de encontrar", "El negro artificial" y "La buena gente de campo"; seis relatos de excelente nivel. El resto, de los diez, son cuentos muy buenos, sólo "Un golpe de buena suerte", me pareció el más flojo.
La prosa de Flannery O'Connor es brillante, por momentos poética y a ratos descarnada. Creo, como había dicho, que hay puntos de contacto con Faulkner, tal vez por eso me haya gustado.
J. C. Conde Sauné

viernes, 3 de octubre de 2008

"Voleur de vie" (Ladrón de vida) , conocida aquí como "Vidas robadas" de Yves Angelo con Emmanuelle Beart. Sandrine Bonnaire, André Dussollier y Vahina Giocante en los papeles protagónicos, es otra de las buenas películas que alquilamos, tratando de ponernos al día con el cine.
Alda y Olga, dos hermanas, y la hija de la última, viven en una casa cerca de mar. Alda (Emmanuelle Beart), es la más liberada con sus amores clandestinos y ejerce de profesora. Su hermana Olga (Sandrine Bonnaire), ha renunciando al placer y a los hombres como una expiación, por la hija que tuvo siendo muy joven y con padre no reconocido. Ambas se quieren pero son diferentes. La hija (Vahina Giocante), se siente más unida a su tía y ve con agrado sus amores.
Una trama sencilla que, obviamente, tendrá su desenlace, yo diría previsible. Pero el film sostiene su tensión. Óptimas actuaciones de Beart, Bonnaire y el resto del elenco. "Touché", como dicen los franceses.
J. C. Conde Sauné

martes, 30 de septiembre de 2008


"Cuenta pendiente", es la única novela policial escrita por Cecil Scott Forester, escritor inglés nacido en El Cairo en 1899 y muerto en 1966.
Una novela sin detectives y un sólo crimen, que arma la trama de todo el relato. No hay culpa, ni remordimientos; únicamente el miedo del autor de ser descubierto y terminar en la horca. Con este argumento, Forester logra una novela ejemplar donde nada es gratuito, ni inconsistente. Todo se va resolviendo, no como un rompecabezas, sino por efecto de las circunstancias; en las cuales el asesino va quedando enredado, a pesar de haber tomado sus recaudos. El protagonista, importante, de la novela lo es tanto el Sr. Marble, como el jardín de su casa, en donde ha enterrado a su pariente asesinado por codicia. Es el jardín, un testigo mudo que desvela y acusa.
Borges y Bioy Casares, con buen olfato literario, publicaron en "El Séptimo Círculo", esta valiosa novela policial, dignas de las mejores en su género.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 24 de septiembre de 2008

TAN LEJOS DEL INVIERNO Y SU PARED CON HIEDRA (relato) *


Primero estaba recorriendo el patio del colegio, en un día de invierno, muy frío y muy nublado. Fui caminando despacio y en un rincón solitario y alejado un chico comía dulce de leche de un tarrito. El muro del patio era muy alto y algunas veces con Dumbo lo trepábamos sin animarnos a saltar para el otro lado. Era un muro todo recubierto de hiedra. En ese viejo patio de ladrillos, a veces, jugábamos al fútbol y corríamos como locos hasta casi caernos de cansados. También en el comedor de la escuela, jugábamos hasta volver locos a los curas, que siempre averiguaban quién había tirado la sopa debajo de la mesa. Si no comen la sopa no hay postre, decían. Y el arroz con leche y canela y ese sabor tan especial y después toda la tarde y el aburrimiento del catecismo y las oraciones para que no venga el diablo, que lo imaginábamos oscuro y triste como las sotanas de los curas y el hermano Patricio recriminándome con su cara toda colorada: “vas a ser un pobre pecador desgraciado toda la vida”. El volver a casa por esa barranca toda frondosa en un silencio de árboles, en San Isidro, por donde solían frecuentar diablos y fantasmas. Todo forma un círculo perfecto, tan perfecto que se lo puede hacer rodar de atrás para adelante y de adelante para atrás infinitamente, tan infinitos como eran los ojos de Yanik y su piel tan suave y tan clara que se iba tostando gradualmente con el sol del verano. Porque la sonrisa de Yanik tenía ese bálsamo especial después de la escuela, cuando le obsequiaba los tréboles de cuatro hojas que íbamos a juntar con Dumbo al lado de la vía y la tarde que no encontrábamos ni uno y entonces Dumbo, después de mucha búsqueda, encontró uno y dijo hoy es mi día de suerte. “¡Oh qué suerte tengo! –dijo”. Hasta sentir el ruido del tren que se acercaba sigilosamente y había que saltar una zanja para alcanzar el tren y Dumbo no se animaba, yo no sé como hice pero la salté y Dumbo dio todo un rodeo y perdió el tren, mientras que a duras penas yo pude subir y lo tomé y entonces Dumbo se enojó y no me habló por unos días, así hasta casi una semana y Dumbo sin hablarme. Hasta que un día, yo me había gastado toda la plata, que me daban en casa, en galletitas y me tenía que ir caminando como veinticinco cuadras porque los guardas del tren me la tenían jurada, siempre viajaba de colado. Y era Dumbo que se había subido al carro del repartidor de pan y me tiraba su boleto para que yo pudiera tomar el tren. ¡Gracias Dumbo que buen amigo sos! Y después ya vamos a hablar y se te va a pasar la bronca. La colección de mariposas que le iba a regalar a Yanik es tuya, yo te la doy. ¡Pero que atorrante que sos Dumbo, ahora vos se la regalaste a Yanik! Pero no importa yo igual no me enojo, uno puede hacer lo que quiera con lo que le regalan. Y otra vez volver a la escuela, ese socavón gris y melancólico y tedioso, todo lleno de musgo en las paredes y de ventanas desteñidas y de voces chillonas: no hablen no se muevan y escuchen. Pero siempre quedan las tardes que aunque sean de invierno son agradables, tal vez no tanto como las del verano. El verano es ir a correr por la playa y ese río de agua tan sucia y oscura que juega y se balancea en un cariñoso abrazo con la arena. Sí, después en vez de jugar al fútbol para variar mejor preparamos una jabalina, yo sé como hacerla. Elegimos una buena caña bambú. ¿Ves? Ahora le ahueco el extremo más grueso hasta vaciarlo bien. Después consigo un poco de plomo y lo derrito. No va a ser difícil conseguirlo. Cuando mi viejo se vaya a dormir la siesta, le saco un poco de la caja de herramientas y lo derretimos en un tachito. Yo sé como hacerlo. Ya está, así el fuego con unas ramitas, de esas que dejaron cuando podaron los árboles de la estación. ¿Ves qué fácil? Ahora rellenamos el hueco de la caña y ya está la jabalina. Vamos a probarla en la playa. Primero tiro yo para ver como anda. Anda una barbaridad, ahora vos Dumbo. Bueno empezamos, el que la tire más lejos gana. ¡Qué buena marca hiciste Dumbo! ¡No ahí está, ya te pasé! Y después el Nené: “y che qué carajo hacen, ese es juego de maricones, mejor hagamos un picado”. No, Nené. ¿Qué querés, hacer un picado de tres? “No, ahora viene el pibe que vende los diarios, el Bernardo. Ahí está Berni, ves como yo sabía que venía. Dale flaco tirá los diarios y juguemos un picadito”. “No, no puedo tirarlos, estás loco vos, querés que el patrón me raje”. “Bueno no los tirés, pero juguemos un partido”. Bueno jugamos. ¡Ay, pajero de tipo cómo da patadas! “¡Qué patadas si no te toqué!” ¡Cómo me sigan cagando a patadas, me llevo la pelota y no juego más! “Andá sos un maricón, bueno vení no te damos más patadas”. Aquí te dan como locos. En la escuela es mejor, nunca dan patadas, los curas se la pasan vigilando. Si te agarran dando un guadañazo, andá y rezate diez padrenuestros y diez aves marías. ¿Y cuantos tendría que rezar, por haberla apretado a Yanik para que entrara conmigo en el mismo escondite cuando jugábamos a las escondidas? No mejor no se lo digo o el fuego me puede quemar. Y si me pregunta el que confiesa le digo que no, que jugábamos pero sin maldad, aunque tal vez con sólo mirarme se dé cuenta. “¿Decís malas palabras?” No. “¿Te tocás?” ¿Cómo, no entiendo? Sí que entiendo, pero me hago el tonto. Dios está tan arriba, que a lo mejor no se da cuenta. Yo no creo que pueda ver todo. ¿Cuántos ojos tiene para ver todo? ¿Y qué sabe si lo hago sin darme cuenta? Aparte no creo que tenga ojos como los gatos, para ver en la oscuridad cuando estoy escondido con Yanik. Pero él lo sabe, dice el hermano Patricio. ¿Cómo? No lo sé. Lo único que sé, es que la escuela no me gusta y menos esos pebetes con dulce de leche que vende el hermano Esteban. El dulce de leche sí, pero el pebete que pan estúpido, todo blandito, parece que uno masticara esponja. Cuando lo comento en casa, mi viejo dice: “tendrías que saber lo que es pasar hambre”. Él siempre tiene todas las respuestas, para taparte la boca. Ahora estoy cansado y me voy a dormir y no vaya a ser que sueñe con el patio del colegio y su muro tan alto recubierto de hiedra y esa sopa tan pegajosa como engrudo, toda llena de no sé qué cosas. ¡Oh sí, me gustaría soñar con los ojos de Yanik y la jabalina que vuela tan alto! Sola y suspendida allá arriba y que atravesando el aire llega cerca del río. ¿Porqué, a veces, me gusta tanto estar solo? ¿Porqué camino por la playa y busco lugares apartados, entre las toscas, en donde sentarme sin ser visto? Y me quedo tendido sintiéndolas caricias del sol, que tiene el hocico caliente como mi gata Caranchita y así estoy soñando con lugares donde no haya escuelas, ni sopas, ni diablos, ni muros con hiedras que no se puedan saltar. Un lugar donde todo es un rumor de río y de rozar alas de gaviotas. Adonde el viento del río juega con los juncos hasta hacerlos balancear, suave, pero tan suave que ni la tarde se despierta y se queda quieta, muy quieta. Yo también me quedo como suspendido en el aire, muy quieto, acostado encima de las rocas que, repentinamente, ya no son rocas, sino un sillón confortable de mimbre y los juncos crecen hasta transformarse en retamas y los pastos salvajes de la costa ahora son azaleas y cuando siento que el sol ya no me acaricia, descubro a un tilo que lo tapa y el suave estremecimiento del follaje y su fragancia sedante y el alboroto que hacen los gorriones en sus ramas y el picaflor oscilando arriba de las azaleas y treinta años que pasaron... tan lejos del invierno y su pared con hiedra.

J. C. Conde Sauné  *  Integra el tomo inédito "Dos veces el mismo río"


La primavera llega, como el caudal de un río que inunda las costas. Llega con el aleteo de las golondrinas, que planean cerca de la ventana de la cocina.
Llega como algo indescriptible que sabemos, a ciencia cierta, pasajero y tal vez fugaz.
Pero llega y por un momento apreciamos el verdadero sentido de la vida, ése que no es el de la rapiña o el "stress" cotidianos.
Aleteos de golondrinas y primaveras eternas y mates, con Malen, que nos saben a gloria, en esta mañana que miramos por la ventana, a este candoroso día de setiembre.

21-09-2001  *  J. C. Conde Sauné

viernes, 12 de septiembre de 2008


Al escritor chileno Jorge Edwards, el padre le dijo: ¿Porqué no escribes los fines de semana y eres abogado durante los días restantes?
Mi padre no me dijo nada semejante, pero yo tenía asumido, desde muy joven, que de la literatura no podía vivir.
Lo que sí me dijo mi padre, siempre insistió en ello, era que estudiara o encontrara un trabajo para subsistir. Y así, a los dieciséis años, comencé mi derrotero laboral; un poco forzado por la enfermedad de él, que lo tuvo un año postrado. Pero leía mucho y escribía poco.
Fue a partir de los veinte años, que tomé conciencia: sería poeta y escritor. Trabajando, se me hizo difícil para poder publicar lo mío. Además, había perdido contacto con los grupos literarios que frecuentaba, no tenía tiempo. Sí, cada tanto, para escribir, pero hay que corregir, seleccionar y rever lo escrito; mis ocupaciones laborales eran bastante exigentes y el cansancio me vencía. Pude publicar en algunas revistas literarias y en alguna que otra antología. Nunca tomé la literatura como "hobby", tenía plena conciencia de la importancia de la palabra; siempre pensé que palabra y ética deben estar unidas, sino termina uno siendo un mercachifle, para eso conviene poner un kiosco.
Cierta vez llevé mis cuentos, a una editorial mediana y el editor me dijo: "lo tuyo es muy bueno, pero la temática no encaja en el "compromiso" literario" (de la época), corrían los años 70. No sé este buen hombre, que entendía por compromiso. Ya, ni el compromiso matrimonial se usaba.
Todas estas consideraciones, vienen al caso leyendo una entrevista que le hicieron a Jorge Edwards. Hablando de Edwards, tengo a su novela "El inútil de la familia", junto a otros libros, en la lista de espera para su lectura.
J. C. Conde Sauné

martes, 9 de septiembre de 2008

EN EL BONDI ( 8 ) Memorias de un pasajero


El ciego subió al 98 en la Avda. Belgrano, avanzó a los tumbos en el colectivo repleto, pero nadie se levantó para darle el asiento. Algunos hacían como que dormitaban y otros se tapaban con el diario.Una mujer, que venía parada, ofuscada le tocó el hombro al hombre que estaba sentado de lado del pasillo: "¿señor porqué no le da el asiento?". El hombre, también enojado, le dijo: "uno trabaja como un burro todo el día y un ciego que no hace nada sale a pasear y uno tiene que darle el asiento. Pero se lo doy, no me importa que esté cansado como un burro. ¿Sabe como trabajo yo?". El ciego le rechaza el asiento con un "no se moleste señor, puedo ir parado, soy ciego pero no inválido". Pero el hombre se lo sigue ofreciendo y el ciego se sienta. En tanto, el otro sigue con su rezongo como dos cuadras más: "¿porqué los ciegos no se quedan en la casa?. Yo si fuera ciego y no trabajara, no saldría a pavear por ahí". Aquél amaga a levantarse del asiento y el hombre lo contiene: "no, quédese porque yo soy un ser humano y el día de mañana, me podría pasar lo mismo que a Ud., pero seguro que no andaría en los colectivos para sacarle el asiento a nadie". Nueva tentativa del ciego de incorporarse y otra vez el otro que lo contiene. Así siguieron, algunas cuadras más, hasta que al llegar a una parada se desocupó el asiento detrás del ciego, justo delante de la señora, que le reclamó para que cediera el asiento al ciego en cuestión. La mujer lo miró con desdén al rezongón y le dijo en voz alta: "¡sientese 'mastuerzo' y descanse un poco!". Me reí al oír esa palabra, mi madre la usaba para referirse despectivamente a alguien, es un "mastuerzo" decía. Reinó silencio y asombro en el colectivo...
Más adelante, unas chicas bulliciosas, subieron en la parada que está en la UADE y todo volvió a la normalidad, se diría.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 3 de septiembre de 2008


Algunas casas de alquiler de películas, cumplen la función que antes hacían los cines-clubs o salas como el Lorraine, Cine Arte o el SHA. De esa manera, se puede acceder a películas que no tuvieron buena difusión en el circuito comercial o que no se pudo ver por una u otra causa.
Nos sucede con "Kolya", del año 1996, que acabamos de alquilar y ver. Este film checo de Jan Severák cuenta una historia simple, pero de una afectividad poco frecuente en el cine actual.
Un músico, que por apremios económicos, acepta un casamiento por dinero con una rusa, que desea afincarse en Checoeslovaquia. La chica, luego, se va a Alemania con su amante y le deja un hijo, que ella ya tenía, a su cuidado y sin previo aviso. De ahí en más, se verá a este cellista, mujeriego empedernido, sobre todo con mujeres casadas, hacerse cargo, primero a regañadientes, de Kolya (Andrej Chalimon); y sí, los chicos siempre se roban las películas. A partir de ese momento, este cellista de vida bohemia, se transforma en un buen padre sustituto. En el medio de la trama, una Checoeslovaquia que busca sacarse de encima a Rusia (ex-URSS).
La madre vuelve por el niño y el músico que retoma su puesto en la orquesta sinfónica; había sido despedido y sobrevivió arreglando tumbas en el cementerio y tocando el cello en los funerales.
Buenas actuaciones, impecable guión y dirección; además Dvorák en "concertos" de cello, que más se puede pedir.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 20 de agosto de 2008


Al salir de Mar del Plata estaba lloviendo y anochecía; en ese sábado vísperas de Pascua, venía con Malen y una amiga. Antes, creo, de llegar a Maipú, nuestra amiga que venía en un asiento sola, me pidió que cambiáramos, para sentarse a charlar con Malen, que venía conmigo en el asiento del fondo. Ya ubicado, me puse a mirar por la ventanilla: todo campo, noche y cielo encapotado, pero sin lluvia. Saqué la radio que tenía en una cartera de mano y poniéndome los auriculares, dejé correr el dial tratando de encontrar algo digno de escuchar y fue ahí, en la oscuridad, que moviendo el dial de un lado al otro, encontré esa rara pero bella sinfonía, en donde prevalecían las cuerdas; con un sonido casi abstracto y politonal, pero de una rara belleza sombría que sobresaltaba y daba entusiasmo a la vez. Todo eso lo escuchaba contemplando, me parece, antes de llegar a Chascomús, con un cielo lleno de penachos de nubes blancas grandes y con un fondo azul tenebroso oscuro y en el horizonte, más negro, con algunos relámpagos. En los intersticios de las nubes blancas, se podían ver escasas estrellas y una luna llena. La sinfonía continuaba apegándose al ambiente; miré, alrededor todos dormían. Sólo Malen, allá en el fondo, charlaba animadamente con Mary, nuestra amiga.
Me concentré en la música y en el cielo, esperando conocer al autor, que por su estilo sabía contemporáneo, La radio era uruguaya y anunció la obra y su autor: "Sinfonía para cuerdas" de Héctor Tosar. Había escuchado su nombre, pero poco sabía de él. Google, otra vez, me desasnó.
Nació en Montevideo en 1923. Estuvo en Nueva York y París. Fue alumno de Aaron Copland, Arthur Honegger y Darius Milhaud. Falleció el 11-01-2002.
Un descubrimiento para estas "Imágenes e impresiones". (Este era el título de estas anotaciones, antes de optar por "Breviario del ocelote").
17-04-2006  *  J. C. Conde Sauné

viernes, 15 de agosto de 2008

UN CANTOR QUE SE OFRECE

Al principio me parecía imposible que pudiera cantar tangos, aunque tenía mis iconos entre los cantantes de tangos: Floreal Ruiz, Alberto Marino y desde luego, el Morocho.
No obstante, en un asado, a los trece o catorce años me despaché con “Milonga fina”, aunque lo hice como todos los menores precoces, cantando las letras sin comprenderlas. Después me animé más y una noche que Roberto Chanel, que cantaba en Pugliese, vino al balneario, en donde trabajaba mi padre, le pedí que me escuchara cantar. Chanel estaba pescando en el murallón y me miró asombrado, mientras me decía: “¿y que vas a cantar?”. Le mandé ahí nomás “La mina del Ford”, cuando terminé, sin soltar la caña, Chanel hizo un ligero aplauso por cortesía.
Cuando le dije a mi padre que quería comprar una guitarra para estudiar y dedicarme a cantar tangos, se sobresaltó. Ya me había oído cantar a los seis o siete años “Ivette”: “bulín que ya no te veo/catrera que ya no toco/percanta que ya no embroco/porque con otro se fue” y me recriminó por no considerarlas letras adecuadas para un chiquilín. “Estudiá algún oficio como la gente –me dijo mi padre”. Eso me desanimó un poco, pero seguí cantando para los amigos en alguno que otro asado y con algunas copas de más. Luego la emprendí con tangos más difíciles de cantar, por ejemplo, los de Homero y Virgilio Expósito, con explícitas bajadas y subidas tonales.
Realmente creía que hacía grandes progresos como amateur, pero sin llegar al estrellato. Aparte mi voz, ahora lo digo con autocrítica, no era las más apropiada para el tango ya que era algo abolerada como la de Roberto Ray u Horacio Molina, aunque a ellos mucho no les haya importado e impusieron un estilo que creó Charlo.
Y así pasaron los años y seguí cantando, aunque ahora lo hago en forma muy particular, ya no tengo a la muchachada de auditorio. Mi público son los vecinos consorcistas que me escuchan cuando me baño o estoy en la cocina haciendo alguna comida o cuando estoy melancólico, porque la melancolía, aunque alguien no lo crea, es muy buena para el espíritu.
No hay día que imagine con estar en una sala pequeña, íntima y oscura, acompañado sólo por un fueye, una guitarra y un bajo y cantar algo como “Percal” o “Tristeza de la calle Corrientes”, porque me gusta lo difícil, todo artista ignoto lo sabe y la gente que lea esto, sospechará que en cuanto me apuren un poco ya les estaré cantando algo, porque no soy de hacerme rogar.
Ahora me voy a dormir, en serio, porque esto lo escribí en una duermevela, esas que me agarran de vez en cuando. Cuando sueño y es muy a menudo, me veo cantando con Alfredo Gobbi o Pugliese, aunque ellos, claro, ya no están, pero yo los veo en mis sueños; Gobbi y su violín, siempre detrás de la fila de bandoneones entre los que están Eduardo Rovira o Piro y yo haciendo alguna que otra entrada entre “Camandulaje” o “El andariego. Con Pugliese me pasa algo distinto, lo encuentro en la calle, me saluda y me convoca para que haga alguna prueba con él, yo voy y la hago con soltura, lo que me deja muy contento. Es fácil vivir en los sueños, uno se desliza de una actuación a otra y todo sin esfuerzo aparente.
Soy un cantor nato, algo raro y difícil de ubicar, me apena, dada mi edad, no dejar nada grabado para la posteridad que es el verdadero sueño de todo cantor que ofrece su arte al público; aunque mi público por ahora sean los vecinos del edificio en que vivo. Algo es algo, dijo alguien por allí. Aunque la fama es puro cuento.
J. C. Conde Sauné

jueves, 7 de agosto de 2008


"Este es un relato para leer en la cama, en una vieja casa, una noche de lluvia". Así empieza su "nouvelle", "Parecía un paraíso", John Cheever. Al terminarla, lo primero que leo de él, la emparenté, no sé porqué, con el cuento de Onetti "Un sueño realizado", aunque la temática no concuerda para nada. Tal vez, el espíritu de la trama. La protagonista de Onetti, ve acercar su fin y busca concretar su sueño. El protagonista de Cheever, Lemuel Sears, un hombre viejo, reinventa el amor en los dos polos de sexualidad y persigue un sueño ecológico, que preserve un lago de la contaminación. Logra concretarlo, con la ayuda de Betsy, un personaje casi secundario en la novela, pero con iniciativa.
Pude comprobar en esta primera lectura de Cheever, su llaneza narrativa, una vuelta hacia atrás de Faulkner, en el estilo, pero atrapando al lector que es lo esencial. Quizás, me pareció un poco forzado el final feliz; sabemos que en USA, como aquí, se contamina sin importarle un rábano a los gobernantes, USA además, no suscribió el Protocolo de Kyoto, para cuidar el medio ambiente.
Pero Cheever, como Onetti, hizo sentir importante a su protagonista. También nos pasa, a los que escribimos historias cuando decidimos sobre la suerte de los personajes.

8-04-2007  *  J. C. Conde Sauné

viernes, 1 de agosto de 2008


Recién ahora, a pesar de mi afición por la novela policial, leo a Georges Simenon. "El loco de Bergerac", obtenido por una de mis tantas operaciones de canjes de libros, fue el elegido.
Simenon posee una manera de narrar, que quizás a muchos no pueda gustar. Su estilo es directo y sin ambages, muy distinto a la novela policial inglesa y más cerca de la norteamericana; pero logra lo que se propone, mantener al lector en vigilia hasta el fin de la novela, resolviéndola de una manera eficaz. El inspector Maigret, su personaje, es realmente insufrible para los que lo rodean, pero todos les vienen al pie; me hace recordar al detective Frost, aquel individuo entrañable de la serie televisiva, cuyo autor no recuerdo y que también sacaba de quicio a sus superiores.
Estilo magro, pero contundente, Simenon logra cautivar y hace, para los que escribimos historias, que lo envidiemos un poco. Armar una trama que mantenga atento al lector, no es tarea fácil.
J. C. Conde Sauné

jueves, 24 de julio de 2008


Por primera vez llega a mis manos, aunque había leído algunos comentarios sobre él, un libro de Sergio Pitol. La contratapa del mismo dice: "...reune cuatro relatos inquietantes y perfectos, es uno de los mejores logros del gran escritor mexicano...."
Lo de "perfecto" no encaja con "Asimetría", que no obstante, con "El relato veneciano de Billie Upward", son los dos mejores del libro. En "Asimetría", Pitol busca adrede la imperfección del relato, que se va desarrollando al desgaire, dejando retazos aquí y allá, pero logra un relato excelente; que debe no poco al estilo de Julio Cortázar. Los dos restantes, "Mephisto-Waltzer" y "Nocturno de Bujara", no desentonan para nada con el nivel del libro; pero es inevitable que a uno, ya sea por temática o "feeling", le guste unos más que otros. Estos cuentos de Sergio Pitol me han entusiasmado; voy a tratar de leer algo más de este autor que en 1999, por el conjunto de su obra, obtuvo el "Premio Juan Rulfo".
J. C. Conde Sauné

viernes, 18 de julio de 2008


Creo que en "La chute" (La caída), que Albert Camus afirmaba: uno se puede sentir solo en un estadio de fútbol rodeado de 40.000 personas. Me viene a la memoria esta reflexión, después de leer la novela de Carson McCullers, "El corazón es un cazador solitario". Con cinco personajes centrales, ella construye una novela tan paradójica como entrañable. De esas ficciones que nos dejan pensando: ¿hacia donde va el futuro de la humanidad?
La novela fue publicada en 1940, cuando la autora tenía 24 años, pero tranquilamente, de haber vivido, la podría haber gestado hoy; ya que muy poco cambió la sociedad en USA, sino que se ha ido deteriorando, más aún. Volviendo a la reflexión de Camus, Singer el mudo, uno de los protagonistas, entabla relación con otras personas: Antonapoulos (mudo como él), que termina internado en un loquero; Biff, dueño de una fonda donde Singer suele comer; Mick Kelly, una chica enfilando hacia la adolescencia; Jake Blount, un borracho agitador y el Dr Copeland, un médico negro que se niega a la discriminación racial que impera, allí, en el sur. Todos ellos se reunen y comparten momentos como amigos, pero llevan la soledad como un blasón dentro de ellos. McCullers tenía un estilo clásico en la novela americana, no ostenta el modernismo de Faulkner, su contemporáneo. Más bien, es un poco proustiana, escarba dentro de sus personajes y logra una novela excelente; está entre las mejores que leí. Esta gran novelista se suicida en 1967, a los 50 años, dejando una obra más que importante en la literatura universal.

J. C. Conde Sauné

martes, 15 de julio de 2008

DE EDITORES, CORRECTORES Y OTRAS YERBAS

Después de "Sodome et Gomorrhe", (1921/1922 -año de su muerte), la obra restante de la "Recherche..." de Proust, fue publicada por su hermano Robert, con la ayuda de Jacques Rivière y Jean Paulhan. ¿Alguien asegura que no se haya modificado nada?. Lo mismo se comprobó con la obra póstuma de Kafka, Max Brod hizo de las suyas.
En el caso de Raymond Carver, aún en vida del autor, Gordon Lish, dicen que sacó, agregó y modificó a "piacere" la obra del autor. Se comenta, no obstante, que Carver lo aprobaba. Al que no aprobarían de ninguna manera, es a Ignacio P. Se preguntarán quien es este personaje. Era un compañero de oficina, en uno de los lugares que trabajé; tenía una biblioteca muy particular, con todos los libros corregidos por él. Caían en la volteada: Borges, César Vallejo (recuerdo que una vez vi, en un libro, dos renglones suprimidos de un verso) y algunos más. Arrancaba hojas de un capítulo, que no le gustaba, de una novela; así sin tan ni más. Lo descubrí un día que faltó al trabajo y buscando en su escritorio, no por curiosidad, sino para obtener un dato laboral; me encontré con esa sorpresa al ver un libro de Kafka corregido. El pobre Franz, aparte de Brod, sufrió la corrección de Ignacio. Alguna vez, por curiosidad, se lo comenté y él, ofendido, me dijo que su biblioteca era personal y no prestaba libros a nadie, por lo tanto nadie tenía derecho a inmiscuirse. Pero a veces se excedía , en una oportunidad le presté un disco y me marcó en la etiqueta, los temas que le gustaban y los que no, cuando le recordé que ese era "mi" disco, me dijo: "perdoname se me fue la mano". Está de más decir, que nunca le presté otro. Pienso, que habrá sido de la vida de este compañero, que no volví a ver al cambiar de trabajo. Por ahí está, quien lo sabe, como editor o corrector en alguna editorial. Me viene a la memoria un cuento de Macedonio: "Un paciente en disminución", al que el Dr. Terapéutica le iba extirpando todo lo que le dolía, hasta dejarle sólo un pie. Me imagino lo libros de Ignacio, con la tapa, cuatro o cinco hojas y el índice.
Hay que comprender a este ex-camarada laboral, así como cada cual se hace un canon a su antojo, también tiene derecho a tener en los libros, las obras como le gustaría leerlas. ¡Y a no inmiscuirse!
J. C. Conde Sauné

jueves, 10 de julio de 2008


Casi siempre entro en "La Zona", la librería de canjes y usados. Después de ir varias veces, recién hace dos semanas, me fijé como se llama. Caminaba por San Martín y antes de llegar a Alsina, aquí en Quilmes y por la vereda de enfrente, descubrí el nombre arriba, sobre la puerta de entrada. Conseguí en este entrar y recorrer anaqueles, "Ley de juego" de Miguel Briante. A Miguel, fallecido en 1995, lo conocí cuando estudiaba en el Instituto de Lenguas y Culturas, él periodismo y yo literatura; siempre nos recriminaba, solíamos reunirnos en un viejo café de la Avda. Entre Ríos, que algunos de nosotros no siguiéramos periodismo y le extrañaba muchísimo. Yo no podría explicar, porqué nunca expondría mi palabra en un empleo. Respeto el periodismo, pero me gusta escribir como quiero y como puedo, como decía Chejov. Además, nunca me vi escribiendo con un jefe de redacción, apurándome para sacar una nota, que por ahí ni me interesa.
También, a veces, lo encontraba en algunas reuniones que hacía "El escarabajo de oro", con su pope Abelardo Castillo, en el Tortoni; o en ciertos encuentros literarios en la casa de alguien, donde abundaban whiskys y discusiones de todo tipo. Años más tarde, lo volví a encontrar en la Editorial Abril, él trabajaba en la revista "Panorama" y yo en Contaduría, aunque hacía alguna que otra traducción del francés para las revistas. Cuando nos encontrábamos, me decía a los apurones: "venite un rato por el café y charlamos, se refería al "Bar Baro" en Tres Sargentos.
Nos había sorprendido a los veinte años con "Las hamacas voladoras", un libro de relatos muy bueno. Después, salvo artículos periodísticos, no volví a leer nada de él. Y ahora me encuentro con "Ley de juego", libro de relatos, que conforman casi una novela, porque sus personajes se entrelazan y toman vuelo propio en alguno de ellos. Hay cuentos que me gustan más: "Capítulo primero", "Último día", "Hombre en la orilla" y "Habrá que matar los perros". Los otros, de los doce, sobresale "A lo largo de la calle que da al río", casi una "nouvelle" aparte.
Además, de los libros nombrados, tiene una novela "Kincón" (1975) que no leí; su obra no es abundante, pero sí en el periodismo.
Leyendo estos relatos, creo que Miguel debió dedicar más tiempo a su obra literaria, tenía talento.
J. C. Conde Sauné

jueves, 3 de julio de 2008


Quevedo fue uno de mis primeros referentes literarios, después de las letras del tango, principalmente, las de Alfredo Le Pera, José María Contursi y los dos Homeros (Manzi y Expósito).
Creo que tenía 12 o 13 años, cuando saqué de la Biblioteca de San Isidro, en la que era socio, una antología poética de él y desde siempre admiré sus sonetos. Ahora recuerdo aquel que comenzaba: "Huye sin percibirse lento el día,/ y la hora secreta y recatada/ con silencio se acerca, y despreciada/ lleva tras de si la edad lozana mía..".
Por eso no dudé, al conseguir en una mesa de saldos, en comprar "El buscón", una de sus obras satíricas; había leído antes, otras obras satíricas, pero la vida del "Buscón" fue algo especial. Como se ve, poco le costaba a Quevedo crear bellos sonetos o reírse del medio que lo rodeaba.
En la vida del "Buscón", campea de una manera muy bien camuflada, como en el "Quijote" de Cervantes, la Santa Inquisición, que ya le había prohibido el "Cuento de cuentos". La andanzas de este "Buscón", podría muy bien representar a cierta clase dirigente de la política argentina; no en vano somos, casi todos, hijos de la madre España y también la tendencia, muy nuestra, de reírnos de los infortunios diarios.
En esta época de cánones literarios, el mío, en la literatura clásica española, estuvo siempre decidido: Cervantes, Quevedo y Lope de Vega.
5-10-2004  *  J. C. Conde Sauné

miércoles, 25 de junio de 2008

Leer unos libros antes que otros, sobre todo si aquéllos fueron "El sonido y la furia" y "Absalón, Absalón" y uno de los últimos "Santuario", todos de Wiliam Faulkner; se puede caer en la sensación, de que éste no es tan bueno, sólo porque los primeros leídos fueron mejores. Esto fue lo que sentí al leer "Santuario", pero es una novela muy buena, que podría entrar en el género policial, pero lo excede. Faulkner va más allá de la trama y es ahí donde se nota a un autor fuera de lo común. Popeye, su personaje casi principal, nace, se cría y se hace adulto en la marginación y su final es previsible, pero Faulkner no apunta solamente a eso. El desarrollo de la novela, va mostrando el contexto de una sociedad hipócrita y cínica, en ese ser americano, donde para subsistir cualquier método es bueno.
El prostíbulo adonde fue llevada, por Popeye, Temple la hija de un juez, previo secuestro, funciona también como hospedaje en algunos casos; como aquí algunos albergues transitorios. La desigual sociedad norteamericana, no muy distinta a la nuestra, tiene este "Sanctuary", donde, más que a rezar, se hinca en la abyección.
J. C. Conde Sauné

EN EL BONDI ( 7 ) Memorias de un pasajero


Otras veces las historias no son recientes y se remontan a muchos años atrás. Aunque ustedes no lo crean, fui adolescente y, desde luego, viajaba en colectivo; pero, casi siempre, venía del Comercial de San Isidro, en donde estudiaba, caminando hasta mi casa frente a la estación "Las Barrancas".
Era un buen tramo, casi como 25 cuadras, pero a mí me gustaba. Un día, como estaba lloviendo y me encontré con mi amigo José (Tito o Dumbo) que estudiaba en el Industrial, decidimos tomar el 168. Fue cuando el bondi dio la vuelta, frente al CASI, que lo vimos al viejo. Nos miramos espantados y poniéndonos de espaldas, fuimos enfilando hacia la puerta de adelante del vehículo, para evitar al que, aunque medio corto de vista, parecía habernos reconocido. Atemorizados, seguíamos avanzando hasta la puerta de salida y le pedimos al chofer que parara. Éste protestó porque no era parada, ahí por Acassuso, como todo el mundo tenía coche, el colectivo paraba, por lo menos, cada cinco o seis cuadras, pero se detuvo no sin antes musitar: "esta pendejada hincha pelotas". Con José nos bajamos justo, cuando el viejo llegaba casi a la puerta; pero al no darle tiempo, nos miró desde arriba con enojo y agitando la mano. Apenas bajamos, nos tiramos en la vereda matándonos de risa, a más no poder, casi como diez minutos. Cuando emprendimos rumbo, a nuestras respectivas casas, éramos vecinos, la lluvia había parado y terminé reprochándole a José: "todo por tu culpa, grandísimo pajero". Y éste que me decía"y yo que sabía que iba a llover". Sí, el libro de cuentos de Maupassant "Mis Harriet", que yo había sacado de la Biblioteca de San Isidro, se había arruinado bajo la lluvia. Después de haberlo leído se lo presté y José lo había dejado en el patio, encima de una mesa, adonde estuvo leyendo la tarde anterior a la lluvia. Por supuesto, el viejo furioso que nos perseguía sin darnos caza, era el bibliotecario, que en varias ocasiones me había reclamado el libro y yo lo iba dilatando.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 11 de junio de 2008


"Un toque de canela", film difundido aquí con el título "La sal de la vida", fue escrito y dirigido por Tassos Boulmetis.
Presenta la siguiente trama: los padres de Fanis (su protagonista), deben abandonar Estambul a raíz de un conflicto entre Turquía y Chipre. Grecia apoya a los chipriotas y el padre de ese origen es deportado; la madre turca, con el chico, lo acompañan al destierro. Pero queda la nostalgia y el abuelo en Turquía, con sus especias y su arte en la cocina que Fanis asume, a pesar de seguir, más adelante, sus estudios y doctorarse en Física. Con este argumento, Boulmetis arma una película tan emotiva como excelente: guión, actuaciones y montaje narrativo, hicieron que nos sorprendieran con esta joya que alquilamos, un tanto, para ver como una película pasatista que se ocupaba de la cocina. La sorpresa fue doble, cuando adosado en sus partes: entradas, plato principal y los postres, nos encontramos con este film valioso.
La parte final "Los postres", valga la ironía, deja un sabor amargo, que siempre conlleva el desarraigo, contra la voluntad de aquéllo que uno quiere.
J. C. Conde Sauné

lunes, 2 de junio de 2008


Que un año no es nada, que febril la mirada... No, no tiene sentido refritar un verso del gran Alfredo Le Pera, uno de los grandes autores que nos dio el tango. Pero con tango o sin él, pasó un año desde el 1-06-2007 en el cual inicié mi blog. Para mí fue una gran experiencia, creo que logré ser leído, más que si hubiera publicado un libro. Ya que éste, si no sos conocido, duerme en las librerías , luego en los galpones de algún depósito y con suerte llega a una mesa de saldos. Algunos amigos, lo aceptan por compromiso, luego lo olvidan y ni te lo comentan.
Al blog, ahora lo comprendo, se llega con ganas de leer y conocer lo que otros crean y permanece oculto. Una cultura no dirigida, ni digerida. (Vaya la rima, diría Borges). Aquí no hay marketing editorial, uno escribe lo que quiere y lo que puede, recordando ahora a Chejov.Se me ocurre pensar, que en el blog sucede lo mismo que en la poesía. Lo buscan con avidez, los que entran en la misma senda o circunstancias. Aunque hay escritores conocidos que lo tienen y otros como Elfriede Jelinek que ahora sólo publica en Internet.
Agradezco los mail y los comentarios, no muchos pero, para mí, valederos; me alientan a seguir en la brecha y en ésto tan sublime: la creación literaria.
J. C. Conde Sauné

martes, 27 de mayo de 2008

AGRESIÓN CRONOPIANA

Estaba ordenando libros en mi reducida biblioteca, guardo sólo los que sé expuestos a una nueva lectura. El resto pasa a la operación-canje. No es desdén a mis congéneres, respeto siempre a la gente que escribe,aunque no sea de mi agrado. Pero es imposible en un deto chico, guardar tantos libros y aparte discos. Así y todo, hay libros encima de otros, atravesados y de costado; también algunos en la parte de abajo de la mesita de luz. Como dije, ordenando y limpiando se me vino encima "62 Modelo para armar", me cayó de costado en la pierna derecha y la tapa filosa, me la raspó un poco, ya que estaba en bermudas. Es rara esta agresión del Cronopio Père; yo nunca hablé mal de él, ni adherí a las críticas de algunos literatos imberbes, (aunque algunos ya pasaron los 40 años, pero la adolescencia ahora se extendió hasta los 50). ¿Imberbes, dije?. ¿De dónde se me pegó esa palabreja?. Pero la dejamos, cambiarla no viene al caso. Por lo tanto no sé porqué Julio me tiró todo ese modelo, más que para armar, armado. Ahí, en la primera hoja, estaba la marca (X) de muy buena, no me gustó tanto como "Los premios", a la que sigo considerando su mejor novela, aún por encima de "Rayuela" de la cual, como se sabe, se bifurca "62 Modelo...".
Luego seguí hojeando otros libros y me consolé pensando: fue una suerte que no se me cayera encima "La muralla china" de Kafka, más que un raspón, las consecuencias serían lamentables.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 21 de mayo de 2008


"Entre la flor que tomo y la que doy/ la inexpresable nada".
Este poema o frase poética de Ungaretti, me vino a la memoria, al ver imágenes del extraño eclipse de sol, por la interposición de Venus. Esa pequeña luna en el sol provocada por Venus, deja nuestras pequeñas miserias cotidianas patas para arriba y me remite al poema citado. ¿En qué pensaba Ungaretti, cuando adhería al fascismo? Pero un hecho destacado lo rescata, protegió y ocultó en su casa a Umberto Saba, perseguido por ese régimen.
¿Hay realmente belleza, que se contraponga al sentido ético de la vida? Esto último es para mí: ¿cómo me puede gustar la poesía, de alguien que está en la vereda de enfrente, en lo que se refiere al pensamiento político? Creo que soy una especie de reincidente, me pasó antes con Eliot.


30-06-2004  *  J. C. Conde Sauné

martes, 13 de mayo de 2008


Hay libros que firman el certificado de defunción de un autor, al menos para mí. Haber leído "La jalousie" (La celosía) de 1957, como la primera novela llegada a mis manos de Alain Robe-Grillet, no me quedó más ganas de emprenderla con alguna otra de él. ¿Habrá alguna más buena que aquélla?. ¿Pero quién se anima?. Este padre de la "escuela de la objetividad", recientemente fallecido, hizo que lamentara el dinero gastado en el libro. Dicen que Roland Barthes lo admiraba, no me extraña, los gustos de Barthes tampoco son los míos.
Algo parecido me pasó con "Ferdydurke" de Gombrowicz y "Boquitas pintadas" de Manuel Puig, me desanimó para intentar leer algo más de ellos.
El mundo mecánico que proponen tanto Robbe-Grillet como Gombrowicz, desde otro punto de vista, no funciona de esa manera, los objetos no cuelgan del universo, sin una mano consciente que los desee y los contenga; y desde luego los fabrique. En esta sociedad, objeto-conciencia funcionan como una sola cosa. El objeto no existe, sin la ambición del ser humano para poseerlo; más en esta sociedad de consumo, pos revolución industrial, la única revolución que triunfó.
J. C. Conde Sauné

viernes, 9 de mayo de 2008

APUNTES SOBRE UN ESCRITOR *

Se lo podía ver todas las noches, sentado en un sillón, jugueteando con la lapicera y anotando una que otra palabra en un bloc borrador. Si uno se acercaba, muy despacio, y miraba por detrás y arriba de su hombro, podía leer lo siguiente: "Hallé un papel transparente/ en un cuadrilátero de aire.../ tomando un mate/ juego a escribirlo/ Mi la lapicera la uso de bombilla/ se ha lavado la yerba/ buscaré otra imagen."
Después seguía pensando en algunas otras palabras o posibles historias. A veces prendía el grabador y se escuchaba, luego, él mismo diciendo: "No hay un día en que no haya soñado con la muerte, símbolo perfecto de toda creación. La bella puta ninfómana, que todo buen amante de lo sublime desea...". Apagaba el grabador, sonriendo porque pensaba que la necrofilia, era casi una constante en eso que llaman el "ser nacional" y se adormecía en el sillón y en ese entonces nadie, que lo observara, podía saber que pensamientos o ensoñaciones moraban en ese ser tan extraño para la familia, como para los amigos. Se despertaba sobresaltado o disgustado por la mala posición en que dormía y tirando el borrador encima de la mesa, se iba a la cama, no sin antes pensar que iba a soñar con esa gran obra que iba escribir. Ya en la penumbra, y casi adormeciéndose, hacía y deshacía los posibles planes: "mañana, mañana -murmuraba". Pero al otro día y a la misma hora volvía a repetir el rito y eran sólo unas palabras ya escritas o grabadas que se iban sumando a la gran ambiguedad, porque nunca rompía un papel escrito. A Saint-John Perse ese sistema de ir escribiendo papelitos, según se dice, y un día reunirlos, le había dado resultado. Salvo que él no era Perse, sino un hombre obstinado que sentía que la gran obra debía escribirse de una sola vez, sin parar ni siquiera para dormir o comer. Una larga entrega, como la cópula de los reptiles.
Con el correr de los días, se dio cuenta que una obra literaria, no era tan importante para su vida. Sólo había estado llenando un tiempo que otros emplean para fornicar, masturbarse, ver gansadas por televisión o charlar con un vecino. Pero ahí estaba la gran falta, tan preocupado estaba con su obra, desde hacía años, que no se había dado cuenta que todo era muy absurdo. En resumidas cuentas, no sabía a quien podría interesarle una gran obra literaria. Ya que toda gran obra carece de sentido. Si uno imprime sólo el monólogo de Molly Bloon, como ya algún editor lo hiciera, el resto del "Ulises" es un sublime mamotreto. Lo mismo se obviaría la segunda parte de "Rayuela" (El gran Julio acertó, previniendo al lector que su obra era desmontable) y así etc., etc,...
Quizás las obras del futuro, seguía hilvanando el escritor, serán descartables como los envases de ciertos productos (Habría que considerar si algunos best-sellers no se adelantaron al futuro) y en algunos casos bio-degradables como los detergentes, un ejercicio de ecología literaria, digamos.
Post-scriptum: El escritor después de un tiempo, dio en la tecla. Sólo escribiría de su obra la parte descartable, se abstendría a que fuera bio-degradable, con la posteridad nunca se está seguro.
J. C. Conde Sauné          *     Integra el tomo "Mis cuentos diversos"

martes, 29 de abril de 2008


Imagen de otoño: al bajar del colectivo, a dos cuadras de la estación Quilmes hay una plaza cuyo nombre no recuerdo...
Un tapizado amarillo de hojas y más amarillas, aún, las que todavía quedaban en los árboles; todo en un contorno de cielo gris y una llovizna fría. La belleza fugaz del otoño, marca un fin hacia la muerte que prenuncia el invierno. ¿Cómo la vida? Quizás no, el otoño tiene algo de frágil y bello. Como el anochecer prematuro y la savia adormecida, esperando el despertar hacia una nueva aurora, que ahora no le pertenece. Sí, el otoño fascina de una manera especial, aunque tal vez inconsistente. Amo esta inconsistencia, este aferrarse apenas a la vida.


J. C. Conde Sauné

martes, 22 de abril de 2008

EN EL BONDI ( 6 ) Memorias de un pasajero


Cansado, me desplomé en el asiento. Era tarde, casi las nueve de la noche. Día horrible, con cierre de balance mensual y la Contaduría hecha un pandemónium y mi querida jefa contadora, apretando las marcas. Una suerte de "stopper" de la oficina, conteniendo a los auditores y reventando el balón a cualquier parte: "pero a cerrar mis muchachos". Después de recorrer un trecho, sobre la Avda. Belgrano, subió al 98 un hombre obeso y patizambo, saca su boleto y se sienta en el primer asiento. No hay problema de ceder el asiento, a esa hora sube poca gente al colectivo. Se acomoda y, casi sin querer, eructa fuerte. Tampoco hay problema, somos ocho o nueve en el bus y todos del sexo fuerte. Al rato, ventosea en forma ruidosa y se sacude, como para que el olor se desparrame. Ya el conductor se da vuelta, cuando lo para un semáforo y lo mira de reojo con fastidio. El hombre, sin inmutarse, abre la ventana y gargajea hacia afuera y emite una nueva ventosidad, cuando todavía campeaba el olor de la anterior. Yo que venía dos asientos detrás, abro la ventanilla y saco la cabeza, un poco afuera, para contrarrestar el monóxido. El hombre vuelve a escupir, eructar y ventosear repetidamente, ahora ya con un ritmo percusivo, que envidiarían los mismísimos Roy Haynes o Paul Motian. El chofer se da vuelta furioso, en Lima, y le grita: "¡viejo acabala un poco!". El hombre gordo se hace el desentendido y aguanta dos cuadras, pero vuelve a su concierto. Yo al principio, miraba todo con asco y disgusto. Luego empecé a reír calladamente y las lágrimas me chorreaban por las mejillas; hago como que me sueno la nariz y río y río a más no poder. Al llegar el colectivo a Constitución, el gordo se baja, separando el pantalón apretado en el culo, no sin antes pedorrear y escupir otra vez. El chofer se da vuelta y me ve que tengo la cara cubierta, con el pañuelo, aguantando las ganas de reír; con consternación me dice: "justo a mí me tocan estos gordos cagones hijos de su puta madre".
Sigo ríendo sin parar y cuando sube una señora , en Avellaneda, me mira de reojo pensando que estoy chiflado. Así, de a ratos, hasta bajar en Quilmes. Me hayo distendido después del balance. Mañana será otro día, me digo, todavía ríendo camino a casa.
Entro le doy un beso a mi mujer y largo las carcajadas contenidas. Ella me mira asombrada, mientras piensa: "pobre mi marido, esa oficina y los balances lo vuelven loco".
J. C. Conde Sauné

viernes, 18 de abril de 2008


Otro libro comprado, en la Feria del libro pasada: "Relatos" de Samuel Beckett. Experiencia fallida, pero comprensible. Nunca Beckett, Ionesco y Adamov, fueron santos de mi devoción; pero tenía curiosidad por leer esos relatos.
Faulkner trastocando tiempos y unidad narrativa, pulveriza el relato según algunos críticos; Beckett lo extermina. El mérito de Faulkner, no obstante, consistía en mantener el interés narrativo; un ejemplo admirable son "These 13" (Estos 13), relatos.
Además, siempre creo que cuando una trama o composición, de cualquier obra de arte, no tiende un puente hacia el lector o espectador, para que éste a su vez interprete o reelabore la preposición del artista, la obra como tal no existe.
Esto pasa también, con muchas obras musicales o artes visuales. Sin llegar al facilismo comercial, de que todo sea explicado o previsible, tiene que haber un interés del lector, que es mi caso. Soy obstinado e igual, a veces a los remesones, me empeño en leer un libro comprado. Resultado: me gustaron sólo 2 relatos del libro ("El expulsado" y "El final"), sobre todo éste último.
¿Perdurará la literatura de Beckett?. El tiempo y los lectores, hacedores de los verdaderos cánones, lo dirán.
28-07-2004  *  J. C. Conde Sauné

sábado, 12 de abril de 2008


Me gusta rescatar libros, entre esa pila que la gente desecha por una causa u otra. ¿Quién lee a O. Henry, hoy en día?. A este gran cuentista, nacido como William Sidney Porter, en Carolina del Norte (1862-1910); continuador de una zaga de narradores como E. A. Poe, Hawthorne y Melville. Estas "Cuatro páginas de la vida", es una edición del año 1963, reune 14 cuentos; en donde el estilo sencillo puede resultar anticuado para los discípulos de Barthes, porque ahora hay que innovar a cualquier precio. Pero a mí, me sigue gustando que me cuenten historias y no que me acumulen palabras sin sentido, porque no hay nada que contar. Y me quedo con este O. Henry, de cuentos tan excelentes como "La última hoja", "Despellejando lobos", "El cuarto amueblado" o "La cátedra de Filantromatemática". Tengo el recuerdo de haber leído a O. Henry en mi adolescencia, cuando leía mucho y de todo. Ahora decanto, leo poco y no de todo.
Buena es la tarea de revolver libros, cuando se encuentra uno como éste.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 2 de abril de 2008

"La cena" de Ettore Scola, con Fanny Ardant, Vittorio Gassman, Giancarlo Giannini (un poco sobreactuado), Antonio Catania, Stefania Sandrelli y otros que interpretan a clientes de un restaurant. Cuentan y entrelazan sus vidas, en ese pequeño remanso que es la cena y el cumpleaños de una sobrina de la dueña (una Fanny Ardant, entrañable como siempre). La película promete mucho pero, por momentos, la trama se abre y se diluye. No obstante, llega a ser aceptable, donde el mejor Scola de "Un día muy particular" y "Nos habíamos amado tanto", aparece en buena parte del film que vale la pena alquilar y ver.


J. C. Conde Sauné

viernes, 28 de marzo de 2008


Había comprado "Sodome et Gomorrhe", hace años, en la librería, de la desaparecida Harrods de la calle Florida y la había leído a los apurones y no cronológicamente como quería; después "Du côté de chez Swann" y "A l'ombre de jeunes filles en fleurs", la debía emprender con "Le côté de Guermantes", pero nunca lo compré. Así que leí nuevamente, esta vez con más calma, "Sodome et Gomorrhe". Y pasaron, casi veinte años de su compra. Cosas y circunstancias raras en mis lecturas, pero a veces me pasa, no es este el caso, que compro un libro y duerme un rato largo en mi biblioteca, hasta que llego a él.
Volviendo a "Sodome...", confieso que me atrajo, pero no tanto, como "Du côté..." y "A l'ombre...". Marcel Proust muere en noviembre de 1922, año de la publicación de "Sodome et Gomorrhe" y a mí me da la sensación como que la obra, quizás él más enfermo, no fue debidamente revisada. Hay muchas reiteraciones y de las 599 páginas de la colección "Folio" de Gallimard, creo que se podrían obviar unas cuantas. No obstante, el fuego de Proust está intacto y se leen las páginas con avidez, Aquí el narrador, persevera en la descripción minuciosa de sus personajes, como en las novelas anteriores, pero a hurtadillas, describe el ambiente entre nobles y burgueses, donde la homosexualidad se mira como permaneciendo ajena a ella, cuando se sabe que Proust era homosexual. El valor de la novela es ése, mirar desde afuera estudiando los sentimientos de los otros y los propios desde un prisma atípicamente heterosexual. Albertina, una posible bisexual, es el desvelo del narrador (Proust).
La nobleza en retirada, con algunos nobles venidos a menos y burgueses que empiezan a pelechar, muestran el ambiente de la novela, impiadosa en esos aspectos. Proust suele regodearse en las tertulias culturales de los nobles y la competencia con los burgueses, ocupando ya un lugar destacado en la sociedad francesa, de principios del siglo anterior.
Resumen: Proust, siempre Proust más allá del canon y de los Nobel. Hay que leerlo, sólo eso.
10-12-2006 * J. C. Conde Sauné

miércoles, 26 de marzo de 2008

CAPERUCITA Y EL LOBO ( NUEVA VERSIÓN )

EL LOBO (meloso) - Caperucita, Caperucita, niña mía. ¿Qué llevas en la canastita?
CAPERUCITA (Con aire enfadado) - ¡Qué carajo te importa, lobo sucio!
EL LOBO ( contemplativo) - ¡Qué lenguaje tan soez! Y yo que soy tan cariñoso contigo. ¿Porqué me rechazas?
CAPERUCITA ( casi colérica) - Porqué no seguís tu camino lobo sarnoso y me dejás tranquila!
EL LOBO (con aire severo) - He tratado de ser amable contigo y este es el pago. Está visto que no se puede ser un lobo bueno. (muestra los dientes).
CAPERUCITA (despreocupada) - Pretendés asustarme lobo sucio, te hace falta un buen cepillado en esos dientes. ¿No usás un dentífrico con flúor?
EL LOBO (ya decidido a mostrar su agresividad) - ¡Ahora verás! (da unos pasos y mete la pata en una trampa) ¡Ay caí en una celada!
CAPERUCITA (entre divertida e irónica) - Aparte de sucio, boludo. No hay nada que hacer, lobos eran los de antes.
EL LOBO (sollozante) - ¡Ayúdame, ayúdame, sé caritativa, niña mía!
CAPERUCITA (yéndose tranquilamente) - Morite lobo pulguiento, pedí ayuda a la APLI.
EL LOBO (gimoteando) - ¿Ay niña, qué es eso?
CAPERUCITA (con desdén) - Auxilio Para Lobos Idiotas.
J. C. Conde Sauné

sábado, 22 de marzo de 2008


En "Nathalie", el film con guión y dirección de Anne Fontaine, se podría decir que el trabajo de la notable Fanny Ardent, cubre algún bache del mismo. El clásico tema del adulterio es llevado por ella, mujer en la ficción de Gérard Depardieu y en complicidad con una prostituta, protagonizada por Emmanuelle Beart; para descubrir porqué él prefiere a otras, antes que a ella. La película es buena, en mostrar la intrascendente relación de un matrimonio acomodado; con un hijo con el que apenas cruzan palabras ocasionales. Ella es médica y él un ejecutivo de negocios que viaja a menudo. Los ratos de ocio los cubre con amantes y reuniones triviales. Esta es toda la trama de este film minimalista, en donde todo va sucediéndose y se acomoda como en el tablero de un ajedrez. Como en "La piscina" de Francois Ozon, la otra película vista anteriormente, chocan estos personajes donde la costumbre y el cinismo, suple a los sentimientos. ¿Nos acostumbraremos a vivir, sin sentir nada por nadie?.
J. C. Conde Sauné

martes, 18 de marzo de 2008


La modernidad tiene sus contrasentidos. No se puede pensar que algo es malo, porque es nuevo; como en el caso del blog y que augura la muerte del libro. Pienso que pueden subsistir, tanto uno como otro y hasta complementarse.
Antes de armar mi Breviario del ocelote, hice un estudio, hay de todo un poco: escritos a los apurones y hasta triviales, diarios íntimos que no sorprenden a nadie, autoestima exacerbada e intercambio de elogios "vos sos un genio y yo también". Pero vi allí muchos de ellos muy buenos: blogs y revistas literarias en la web; hacia eso aposté. Todas estas consideraciones vienen al caso, ante el ataque, en algunas publicaciones culturales, que sufre el blog. Como si sólo en el blog, hubiera cosas que no vale la pena leer. ¿Y en algunos libros, revistas o diarios? ¿Todo vale la pena leer?
En fin, yo recurrí al blog como una opción para publicar lo mío. Parte de mi Breviario, que llevo desde 1996, año de las primeras publicaciones en él; no puse la fecha real, sólo cuando un hecho en el tiempo lo exige, lo hago. También parte de mis poesías y cuentos escritos (únicamente los breves, más adelante veré que hago con textos extensos).
El blog, es un recurso como cualquier otro. Borges y hablo de Borges, no pegaba sus poemas en las paredes de Buenos Aires, cuando no era conocido. Y convengamos que, en las paredes, hay cualquier cantidad de basura pegada y escrita. Obviamente, Borges, realzaba a las paredes.
J. C. Conde Sauné

sábado, 15 de marzo de 2008

DESPUÉS DE LA RICHMOND *


¡Qué amargura
la de estar de este lado
sabiendo que enfrente
nos llama el pasado!...
(Cafetín) Homero Expósito

Quizás, con Baralis y Elvino Vardaro, Francini sea uno de los tres violinistas más grandes que ha dado el tango.
Recuerdo, por ejemplo, los solos de “Marrón y Azul” o de “Los mareados” en el Octeto Buenos Aires. O esa otra hermosa joya de “Yo quería ser feliz” con Héctor Stamponi. Eso no quiere decir que haya otros grandes violinistas en el tango: Nichele, Suárez Paz, Abramovich o Marcelli. Pero ser violinista de tango, requiere antes que nada: vibrar en tango y encontrar la cadencia justa en su melodía o en el pizzicato marcando el compás, aparte de la técnica y dominio del instrumento.
En esto pensaba, cuando vi el lugar en que se encontraba la Richmond, al doblar en Esmeralda; o al verlo es que pensé en todo aquéllo o ahora se me confundieron las ideas y no sé más nada. Lo que sé en concreto, es que me acerqué al lugar con mucha ternura y tratando de recordar cómo era entonces. Fue al asomarme a las vidrieras ya devastadas de lo que fuera un grill o algo así, después de la confitería, ahora en ruinas, posiblemente por cambio de firma, que como un relámpago me vi sentado con Mauricio a una mesa como hace veinte años, viendo precisamente a la orquesta de Enrique Mario Francini. Fue un relumbrón, pero me vi allí tal como era, sólo en un momento fugaz, pero que me dio la certeza exacta de haber estado ahí, sentado con Mauricio y yo que giraba la cabeza repentinamente. Un breve instante y después toda la normalidad: escombros por todos lados y el polvo blancuzco de cal. Me quedé mirando por el vidrio, un tanto confundido por esa alucinación. Después me fui caminando lentamente mientras ordenaba las ideas y pensaba mejor en todo lo que había visto. Sabiendo exactamente, que no pensaba en eso cuando me acerqué allí. Pero claro, ahora estaba la certeza del pensamiento y el porqué de ese pensamiento y de esa visión. Necesitaba coordinar bien todo. No era cuestión de sentarse en un bar y tomarse un par de whiskys, había que estar bien despejado. Caminando hacia la Avda. Córdoba fui hilando mejor los hechos. Recordaba, entonces, que trabajaba en una oficina de la Avda. Corrientes. A la salida del trabajo, casi siempre íbamos con Mauricio, compañero de trabajo, a algún lado a bailar. Él tenía más suerte que yo, porque bailaba muy bien. Yo era bastante malo bailando el tango y me costaba que alguna chica quisiera bailar conmigo. Recorrer Corrientes y meterse en la Montecarlo, en el Sans Souci o el Picadilly era cosa frecuente. Muchas veces íbamos, también, a la confitería Richmond, ya habíamos visto allí a las orquestas de Horacio Salgan y de Alfredo Gobbi. El recuerdo más nítido era el de Gobbi. Lo veía siempre con su pinta de muchacho bohemio y su aire pálido- tristón y el violín que salía como un quejido, detrás de la fila de bandoneones, en el adagio. Una tarde a la salida, vimos que el cartel de la confitería anunciaba a la orquesta de Francini. Hacía poco que Francini se había desvinculado de Pontier, luego de conformar una de las orquestas de vanguardia de la época. El día que íbamos a ver a Francini yo no tenía plata. Mauri me dijo: “no importa, yo te banco”. Siempre procedíamos de la misma manera, Aún en el hipódromo, cuando uno de los dos se quedaba sin plata. El otro apuntalaba y las ganancias a medias. Entonces Mauri volvió a repetir: “vamos igual que yo tengo guita”. Cuando entramos, los músicos estaban afinando los instrumentos. El escenario quedaba en el fondo, frente a la puerta y a un costado el mostrador. De allí en adelante, se acomodaban las mesas hacia la entrada del salón. Un locutor, no muy sobrio, anunciaba ostentosamente a la orquesta. No recuerdo muy bien, si el primer tango que ejecutaron fue “La trilla” de Arolas, lo que sí me acuerdo es que de repente el locutor dijo: “a continuación la orquesta de Enrique Mario Francini va a estrenar un tango de Astor Piazzolla ‘Melancólico Buenos Aires’ –y señalando hacia un lugar determinado del público- el maestro Piazzolla se encuentra entre nosotros”. A lo que Piazzolla se levantó, casi mágicamente, entre una de las mesas e hizo una reverencia hacia la gente y la orquesta. Esta arrancó con todo, dejó atrás la primera parte y entró en el adagio, de uno de los tangos más hermosos que Astor haya compuesto. Era como si toda la melancolía y la bruma de un otoño en Buenos Aires, (porque lo tuvo que haber creado, mirando a través de una ventana hacia el otoño o en el adiós de una despedida, cuando las imágenes distantes de la ciudad aún titilan en los ojos y una semipenumbra tenue va borrando poco a poco las aristas de los edificios) estuviera comprimida en ese pedacito tan mezquino como bello. Mauri y yo estábamos entusiasmados, tanto que no vimos como,paulatinamente, se iba llenando el salón. Hacia el final de la primera entrada de la orquesta, me di vuelta para mirar a la gente que iba ingresando. Entonces fue que sentí un estremecimiento y quedé temblando. Mauricio me dijo: “¿qué te pasó che?”. “No, nada, nada”. En realidad no había sido nada de mucha importancia o claro después tendría importancia. Allá atrás recortado sobre el vidrio fue que lo vi. Miraba de una manera extraña, casi ensimismado. Y era la cara de esa persona, recortada sobre el vidrio, lo que me había estremecido. Ese alguien tenía mi cara, no como la de entonces, sino como la de ahora. Mucho tiempo después... después de la Richmond.
J. C. Conde Sauné            *    Integra el tomo "Mis cuentos diversos"