jueves, 3 de julio de 2008


Quevedo fue uno de mis primeros referentes literarios, después de las letras del tango, principalmente, las de Alfredo Le Pera, José María Contursi y los dos Homeros (Manzi y Expósito).
Creo que tenía 12 o 13 años, cuando saqué de la Biblioteca de San Isidro, en la que era socio, una antología poética de él y desde siempre admiré sus sonetos. Ahora recuerdo aquel que comenzaba: "Huye sin percibirse lento el día,/ y la hora secreta y recatada/ con silencio se acerca, y despreciada/ lleva tras de si la edad lozana mía..".
Por eso no dudé, al conseguir en una mesa de saldos, en comprar "El buscón", una de sus obras satíricas; había leído antes, otras obras satíricas, pero la vida del "Buscón" fue algo especial. Como se ve, poco le costaba a Quevedo crear bellos sonetos o reírse del medio que lo rodeaba.
En la vida del "Buscón", campea de una manera muy bien camuflada, como en el "Quijote" de Cervantes, la Santa Inquisición, que ya le había prohibido el "Cuento de cuentos". La andanzas de este "Buscón", podría muy bien representar a cierta clase dirigente de la política argentina; no en vano somos, casi todos, hijos de la madre España y también la tendencia, muy nuestra, de reírnos de los infortunios diarios.
En esta época de cánones literarios, el mío, en la literatura clásica española, estuvo siempre decidido: Cervantes, Quevedo y Lope de Vega.
5-10-2004  *  J. C. Conde Sauné

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