martes, 15 de julio de 2008

DE EDITORES, CORRECTORES Y OTRAS YERBAS

Después de "Sodome et Gomorrhe", (1921/1922 -año de su muerte), la obra restante de la "Recherche..." de Proust, fue publicada por su hermano Robert, con la ayuda de Jacques Rivière y Jean Paulhan. ¿Alguien asegura que no se haya modificado nada?. Lo mismo se comprobó con la obra póstuma de Kafka, Max Brod hizo de las suyas.
En el caso de Raymond Carver, aún en vida del autor, Gordon Lish, dicen que sacó, agregó y modificó a "piacere" la obra del autor. Se comenta, no obstante, que Carver lo aprobaba. Al que no aprobarían de ninguna manera, es a Ignacio P. Se preguntarán quien es este personaje. Era un compañero de oficina, en uno de los lugares que trabajé; tenía una biblioteca muy particular, con todos los libros corregidos por él. Caían en la volteada: Borges, César Vallejo (recuerdo que una vez vi, en un libro, dos renglones suprimidos de un verso) y algunos más. Arrancaba hojas de un capítulo, que no le gustaba, de una novela; así sin tan ni más. Lo descubrí un día que faltó al trabajo y buscando en su escritorio, no por curiosidad, sino para obtener un dato laboral; me encontré con esa sorpresa al ver un libro de Kafka corregido. El pobre Franz, aparte de Brod, sufrió la corrección de Ignacio. Alguna vez, por curiosidad, se lo comenté y él, ofendido, me dijo que su biblioteca era personal y no prestaba libros a nadie, por lo tanto nadie tenía derecho a inmiscuirse. Pero a veces se excedía , en una oportunidad le presté un disco y me marcó en la etiqueta, los temas que le gustaban y los que no, cuando le recordé que ese era "mi" disco, me dijo: "perdoname se me fue la mano". Está de más decir, que nunca le presté otro. Pienso, que habrá sido de la vida de este compañero, que no volví a ver al cambiar de trabajo. Por ahí está, quien lo sabe, como editor o corrector en alguna editorial. Me viene a la memoria un cuento de Macedonio: "Un paciente en disminución", al que el Dr. Terapéutica le iba extirpando todo lo que le dolía, hasta dejarle sólo un pie. Me imagino lo libros de Ignacio, con la tapa, cuatro o cinco hojas y el índice.
Hay que comprender a este ex-camarada laboral, así como cada cual se hace un canon a su antojo, también tiene derecho a tener en los libros, las obras como le gustaría leerlas. ¡Y a no inmiscuirse!
J. C. Conde Sauné

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