martes, 19 de julio de 2016

SUEÑOS DE UNA NOCHE DE INVIERNO (relato) *

En el fondo del sueño
están los sueños.
........................................
Yo también soy un sueño
fugitivo que dura.
JORGE LUIS BORGES (La rosa profunda)


Carlos estaba recostado sobre el respaldo de la cama, respirando fatigosamente. A su lado, Malen dormía sin ninguna inquietud. Se levantó tratando de no despertarla. Otra vez había cometido el error, dejando avanzar el asma hasta resultar, casi imposible de dominarla. Había empezado a usar el Berotec, ahora en menos de tres horas se había hecho otra "fumigación", como le llamaba él al empleo del aerosol. Era evidente, debía haber tomado antes el corticoide, pero en ese momento era tarde para lamentarse. Por eso fue a la cocina, tratando de no hacer ruido, y se tomó un comprimido de Ciprocort, a pesar de la repulsión que le ocasionaba tomar ese tipo de remedios. Las consecuencias eran previsibles, sufriría luego ardores de estómago y desórdenes de todo tipo en el aparato digestivo, por consiguiente: dieta y antiácidos. Se acordaba, de algo que había leído en el libro del Dr. Varando: "Que es la homeopatía...": "La terapéutica la practican los visitadores médicos, que todos los días se presentan haciendo la apología de un nuevo producto". Pero en esas circunstancias, era peor sentir la opresión que empezaba casi en la garganta y se extendía hacia abajo, haciéndole salir un aullido cada vez que respiraba. Se quedó en el living, mirando por la ventana. Estaba haciendo tiempo, para aplicarse otra vez el aerosol; sí, todo el arsenal de la farmacopea moderna contra el aullido. Afuera debería hacer un frío tremendo, el vidrio se empañaba con su respiración. Era una de esas noches de julio que, prácticamente, ni un perro abandonado se anima para andar por la calle. Casi en diagonal, al departamento en que vivían, dos hombres hablaban en la esquina. Era un poco más de la una de la mañana y él se preguntaba, de que podrían estar hablando a esa hora y con ese frío. Se quedó un rato mirando por la ventana, como para entretenerse y olvidarse de la fatiga. Los dos   hablaban con  ademanes grandilocuentes. Él notaba que la opresión en el pecho disminuía, pero no del todo. A pesar de la experiencia, que tenía para capear esas crisis, se iba poniendo cada vez más nervioso. Además no quería hacer ruido y despertar a Malen. ¿Para qué? Con que sufriera uno, ya era demasiado. Trató de serenarse pensando en cualquier cosa, mientras respiraba el aire más pausadamente y lo expelía de la misma manera, para tratar de conseguir algún alivio. Quizás en menos de una hora, ayudada con la nueva aplicación de Berotec que se iba hacer, la dexametasona empezaría actuar. Mientras tanto, seguía mirando por la ventana a los dos hombres que continuaban hablando. Él se preguntaba, qué los obligaba a estar allí, pudiendo estar tranquilamente acostados en la cama y bien abrigados. ¡Al diablo con los tipos! Agarró el aerosol y apretándolo, aspiró el aire en forma profunda, tratando de contenerlo. Cuando empezó a respirar de nuevo la fatiga era peor, pero luego, poco a poco fue cediendo; hasta quedar en un maullido más leve y sentir el pecho más aliviado. Ya está, entonces se acostaría. Cuando lo hizo, Malen se despertó y le preguntó que hacía. "No, nada Malen fui al baño -le dijo" Ella ronroneó un poco y se quedó de frente a la ventana. La noche clara de invierno, que entraba por ahí, destacaba su perfil: el pelo rubio hundido en la almohada, el recorte de la nariz y los labios; denotaban beldad y también beatitud. Viéndola dormir así, una calma venturosa lo fue envolviendo. Ella debería estar soñando, porque movía imperceptiblemente los labios y los párpados. Miró hacia afuera, los condenados tipos todavía hablaban. Poco a poco, y quizás por el antihistamínico, que contenía el Ciprocort, una modorra lo fue envolviendo y entró lentamente en el sueño. Empezó a soñar de una manera inédita (luego lo recordaría), eran fragmentos de sueños con breves intermedios, pero se iban uniendo entre si como en un filme. Era como si alguien fuera filmando y compaginando al mismo  tiempo.
Estoy saliendo de la escuela y ya me escapo para entrar solo en la calle cortada, siempre me atraía esa calle tan rara, que terminaba en una escalinata que daba casi a la mitad de la calle Primera Junta que bajaba hasta la barrera, justo a unos metros de la estación San Isidro R. Venía por esa calle toda llena de casas grandes con parques, con muros y ligustros altos que no dejaban ver para adentro. Me causaba placer y temor venir por esa calle solitaria. Había una casa que tenía un estanque, en donde flotaban los nenúfares. ¡Qué flores tan extrañas! Me parecía que algún asesino o ahorcado se me podría aparecer en cualquier momento. Pero ahora caminaba seguro y contento y fue cuando llegaba al final de la calle, que vi desde arriba a la mujer rubia sentada en el borde del rellano de la escalera. Cuando pasé frente a ella la miré y vi que estaba impaciente como esperando a alguien. Pero ella me preguntó cómo me había ido en la escuela y cómo me llamaba. Contrariando a lo que me habían enseñado en casa, me detuve para hablar con la extraña. Ya me daba cuenta desde afuera del sueño (aún soñando) que era Malenka. Pero en el sueño viéndome venir de la escuela, no sabía quien era ella; me atraía y me sentía un poco aturdido, tratando de contestar todas las preguntas a la vez. "La escuela no me gusta  me llamo Carlos pero en el barrio me dicen Serafino por mi papá que se llama Serafín me gusta mucho jugar a la pelota y soy pincharrata y me pongo triste cuando pierde Estudiantes y colecciono estampillas y también figuritas y me gusta mucho ir a nadar en el río y quedarme sentado en el paredón mirando las luces de la draga cuando anochece". Eso me parece muy bien, decía ella, pero andate a tu casa con cuidado y poné atención cuando cruzás la barrera. Un corto intermedio y después yo estaba en el balneario Las Barrancas, adonde trabajaba mi padre, y andaba con zapatillas de goma porque así podía correr mejor, y corría a toda velocidad sorteando las columnas de cemento de la galería, que estaban debajo de la pista de baile, y avanzaba a toda velocidad y justo cuando llegaba frente a la columna la esquivaba limpiamente; hasta que algo me llamó la atención: un farol aparentemente desconectado, colgaba en una de las columnas y me acerqué queriendo enderezarlo y recibí una descarga eléctrica que me tiró casi hasta la otra columna y me quedé llorando y temblando de miedo. Ella ya estaba cerca de mí tratando de consolarme. Yo sabía que eso iba a ocurrir. Lo sentí, cuando sorpresivamente fui arrojado contra la otra columna. "Ese farol casi me mata -le dije". No, no es nada -decía ella- yo estaba segura de que no te iba a pasar nada grave, todavía tenés que vivir conmigo cuando seas grande y por nada del mundo te iba a pasar algo malo; bueno tomate un vaso de agua y ya está. Así sucesivamente, se me aparecía y siempre vestida de la misma manera, con una blusa blanca y una pollera azul y zapatos de taco y siempre llevaba una cartera tipo Chanel con cadena. Cuando me di cuenta tenía el tobillo incrustado como en alfileres y el dolor era terrible y ni sabía siquiera como sucedió. Sólo me acordaba que estábamos jugando en la calle y que salté para cabecear la pelota y que caí a destiempo con un  pie. Después el Nené me dijo que cuando bajé del salto, lo hice apoyando un pie en la calle y el otro en el cordón. Esa noche vino la mujer que tiraba y colocaba los huesos. Con suaves caricias en el pie y repentinos tirones me lo había acomodado y me hizo un vendaje; mi madre me dio un calmante y me sentí un poco más aliviado. Recién cuando mis padres se habían ido a dormir, apareció ella. Me traía un paquete grande de  Sugus y yo estaba contento porque me gustaban mucho y más su pelo rubio y el mechón cayendo sobre sus ojos color cielo claro y ella me decía que no hablara en voz alta, que se podían despertar mis padres y a mí la idea me sobresaltaba; que pensarían ellos si veían que una mujer extraña me cuidaba y ella sentada en el borde de la cama mientras yo pelaba un Sugus detrás de otro y ella paseando la vista por la habitación. Yo dormía en una cama turca, que estaba en un rincón del comedor y de día le tiraban un cubrecama grande y era un perfecto diván. Ella se sobresaltó al sentir que algo pasaba rozándola. "Es mi gato Ojalate -le dije". "Qué nombre tan raro nunca lo oí -dijo ella". Ojalate saltó a la cama y  le dí un Sugus. "Es lindo, pero a mí más que los gatos blancos me gustan  los negros, pero Ojalate es blanco y sin embargo me gusta y estoy segura que te vas a poner bien y vas a venir adonde yo vivo -afirmó ella". Y me daba un beso, que me causaba más placer que todos los caramelos juntos. También le hizo una caricia a Ojalate que se fue maullando tras de ella, como demostración de afecto. Aparecía en el sueño mi padre y hablaba con voz pausada. Es una buena oportunidad, le decía a mi madre, si vamos a trabajar con él. Me daba cuenta que se referían a mi tío. Además había oído a mi tía, hermana de mi madre, cuando hablaba con ella y le hacía esa brillante proposición. El negocio, proseguía mi padre, está bien instalado y lo compró hace poco. A mí no me gustaba mucho esa idea, pero todos se habían puesto de acuerdo. Repentinamente me acordé de la rubia y de la escalera en la calle cortada. Hacía tiempo que no la veía y ella se sentía tan segura de que yo iba a ir en su busca. Ya habían pasado algunos años y no sabía si podía encontrarla en algún lugar, ya que todo había sido un sueño y me dolía dejar a mis amigos  y las calles silenciosas, por las que tanto me gustaba pasear.
Otra noche se durmió plácidamente y cuando se despertó, estaba en la camilla de un sanatorio en Quilmes y lo iban a operar de apéndice. Pero sólo un momento estuvo despierto, porque ya el anestesista le aplicaba el penthotal y se entregó al sueño profundo y volvía a ver a Malenka y su pelo rubio y esta vez sus lágrimas y su miedo porque ya no se sentía tan segura de volver a verlo y de que él fuera a su encuentro. Él le decía que no era nada y que todo era como el tobillo y como el farol de la columna o como aquella vez en el río, que con Boris querían ir hasta la boya nadando y después a él le agarró un calambre en una pierna. Boris no podía ayudarlo, porque nadaba como doscientos metros más adelante y aunque él lo llamara, no hubiera podido oírlo. Entonces se armó de valor tratando de mantenerse a flote, mientras se masajeaba la pierna y pensaba en ella, que claro no podía estar porque no sabía nadar y como ahora tampoco podía estar, porque él estaba en esa camilla solo a suerte y verdad. Pero saliendo ya a flote como en el río y era Malenka que subía corriendo contenta la escalera del sanatorio. Él la miraba desde arriba, como aquella vez en la calle cortada y ella con su pullover rojo y su pollera escocesa y con sus ojos que eran una caricia. Entonces era ella que volvía para llevárselo otra vez junto a ella en esa cama y en ese departamento. Ahí donde estaban muy juntos, entreviendo el alba de esa noche de invierno y cuando él volviera del sueño, seguro que no sabría si salía del sopor del penthotal o del antihistamínico. Pero que, sin duda, lo que más le interesaría era estar allí y estaba junto a Malenka y eso era, en suma, lo importante.
J. C. Conde Sauné     *     Integra el tomo "Dos veces el mismo río"           

lunes, 11 de julio de 2016

JORGE LUIS BORGES Y ADOLFO BIOY CASARES, con el seudónimo de H. Bustos Domecq, escribieron los cuentos policiales "Seis problemas para don Isidro Parodi". Hasta le hicieron una biografía apócrifa, al tal Bustos Domecq.
Tomé este libro de mi biblioteca, que ya había leído, y me llamó la atención que, de los seis cuentos, sólo dos tenía marcados como relevantes; el resto los consideraba como apenas buenos, para colmo son los primeros en el libro. Confieso que los leí de  puro obstinado. No podía creer, que algo de Borges no me atrajera. Es cierto, que trabajar a cuatro manos, no debe ser nada fácil y me parece que en estos relatos, prevalece el estilo de Bioy, que a veces resulta algo farragoso y rebuscado en sus ficciones.
Isidro Parodi es un preso, que en la celda 273, donde cumple una condena, resuelve los casos delictivos que le llevan. Para él es una distracción, pero cada tanto debe soportar la cháchara y los argumentos que, abiertamente, confiesa que lo aburren. "Tómese un resuello, señora - intercaló respetuosamente Parodi- Ahora que no garúa, usted podría aprovechar, don Anglada, para hacerme un resumido". No falta el humor "borgeano", en esos chascarrillos que se reiteran a menudo, por suerte, como los del cuento "Las previsiones de Sangiácomo".
"La víctima de Tadeo Limardo" y "La prolongada busca de Tai An", son los cuentos, como mencioné antes, que más me gustaron; para los otros sigo manteniendo mi opinión.
Este libro, originalmente, lo había editado EMECÉ en 1972 y PLANETA, el que tengo, en 1985. Lo volví a leer, precisamente, para comentarlo y me cuesta mucho criticar a Borges, que participó en el mismo.
J. C. Conde Sauné       
    

viernes, 1 de julio de 2016

Poema N° 58 ( Cuaderno IV ) * Nenúfares

Hacia donde los nenúfares pierden su
suave persistencia y el tiempo es aún
más persistente.
Hacia donde la palabra corona su
imagen y un simple gesto es una
esperanza.
Devuelvo mis errores y mis pasos andados.
¿Porqué no detuve el tiempo
cuando era necesario?
Ahora el espacio es como un cielo indiferente,
que nos mira sin rencor, pero que tampoco
nos ofrece nada.
¡Tiernas flores del silencio que viajan
hacia la eternidad!
Vana belleza, suspendida en el vacío.
J. C. Conde Sauné