viernes, 30 de noviembre de 2012

En los años 60, leí por primera vez "Poemas escogidos" de Giuseppe Ungaretti (1888-1970) y me encontré con un gran poeta. Después me enteré que había sido fascista y adhirió a Mussolini. Luego al ver la película "El comisario Pepe" de Ettore Scola, lo vi realizando una arenga al pueblo a favor del "Duce"; en un agregado documental que Scola hizo en la misma. Cuando llegué a casa, busqué el libro en mi biblioteca y me dispuse a tirarlo; cosa que nunca hice con un libro. Antes de efectuarlo, dudando, lo abrí y me salió al cruce el poema "Plegaria": "Cuando me alce/ del torbellino de la promiscuidad/ en una límpida y atónita esfera.// Cuando mi peso se me haga ligero.// El naufragio concédeme Señor/ de aquel joven día en el grito primero". ¿Cómo un devoto del "Fascio" pudo escribir algo tan sublime? Abrí otra página y leí "Si tú, hermano", poema dedicado a la memoria del hermano y sentí otro golpe en el plexo izquierdo. Cerré el libro y lo puse, en el escritorio, a un costado de la biblioteca. Y ahí quedó, en el purgatorio, hasta su redención; volvió al estante, tiempo más tarde, entre Turgueniev y César Vallejo. Hoy lo saqué y lo llevé, para leerlo de nuevo, antes de dormirme; dejé de lado su pasado y pienso sólo en su poesía.
Este libro de Ungaretti, fue editado por "Fabril Editora" (Bs. As. 1962) con una traducción, selección y prólogo de Rodolfo Alonso; uno de nuestros grandes traductores. Es una selección de seis libros de Ungaretti: "La alegría", "Sentimiento del tiempo", "Poemas dispersos", "El dolor", "La tierra prometida" y "Un grito y paisajes".
Ungaretti, al igual que Salvatore Quasimodo,encontró una manera simple y no de poemas forzados hacia afuera de su misma esencia; para construir una poética de valor perdurable. Encabezando el prólogo, Rodolfo Alonso colocó una estrofa de su poema "La pietàd": "¿Ho fatto a pezzi cuore e mente./  Per cadere in servitú di parole?". Un verdadero lema para su obra. Él está entre mis preferencias poéticas y le debo no poco.
J. C. Conde Sauné  

martes, 27 de noviembre de 2012

El caso de Roberto Goyeneche, entre los cantores de tangos, es casi único. Es uno de los pocos que obvió la escuela gardeliana. Cantó, prácticamente, como si no lo hubiera conocido a Gardel. Su canto se asemeja más a un cantor de jazz, que a uno de tangos. Su fraseo es imprevisible, hay pausas espontáneas, dialogo con los instrumentos y hasta pequeños "scat"; sobre todo en su última etapa, cuando su voz había menguado.
Su trayectoria tiene cuatro hitos importantes. Uno con la orquesta de Aníbal Troilo. Antes había cantado con Horacio Salgán, reemplazando a Horacio Deval y era muy buen cantor, pero recién con Troilo encontró su estilo y su mote de "Polaco". Se comenta, que un día Pichuco esperaba que él terminara de charlar, con alguien, para comenzar el ensayo y Goyeneche no terminaba nunca; hasta que le dijo: "che Polaco dale, vení que empezamos de una vez". Y ahí le quedó el apodo. Después que dejó su orquesta, se volvieron a reunir más de una vez. En 1971 para grabar el LP "Te acordás Polaco" (título que aproveché para dedicarle un poema). Entre los temas que recuerdo estaban: "Fueye", "Barrio de tango", "Toda mi vida" y "Trenzas"; una grabación antológica. Otro tramo de su carrera, para destacar, fue junto al trío y la orquesta de Baffa-Berlingieri. Y también con la Orquesta Típica Porteña; si bien no figura en la tapa del disco, creo que los arreglos y dirección estaban a cargo de Raúl Garello. Y la última importante, para mí, con Atilio Stampone. Aquí su voz ya declina, pero mantiene la ductilidad y fuerza que siempre le fueron características.
El secreto de su éxito y perdurabilidad, a través del tiempo, es muy sencillo. Fue un cantor personal, manejó su voz con un oído envidiable. Contó una vez Néstor Marconi, que con otro músico le hicieron una broma, alterando el ritmo de una canción. Goyeneche los miró de reojo y esperó que la música avanzara y en dos saltos del compás, alargando y acortando los tiempos, volvió a acompañarlos con su voz. Otro mérito suyo, para destacar, fue la elección de los temas. Por lo general los cantores de tango, tienen un gusto pésimo para elegir los temas. Goyeneche se apoyó, casi siempre, en poetas de la jerarquía de Alfredo Le Pera, Homero Manzi, Pascual y José María Contursi, Homero Expósito, Cátulo Castillo, Enrique Cadícamo y Enrique Santos Discépolo, entre otros; lo mejor de lo mejor para un cantor de su talla.
J. C. Conde Sauné 

jueves, 22 de noviembre de 2012

NUEVAS FRASES MODIFICADAS (SEGÚN USO Y COSTUMBRE)

*   Es más fácil encontrar una aguja en un pajar, que un funcionario del gobierno pobre.

*   No hay mal que dure cien años, a veces dura más de doscientos.

*   Antes era la oligarquía vacuna. Ahora nos vacuna la oligarquía estatal.

*   Dijo un opositor: "Estos son mis principios, si no les gustan me hago oficialista".

*   Dijo otro opositor: "Estos son mis principios, si no les gustan, .... la verdad que no sé a que me opongo". 
     
*   Dijo un oficialista: "Estos son mis principios y a mí me dan buenos resultados; si no les gustan, se joden. !Y no me vengan conque soy autoritario¡".
   
*  Contó un jubilado: "Anoche soñé que nos otorgaban el 82% móvil. Luego desperté y me dije, lo que es soñar al pedo".

*   Una señora acaudalada deslizó: "No me enteré del '8 N', porque estuve ocupada al tanto de lo que pasaba en el Congreso del PC Chino. Ahora soy comunista y es cheto, viste". 
      
 J. C. Conde Sauné 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Con los libros de EUDEBA, me pasa lo mismo que con los del "Séptimo Círculo"; no sé la cantidad de ellos que he leído. Pero "Tini y otros relatos" de Eduardo Wilde, estoy seguro que no. Lo había hecho, con ese maravilloso libro de su tío José Antonio Wilde, "Buenos Aires, desde setenta años atrás"; precisamente lo tenía a mano para releerlo. Pero ahora me aboqué a "Tini...", EUDEBA lo editó en 1960 con una portada de Carlos Alonso y me encuentro con otro libro sorprendente. "Tini" es un cuento simple, casi un boceto como el resto del libro. Abunda en él, ternura y desazón ante lo inevitable, como es relatar la muerte de un niño. Hay además, unas semblanzas muy buenas como la del Dr. Ignacio Pirovano al que conoció porque Eduardo Wilde, como su tío José Antonio, también era médico. Otra de Nicolás Avellaneda (que un día le dijo a él, que tenía aspiraciones políticas: "usted no será jamás popular, mi doctor, es usted demasiado universitario..."). Y la del coronel Estompa, que lo habían nombrado jefe de la frontera, para evitar la invasión de los indios a los poblados. Siempre tiraba cañonazos, para cualquier lado, pretendiendo disuadirlos. Imponía disciplina, arrestando a una compañía entera y ejecutaba soldados de su tropa a boca de cañón. Recién, después de todo eso, se dieron cuenta que estaba loco. A pesar que Wilde, como casi toda la generación del 80, consideraba al europeo un ser superior al indígena o mestizo, su relato es impiadoso y crítico. Leyéndolo uno entiende, como antes a la generación de Mayo, lo que vino de aquí en más y subsiste con los aborígenes. Después de estas biografías, viene para mí lo mejor del libro, "Aguas abajo", su autobiografía en la que se esconde con el nombre de Boris; están allí sus padres y hermanos, todo visto con la visión de un niño. En el capítulo "Astronomía-Meteorología-Ligera reseña del cielo, del infierno: "El infierno es una sucursal del cielo, las almas rechazadas en éste, son las únicas que aquél acoge (todo el mundo lo sabe)" En otro de sus capítulos "Origen del mundo-La luna, la tierra y sus enseres"; dice con ironía que "Dios había creado el mundo de la nada y de paso se había creado a si mismo. Eso no entendía Boris, pero así estaban las cosas". Termina esa hermosa letanía, que es "Aguas abajo", hablando de sus hermanos: María, Cristina, Vicenta (la más querida por él), Tomás, Gregorio, Patricio y Alberto; todos ellos tratados con igual cariño.
Eduardo Wilde nació en 1844, en el sur de Bolivia, su padre se había exiliado allí en la época de Rosas y murió en Bruselas (Bélgica) en 1913. Siendo médico, colaboró en 1870 durante la epidemia de fiebre amarilla, cumplió su tarea sin aceptar remuneración alguna y ocupó luego algunos cargos públicos. Florencio Escardó, crítico de la generación del 80 (para mí una réplica de la Revolución de Mayo), decía que obraban de manera contraria a como escribían. Ricardo Rojas los llamaba "prosistas fragmentarios". Aníbal Ponce y Sarmiento, los alababan. Yo tengo una visión distinta, no pienso si Echeverría, Sarmiento, José Ingenieros (cuya "Sociología argentina" considero lo mejor que se escribió hasta ahora) o Eduardo Wilde, en este caso, coinciden conmigo; lo que valoro, es que me ayudan a pensar en donde estamos parados ahora y porqué sigue sucediendo lo que ocurre. Y porqué nunca se tomó al país como un ente armónico e igualitario. La literatura suele ser ese espejo que a veces necesitamos; ahora más que nunca.
J. C. Conde Sauné  

viernes, 16 de noviembre de 2012

En octubre de 1958 se realizó esta grabación, teniendo como líder al pianista Cecil Taylor. Acompañado por John Coltrane (saxo tenor), Kenny Dorham (trompeta), Chuck Israels (bajo) y Louis Hayes (batería). En 1962 BLUE NOTE la difundió de nuevo con el título: John Coltrane - "Coltrane Time", que es como figura en este CD que tengo. En casi todos los temas, aparece Cecil Taylor armando lo sustancial. En "Shifting down" (K. Dorham), el primero, Taylor prepara el clima, le sigue Coltrane en un solo aceptable (pero no el mejor Coltrane), a continuación Dorham con un solo para el canon trompetístico, Israels y Hayes hacen lo suyo manteniendo la tensión del ritmo, de eso saben mucho. "Just friends" (Klenner-Lewis), Dorham y Coltrane comienzan la diversión. Taylor hace maravillas en su solo, Dorham no se queda atrás, Coltrane tampoco y terminan todos amigándose. El tercero, "Like someone in love" (Van Heusen-Burke). Hermosa y suave melodía la de este tema. Dorham conserva su calidez en un solo de singular sencillez, lo mismo Coltrane y Cecil Taylor, en contraste, lo extrapola; pero conserva lo esencial. "Double clutching" (Ch. Israels). Un cierre fenomenal, con todos muy inspirados en esta composición del "bass": Dorham, Coltrane, Taylor, Israels y Louis Hayes sugiriendo el ritmo. 33:40 dura este compacto, parece poco, pero está lo perdurable del buen jazz.
Agrego algo sobre Cecil Taylor: estudió en el New England Conservatory de Boston, influyó en él Béla Bartok y Debussy. Pero, en el jazz, viene de una línea directa: Ellington-Monk-Tristano y llega al "free-jazz". Dijo en una ocasión: "Siempre expongo los valores de la cultura negra. Es mi camino, es parte de mi vida".
J. C. Conde Sauné

viernes, 9 de noviembre de 2012

En el nº 472 de "Ñ", se menciona que "El Buscador" anduvo por la librería "La Zona" de Quilmes. Le comenté, a uno de los dueños, el artículo aparecido en la sección de la citada revista; me dijo que una persona ya se lo había dicho antes. Pero que él y su socio, no tenían idea de cuando ese señor anduvo por ahí. Es una suerte de fantasma, que hurga libros usados en esas librerías. Casi por la misma fecha, o tal vez antes, yo también estuve huroneando por "La Zona". Me conseguí una perla que "El Buscador" no vio o le gané de mano.  El libro en cuestión: "Prosa" de Robert Frost, del gran poeta norteamericano. Dado a conocer por "Ediciones Troquel" (Bs. As. 1969), encuadernado lujosamente y con señalador. Hoy en día una rareza. Son quince ensayos que abarcan, entre los años 1924 y 1959. Con un compilado y prólogo de Hyde Cox y Edward Connery Lathem; y una muy buena traducción de Nina De Kalada y Alberto Girri. Son 136 páginas que las leí y releí volando; no hay desperdicio. En "La imagen que un poema crea", leemos: "Un poema puede ser trabajado una vez que ha nacido, pero no puede obligárselo a existir. Su cualidad más preciada seguirá siendo la de haberse desarrollado a si mismo, arrastrando consigo al poeta". 
Se decía de Frost que , en poesía, no se entusiasmaba fácilmente por ninguna moda, ni por ningún cambio de moda. En el comentario que le dedicó a la poeta Amy Lowell, acota: "Es absurdo pensar que el único modo de averiguar si un poema es perdurable es esperar y ver si perdura. El buen lector de un bello poema puede afirmar en el momento mismo en que este le impresiona que ha recibido una herida mortal; que jamás se repondrá de ella (...) No debe aguardar la prueba del tiempo".
Algunos de estos escritos, fueron conferencias dadas en algunas universidades, otros prólogos de algunos libros. En todos ellos, Frost demuestra la fluidez sencilla de sus poemas, extendido hacia la prosa. Decía que era imposible explicar un poema, si uno lo intentaba, iba a usar unas palabras distintas y de inferior calidad, desvirtuando el mismo. Este libro que definí como perla, por su presentación, lo es obviamente por su contenido. No creo que lo hayan editado de nuevo, si no lo hicieron, prepongo que lo hagan. Vale la pena.
J. C. Conde Sauné  

lunes, 5 de noviembre de 2012

Poema N° 9 ( Cuaderno IV ) * Los mitos


TOUJOURS MALENKA

Malenka: ningún sol acaricia tanto como tus ojos,
los que me miran porque son soles.

J. C. Conde Sauné

viernes, 2 de noviembre de 2012

Siempre leí fragmentos del "Diario de Adán y Eva" de Mark Twain, en revistas o diarios. Ahora lo encontré, en la librería que voy de tanto en tanto y aproveché la oportunidad. Es una edición de "Corregidor" (1973), con una tapa muy vistosa y original; una manzana mordida y en el centro, las primeras frases del "Diario de Adán": "Esa nueva criatura de pelo largo me sale al paso a cada rato. Siempre anda rondando y persiguiéndome. Esto no me gusta; no estoy acostumbrado a la compañía...". Es una lectura para el deleite y la distensión, el humor de Mark Twain. Quien viva en pareja o en matrimonio, aún en una relación armoniosa, no dejará de sonreír, ante esa mujer que ordena y mantiene la casa; como en el caso de Eva, el bosque. Ella gusta de poner nombres indicativos: "Parque cataratas del Niágara", "No pise el césped", "Por aquí al remolino"; para desconcierto de Adán, que gozaba del paraíso sólo para él. Más confusión aún, cuando ella le dice que su origen es una costilla de él, constatando que no perdió ninguna costilla. No le gusta, además, la relación de Eva con la serpiente; ve que se vienen problemas y piensa en emigrar. Y al fin Eva, como se sabe, prueba la manzana y se viene la ira divina. Ella alega que la serpiente la engañó, diciéndole que la fruta prohibida era la castaña y no la manzana. Se terminó el Paraíso, pero hay que seguir viviendo y el bosque es grande para buscar otro lugar. Y ahí, Adán termina prendado de Eva y al fin de su vida, pone este loable epitafio en su tumba: "Donde quiera que ella estaba, allí era el Edén".
Samuel Langhorne Clemens era simplemente Mark Twain (1835-1910). En mi niñez ya conocía su nombre, cuando leía y disfrutaba de las "Aventuras de Tom Sawyer".
J. C. Conde Sauné