lunes, 19 de noviembre de 2012

Con los libros de EUDEBA, me pasa lo mismo que con los del "Séptimo Círculo"; no sé la cantidad de ellos que he leído. Pero "Tini y otros relatos" de Eduardo Wilde, estoy seguro que no. Lo había hecho, con ese maravilloso libro de su tío José Antonio Wilde, "Buenos Aires, desde setenta años atrás"; precisamente lo tenía a mano para releerlo. Pero ahora me aboqué a "Tini...", EUDEBA lo editó en 1960 con una portada de Carlos Alonso y me encuentro con otro libro sorprendente. "Tini" es un cuento simple, casi un boceto como el resto del libro. Abunda en él, ternura y desazón ante lo inevitable, como es relatar la muerte de un niño. Hay además, unas semblanzas muy buenas como la del Dr. Ignacio Pirovano al que conoció porque Eduardo Wilde, como su tío José Antonio, también era médico. Otra de Nicolás Avellaneda (que un día le dijo a él, que tenía aspiraciones políticas: "usted no será jamás popular, mi doctor, es usted demasiado universitario..."). Y la del coronel Estompa, que lo habían nombrado jefe de la frontera, para evitar la invasión de los indios a los poblados. Siempre tiraba cañonazos, para cualquier lado, pretendiendo disuadirlos. Imponía disciplina, arrestando a una compañía entera y ejecutaba soldados de su tropa a boca de cañón. Recién, después de todo eso, se dieron cuenta que estaba loco. A pesar que Wilde, como casi toda la generación del 80, consideraba al europeo un ser superior al indígena o mestizo, su relato es impiadoso y crítico. Leyéndolo uno entiende, como antes a la generación de Mayo, lo que vino de aquí en más y subsiste con los aborígenes. Después de estas biografías, viene para mí lo mejor del libro, "Aguas abajo", su autobiografía en la que se esconde con el nombre de Boris; están allí sus padres y hermanos, todo visto con la visión de un niño. En el capítulo "Astronomía-Meteorología-Ligera reseña del cielo, del infierno: "El infierno es una sucursal del cielo, las almas rechazadas en éste, son las únicas que aquél acoge (todo el mundo lo sabe)" En otro de sus capítulos "Origen del mundo-La luna, la tierra y sus enseres"; dice con ironía que "Dios había creado el mundo de la nada y de paso se había creado a si mismo. Eso no entendía Boris, pero así estaban las cosas". Termina esa hermosa letanía, que es "Aguas abajo", hablando de sus hermanos: María, Cristina, Vicenta (la más querida por él), Tomás, Gregorio, Patricio y Alberto; todos ellos tratados con igual cariño.
Eduardo Wilde nació en 1844, en el sur de Bolivia, su padre se había exiliado allí en la época de Rosas y murió en Bruselas (Bélgica) en 1913. Siendo médico, colaboró en 1870 durante la epidemia de fiebre amarilla, cumplió su tarea sin aceptar remuneración alguna y ocupó luego algunos cargos públicos. Florencio Escardó, crítico de la generación del 80 (para mí una réplica de la Revolución de Mayo), decía que obraban de manera contraria a como escribían. Ricardo Rojas los llamaba "prosistas fragmentarios". Aníbal Ponce y Sarmiento, los alababan. Yo tengo una visión distinta, no pienso si Echeverría, Sarmiento, José Ingenieros (cuya "Sociología argentina" considero lo mejor que se escribió hasta ahora) o Eduardo Wilde, en este caso, coinciden conmigo; lo que valoro, es que me ayudan a pensar en donde estamos parados ahora y porqué sigue sucediendo lo que ocurre. Y porqué nunca se tomó al país como un ente armónico e igualitario. La literatura suele ser ese espejo que a veces necesitamos; ahora más que nunca.
J. C. Conde Sauné  

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