viernes, 2 de noviembre de 2012

Siempre leí fragmentos del "Diario de Adán y Eva" de Mark Twain, en revistas o diarios. Ahora lo encontré, en la librería que voy de tanto en tanto y aproveché la oportunidad. Es una edición de "Corregidor" (1973), con una tapa muy vistosa y original; una manzana mordida y en el centro, las primeras frases del "Diario de Adán": "Esa nueva criatura de pelo largo me sale al paso a cada rato. Siempre anda rondando y persiguiéndome. Esto no me gusta; no estoy acostumbrado a la compañía...". Es una lectura para el deleite y la distensión, el humor de Mark Twain. Quien viva en pareja o en matrimonio, aún en una relación armoniosa, no dejará de sonreír, ante esa mujer que ordena y mantiene la casa; como en el caso de Eva, el bosque. Ella gusta de poner nombres indicativos: "Parque cataratas del Niágara", "No pise el césped", "Por aquí al remolino"; para desconcierto de Adán, que gozaba del paraíso sólo para él. Más confusión aún, cuando ella le dice que su origen es una costilla de él, constatando que no perdió ninguna costilla. No le gusta, además, la relación de Eva con la serpiente; ve que se vienen problemas y piensa en emigrar. Y al fin Eva, como se sabe, prueba la manzana y se viene la ira divina. Ella alega que la serpiente la engañó, diciéndole que la fruta prohibida era la castaña y no la manzana. Se terminó el Paraíso, pero hay que seguir viviendo y el bosque es grande para buscar otro lugar. Y ahí, Adán termina prendado de Eva y al fin de su vida, pone este loable epitafio en su tumba: "Donde quiera que ella estaba, allí era el Edén".
Samuel Langhorne Clemens era simplemente Mark Twain (1835-1910). En mi niñez ya conocía su nombre, cuando leía y disfrutaba de las "Aventuras de Tom Sawyer".
J. C. Conde Sauné

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