jueves, 29 de agosto de 2019

Hay un dicho que dice: "el que busca encuentra". Aunque uno ignora, a veces, con lo que se va a encontrar. Es lo que le ocurre a Mark Liddon, personaje de la novela "El buscador" (The Follower, título original) de PATRICK QUENTIN. Él vuelve a Nueva York , luego de un viaje a Venezuela, por cuestiones de trabajo. Piensa darle una sorpresa Ellie, su mujer; y le manda previamente un mensaje.
Llega a su hogar y ella no está allí, pero sí un hombre muerto con un balazo en el corazón. Más tarde, pensando que Ellie está implicada, saca el cadáver de allí y lo lleva a una cochera, en donde guarda su coche, y lo coloca en una camioneta allí alojada en el fondo del garaje.
Luego de unas averiguaciones, entre conocidos, se entera que su mujer, adicta al juego, ha perdido mucho dinero en el casino de un amigo y el hombre encontrado muerto en su casa, frecuentaba ese lugar. Los padres de Ellie, gente adinerada, se habían negado a darle el dinero que ella debía pagar en esa casa de juego; cuyo dueño era un peligroso forajido. Ellie había desaparecido, quizás temiendo por su vida y nadie sabía nada de ella. Y Mark emprende la búsqueda, sin dar parte a la policía, temeroso de que ella pudiera ser arrestada. Anda por muchos sitios y llega hasta México. Y se topa con lo insondable y lo insólito; con las cartas en las manos, ya jugadas.
Esta novela de Patrick Quentin (seudónimo que usaron Richard W. Webb y Hugh  C. Wheeler) para escribir este libro, publicado por "Emecé", para el legendario "El Séptimo Círculo" creado por Borges y Bioy Casares,  me pareció magnífica. Sobre todo la descripción de los personajes y el submundo de la gente al margen de la ley; donde alternan tanto la clase alta como la baja. Para leer y pensar, seriamente, hacia donde vamos.
J. C. Conde Sauné 

lunes, 19 de agosto de 2019

¿SOÑAR, Y NADA MÁS?

Una frase un guiño,
un giro alucinado de
la pluma, abuela materna
del procesador de textos;
de la fantasía cibernética,
del canto fugaz
del posmodernismo
o el posidiotismo, elijan.
Y el olor rancio de la sociedad
moderna, alocada y rugiente;
hundiendo sus narices en un 
hedor continuo a esmog y orines secos.
¡Soñemos, oh vieja pluma en 
tu vuelo audaz y en tu fácil
aleteo de putita alegre.
¡Soñemos, sí soñemos sólo eso!
J. C. Conde Sauné