lunes, 28 de diciembre de 2009

Poema Nº 5 ( Cuaderno I ) * Los mitos

por alambiques sin óleos
destiñe su pintura
magistrales y simples voladuras
de pincel sin manos.

cerebro que juega
y aglutina geometrías.

carteles
fetiches del alma
gran klee
para tu composición de chico
con obsesiones de hombre
poniendo
registros
al mundo
lleno de tierra y
muertes inauténticas.

J. C. Conde Sauné

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Un tiempo atrás leí un cuento, cuyo autor no viene al caso, que estaba bien construido y el tema, en el cual narraba una antigua relación, era interesante. Pero no pasaba de ahí, de ser un cuento simple como los que escribía Maupassant o éstos que leí ahora de Katherine Mansfield. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre éstos y aquél?. Creo que estriba en el espacio abierto que dejan, tanto Maupassant como Mansfield, para que el cuento no termine cuando uno llega al final. En estos cuentos completos de Katherine Mansfield, que acabo de leer, ella muestra la habilidad para, con tan poco, hacer un relato asombroso. Agrupados en dos partes, esta vieja edición de Schapire: "En una pensión alemana" y "Algo pueril y otros cuentos", de los cuales tomo "Un nacimiento" y "Dirección equivocada", para citar uno en cada parte, comprueban porqué se la cita a ella como una gran escritora. En el primer cuento, el protagonista esperando el parto de su mujer, revive los sucesos pasados del matrimonio y planea los futuros, con la incertidumbre de que todo salga bien, con ese tema tan pequeño, logra un relato fuera de lo común. En "Dirección equivocada", una anciana tejiendo pasa las horas y siente el cansancio de los años; mientras lo hace, una carroza fúnebre, que equivoca la dirección, para enfrente de su casa y ella experimenta el anuncio de una muerte, que todavía no esperaba. Sale a recibir al funebrero y aclara el caso, no es ése el domicilio. Pero al irse ellos, no es la misma, ahora siente más miedo que cansancio; como pensando, esta vez no fue, ¿pero cuándo?.
Estos 38 cuentos, del tomo I, el único que conseguí, es una muestra acabada de un talento notable. El secreto: hacer distinto, lo que otros harían de una manera convencional.
J. C. Conde Sauné

viernes, 18 de diciembre de 2009

Poema Nº 4 ( Cuaderno I ) * Los mitos

albert camus:
por un grito su sangre existencial.

o como quería ungaretti:
sin peso esta ternura
galopando odios
atemperando
barreras
insanas
oscuras melodías
concebidas en lo agrio
y lo añoso
de un
destino
atestiguando.

(El exilio nace, y se camina por arenales
incubados de sol aborigen...
El reino, lo vimos sucumbir el día
que un sólo hombre tuvo hambre).

con un perfil
obnubilado
fue llevando
albornoces fatigados
por caminos de constantine.

algérie su entraña
fue queriendo hasta
que la muerte lo trasplantó
fuera de lo cotidiano.

lo sé
andando
por orán
con un extranjero rumbo
mirando el infinito...

J. C. Conde Sauné

martes, 15 de diciembre de 2009

Poema Nº 3 ( Cuaderno I ) * Los mitos


este horacio quiroga tiene
un personaje
o varios que imponen
se endemoniada diablura
de canto y de machete.

tratan
de vencer
una selva
de verdes
transportados
en lluvias
con licuadas
películas
de humedad.

y si misiones
delira
por sus voces
hasta perderse
en una lejana
fernando poo
no le hagan caso
el tiempo es obstinado
quiere
plasmar
hurgar
lo que el artista devuelve
en cada realidad.

a veces en un sueño
otras, en las mismísimas
lágrimas de un río.

J. C. Conde Sauné

viernes, 11 de diciembre de 2009


"Merci pour le chocolat" ("Gracias por el chocolate"), es una película muy buena, donde Claude Chabrol aún conserva el pulso firme de los grandes creadores del cine francés.
Un pianista, André (Jacques Dutronc) y su mujer Mika (Isabelle Huppert) una empresaria chocolatera, experimentan la irrupción de Jeanne (Anna Mouglali) una joven que estudia piano; pensando que, tal vez, cambiada al nacer, André puede ser su padre. Un argumento que va manejando con suspenso Mika, de una conducta bastante conflictuada y sospechosa hacia Guillaume (Rodolphe Pauly), hijo del primer matrimonio de André y que está de visita en vacaciones. Todo lo va descubriendo Jeanne, invitada de la casa, que perfecciona su técnica en el piano con André.
Interés sostenido, en un estilo sobrio y de buenas actuaciones.
Música de Liszt, Chopin y Debussy: merveille, merci aussi pour la musique du film".
J. C. Conde Sauné

lunes, 7 de diciembre de 2009

AFORISMOS AL DESGAIRE

* No entraste cuando llegaste, porque ya habías salido cuando te fuiste.
* El placer dura hasta que se acaba (sic?) y cuando se acaba ya no es placer.
* No hay que buscarle tres patas al gato, tampoco al tero y menos a la pata (pareja del pato).
* Cometa: lo que un funcionario corrupto, come y tiene como meta.
* En un momento de duda, dudé de todo; de todo lo que había dudado antes.
* Soñar despierto es una ventaja. No necesitamos dormir y menos, aún, rehacer la cama.
* Malversar el fondo público y pretender que éste te aplauda, es un contrasentido.
* Dicen que el dulce de leche es argentino, como cierta gente con mala leche.
* Un agujero en el techo cuando llueve, es una gotera; varios una ducha.
* El mate cocido, es un mate al que le robaron la bombilla.
J. C. Conde Sauné

viernes, 4 de diciembre de 2009


La infancia y la adolescencia, marcan un jalón importante en nuestra vida; quizás el que prevalece, con variadas circunstancias, el resto de lo que vamos a vivir. Tal vez, eso se propuso Frank McCourt al escribir "Las cenizas de Ángela", una novela que leí con sumo interés. El protagonista, niño y después adolescente, sabe que tiene que dar un giro importante en su vida; para no terminar borracho en una taberna, como su padre, malgastando el dinero destinado para sostener a su familia. El país donde transcurre la narración es Irlanda, en los años de la Segunda Guerra Mundial. Se describe allí: pobreza, ignorancia y una resignación, casi suicida, para no torcer el destino. Se podrá criticar, en la novela, cierto optimismo para cambiar el destino del personaje, autobiográfico; pero el autor nos convence que estaba preparado, por su inteligencia, a realizarlo. Además cuenta con un entorno familiar, sobre todo sus tíos, que lo instan a que busque otros rumbos y no se conforme con un mal empleo o a vivir de la ayuda asistencial. La influencia de Frank, abandonado por su padre, que ha ido a trabajar a Inglaterra, hace que su madre Ángela y dos hermanos consigan un trabajo, antes de que él parta para Estados Unidos.
En cada capítulo, de los 19, hay algo para destacar. En el IV, casi al comienzo, leemos: "El maestro dice que morir por la fe es una cosa gloriosa y papá dice que morir por Irlanda es una cosa gloriosa y me pregunto si en el mundo habrá alguien que quiera que vivamos. Mis hermanos están muertos y mi hermana está muerta y me pregunto si murieron por Irlanda o por la fe. Papá dice que eran demasiados jóvenes para morir por algo. Mamá dice que fue la enfermedad y el hambre y porque él nunca tiene trabajo".
Al principio no me convenció, en esta novela, cierta desprolijidad en el estilo; pero a medida que avanzaba ni pensé en ello. Además, es casi el niño el que la escribe. Reacio, últimamente, a la lectura de novelas, no lamento haberlo hecho con "Las cenizas de Ángela", una de las destinadas a perdurar.
J. C. Conde Sauné

lunes, 30 de noviembre de 2009


"Le chien jaune", traducido como "El perro canelo", es una novela policial de Georges Simenon que acabo de leer. Cada tanto me gusta leer novelas policiales y ésta es la tercera de Simenon que leo; antes "El loco de Bergerac" y "La sombra chinesca".
Vuelvo a repetir, lo que dije antes sobre las buenas novelas policiales (digamos novelas, a secas): reflejan mejor que algunas, con más pretensiones, hacia donde va una sociedad. El argumento de esta ficción, se desarrolla en Concarneau (Finistère), en donde unos burgueses aburridos, hacen tertulias en el café del "Hôtel de l'Amiral". Simenon vuelve a demostrar aquí la solidez de su relato. El cachazudo, pero eficaz, inspector Maigret resuelve sus casos, fumando apaciblemente su pipa.
Tengo ya a Simenon, descubierto no hace mucho, entre mis preferidos al lado de Conan Doyle, Horace Mc Coy, Patricia Highsmith, Stanley Ellin y Margaret Millar; en este género de ficción.
J. C. Conde Sauné

lunes, 23 de noviembre de 2009

EN EL BONDI ( 13 ) Memorias de un pasajero

Antes de que me ocurrieran estos episodios, me preguntaba cuando uno se da cuenta que está viejo y los hechos me pasaron simultáneamente. Estaba esperando en Once el 98, tranquilo haciendo cola para ir sentado. No era cuestión de ir parado, después del amasijo diario. De esa manera me sentaba en el fondo, en la popular como llamaba a los asientos allí ubicados. De pronto vi a una señora, de esas mañosas y pícaras, que se deslizaba de costado cuando se arrimó el colectivo para que la gente subiera. Un hombre, que estaba delante mío, protestó y yo le hice pierna: "¡estas viejas siempre colándose!". La aludida señora se dio vuelta y me contestó: "yo no me estaba colando señor, quería ver el cartel para saber de que ramal es el colectivo, aparte fíjese que usted tampoco es un pibe que digamos". Me acostó la vieja y subí al bus un poco azorado. Al tomar velocidad el vehículo, empecé a sentir frío, era un otoño fresquito y no podía cerrar la ventanilla, por más fuerza que hice. El muchacho, que venía sentado a mi lado, me dijo: "deje don que lo ayudo". Le dio un tirón calculado y a media máquina, cerrando la ventanilla. Le agradecí al muchacho, pero ese "don" me dejó en la hueste de los que van al retiro. Siguió avanzando el colectivo y en Constitución estaba lleno hasta el tope. No sabía cómo, pero hasta ese lugar inexpugnable había llegado una chica pálida y a punto de desmayarse. Me levanté para darle el asiento, pero ya otra chica que venía sentada adelante, de la fila del fondo, se levantó antes, ayudó a la que se sentía mal y la sentó al lado de la ventanilla, en donde ella había estado. Quise darle el asiento a la buena samaritana, pero ésta me dijo: "no, no hay problema, no se moleste señor quédese ud. sentado"; haciéndome una sonrisa tierna y cariñosa. Lo interpreté como "abuelo quédese sentado a ver si se me desmaya ud. también".
Mejor que los espejos, sirven los viajes en colectivo para deschavar la edad.
J. C. Conde Sauné

martes, 17 de noviembre de 2009


Emily Brontë, por fin llegó su turno para mí. Acabo la lectura de "Cumbres borrascosas". ¿Tarde? Para la literatura clásica, nunca es tarde. Las buenas obras permanecen en el tiempo y ésta nos da la razón. Había comprado el libro hace años. ¿Cinco, diez años? Mi esposa, me dijo una vez que lo quería leer de nuevo y lo compré; con la idea de hacerlo luego yo. Y ahí quedó, por una razón u otra. Y me encontré con una gran novela, que empieza con un relator, casi extraño a la misma; Lockwood, un hombre que alquila una granja y se encuentra con los extraños moradores que viven en "Cumbres borrascosas", una finca del lugar. Allí toma el relato Nelly (la sra. Dean, una ama de llaves) y cuenta la historia de las familias Linton y Earnshaw. Ella le revela, todos los secretos de esas familias a Lockwood. Éste, que pensaba permanecer un año en la granja alquilada, decide dejarla; no le cae muy bien ese ambiente y esos personajes. Al año, de paso cerca de allí, resuelve visitarla de nuevo y se entera de las novedades; la sra. Nelly se las cuenta, a partir del momento en que él abandonó el lugar. La narradora usa a Lockwood, también, para terminar el relato de la novela con un final feliz, se diría, a pesar de las tragedias ocurridas en aquel sitio; Lockwood la comienza y la termina, se diría casi sin querer, ella que gobierna la trama, se lo impone.
Lydia Pinkus, en el libro "Los hermanos Brontë", nos dice: "¿Cómo pudo, quien jamás estuvo enamorada, quien no mantuvo una sola conversación con un joven, escribir la más profundamente violenta de las historia de amor?" Según Pinkus, el hecho de haber sido testigo de los malhadados amores de Anne y Charlotte, sus dos hermanas, los traspasó a su mundo interior. Según las propias palabras de Emily: "...doblemente aprecio el mundo interior". Más allá de la realidad, los que pretendemos urdir ficciones, sabemos que sin él no es posible una creación literaria. A Emily Brontë, le bastó para crear una novela perdurable. Según Georges Bataille: "uno de los más bellos libros de la literatura de todos los tiempos".
J. C. Conde Sauné

viernes, 13 de noviembre de 2009

Poema Nº 2 ( Cuaderno I ) * Los mitos

anudarme colores
para plasmar figuras
me enseñó van gogh

locoebriogenial

que salía a buscar esencias
y las mordía
azotando pinceles
untados de arcoiris.

J. C. Conde Sauné

martes, 10 de noviembre de 2009

Siempre me pregunto: ¿cuántos libros le quedarán a uno en la vida sin leer? Y pienso en las hermanas Brontë: Anne, Emily y Charlotte, Todo eso, a raíz del ensayo-biografía que Lydia Pinkus hizo sobre "Los hermanos Brontë"; porque incluía a Branwell, el hermano de ellas, en el cual el padre cifraba todas sus esperanzas, para que fuera un gran artista. Pero terminó destruido por el alcohol y las drogas. Esto dificultó la vida de sus hermanas, quienes a pesar de todo, fueron las que pasaron a la posteridad por sus obras: "Agnes Grey" (Anne), "Cumbres borrascosas" (Emily) y "Jane Eyre" (Charlotte), entre las más recordadas. Confieso, que no leí ninguna de las tres novelas, Sólo vi las películas "Cumbres borrascosas", la dirigida por William Wyler con Merle Oberon y Laurence Olivier; y la dirigida por Peter Kosminsky con Juliette Binoche y Ralph Fiennes, recuerdo sobre todo esta última.
Siempre estuve en deuda, con la lectura de la novela, que recién ahora comienzo y adquirida hace algún tiempo.
El libro de Lydia Pinkus, muy bien estructurado y se diría casi didáctico, nos da una idea precisa de su tiempo y el entorno familiar, en el que vivieron las hermanas Brontë. Insta a leerlas y corroborar ese tan personal y apasionado mundo de ellas.
Por el libro mencionado, Lydia Pinkus obtuvo, en 1997, el Primer Premio de Ensayo otorgado por el Fondo Nacional de las Artes; lo creo bien merecido.
J. C. Conde Sauné

viernes, 6 de noviembre de 2009

Poema Nº 1 ( Cuaderno I ) * Los mitos


ayer
muchos
años atrás
césar vallejo
se sintió enfermo

sufría de humanidad
quería jugar con sus palabras
y sanarse jugando

ayer
siempre
atrás
pasearía por parís
con sus manos
desamparadas
en los bolsillos
y ni una miga
lo resarciría
de su tristeza

¿y qué hago entonces aquí
urdiendo poema tras poema
si vallejo enfermo aún
deambula por las calles?

J. C. Conde Sauné

miércoles, 4 de noviembre de 2009


Se vuelve, a veces, a los libros leídos por un impulso natural o circunstancial. Esto último, me llevó de nuevo a "Santa Fe, mi país", los cuentos de Mateo Booz (Miguel Angel Correa-1881/1943). Un artículo anterior, publicado en mi "Breviario", en el cual menciono el cuento "Los regalos de Fred Devores", difundido en el libro citado, hizo que lo buscara en mi reducida biblioteca y ahí estaba, se había salvado del canje. La reciente relectura de estos 17 cuentos, divididos en cuatro partes: Las ciudades, Campos y selvas, Los pueblos y Las islas, prueban una calidad pareja y sobresaliente.
Con "Los inundados", relato de este libro, Fernando Birri hizo aquella película destacada en 1961, con el mismo nombre. Mateo Booz se ajustó a la premisa de Tolstoi y pintó su aldea. Al leer cuentos como "Los inundados", "La casa solariega", "El infierno verde", "La sinecura de don Cristino", "Patria de infieles", "El reloj" o "El pequeño mundo de Nabor Camacho", uno descubre que mucho no ha cambiado la realidad social en la Argentina; al contrario ha empeorado. Un libro como éste, refleja mejor que pretenciosos libros de ensayos, históricos o de no-ficción, hacia adonde han apuntado los gobiernos en los últimos setenta y cinco años, populistas y no populistas, con dictaduras intermedias.
"Santa Fe, mi país" fue publicado en 1934. La edición que yo tengo , es de 1966 (EUDEBA).
J. C. Conde Sauné

viernes, 30 de octubre de 2009


Retomar un libro leído, como dijera en más de una oportunidad, siempre causa satisfacción. "La petite Roque" y nuevamente Maupassant en el candelero.
De los nueve cuentos, me siguen gustando más: "L'épave", "Julie Romain" y "Le père Amable"; aunque los demás, son muy buenos. Pero, a veces, la temática los hace más atractivos a unos que a otros. En "L'épave", es maravilloso como juega la idea del naufragio, con un barco y un amor circunstancial que no llega a consumarse; no por el naufragio en si, pero con el barco, semihundido, que es visitado por los protagonistas de la historia. Lo breve de la oportunidad y la indecisión de ambos, hacen el resto. (Una joya para mostrar como se escribe un cuento). Como la pequeña anécdota de "Julie Romain", explotada al máximo. ¡El arte incomparable de Guy!.
25-10-2005 * J. C. Conde Sauné

lunes, 26 de octubre de 2009


Algún día serás un hombre de bien y te dejarás crecer el bigote, le dijo el padre a un futuro fama pequeñín.
El chico le preguntó que significaba ser un "hombre de bien".
El padre le respondió que no era gran cosa, pero lo importante era que el bigote fuera bien tupido y denotara autoridad y suficiencia, que era en suma lo importante.
J. C. Conde Sauné

jueves, 22 de octubre de 2009


Salvo Shakespeare, Arthur Conan Doyle, G. K. Chesterton y en los últimos años Katherine Mansfield y Joseph Conrad, nunca me detuve en algún autor inglés en especial. Por eso antología que encuentro en el canjero, de literatura inglesa, me la traigo para casa. Conseguí una de la Editorial Signo (Bs. As.) del año 1946, con una buena traducción y prólogo de Oscar Fernández Silva. Son nueve autores: Geoffrey Chaucer, Mary Ann y Charles Lamb, Charles Dickens, Jerome-Jerome (Jerome Klapka), Oscar Wilde, Rudyard Kipling, Chesterton y H. G. Wells.
En un santiamén, me leí las 300 páginas y pico del libro; es una muy buena selección. Nunca había leído a los hermanos Mary Ann y Charles Lamb, que escribieron juntos; aquélla, en un estado de perturbación mental, mató a la madre. Hecho trágico que marcó su vida y terminó al cuidado del hermano.
Tampoco lo había hecho, me refiero a la lectura de Jerome-Jerome y Wells.
Todos los cuentos fueron de mi agrado, pero especialmente destaco los de Dickens y Chesterton, siempre un paso más adelante para mí.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 14 de octubre de 2009


Algunos consideran "La vida breve", como la mejor novela de Juan Carlos Onetti, a mí me gustó, pero no tanto como "El astillero" y "Los adioses".
El particular estilo de Onetti, en novelas más largas como "Juntacadáveres" y "La vida breve", hace que la trama por momentos se diluya. Sigo pensando en sus cuentos, tanto como en "El astillero" y "Los adioses", allí la trama se condensa y Onetti cobra un vuelo inusitado, candente y muy original.
En "Los adioses", que acabo de leer, nos lanza sus personajes para que ellos nos armen la novela y nosotros la completemos con la lectura, es la creación literaria que me atrae y cautiva. En esta novela, el almacenero del pueblo se viste de narrador, ayudado por un enfermero y una mucama, que le acercan ciertos datos del personaje; un basquetbolista enfermo y en decadencia que viene a curar su tisis en las sierras. Su escasa locuacidad, hace que aquéllos vayan armando su vida con observaciones. En ese almacén que sirve, también de receptor postal, recibe cartas de distintos remitentes cercanos al personaje: su mujer y una amante. Casi al fin de la narración, dará una vuelta de tuerca la tensión del relato, con la ayuda de una de las cartas. Todo eso, en una forma como al desgaire, negligente y desprovista de emoción. El estilo de Onetti, muy propio en esos aspectos, cercano a Faulkner, pero no tanto como se dice; es incomprensible como la vida misma y en un mundo de perdedores, de los que no disfrutan estos supuestos placeres de la vida moderna. Donde si se tiene, no importa cómo, se es feliz.
J. C. Conde Sauné

lunes, 5 de octubre de 2009


"Memorias desde el subsuelo" de Dostoievski (l864), prenuncia a la novela moderna, especialmente a Joyce y Faulkner. En la primera parte, un largo monólogo interior no es ajeno al autor de "Ulises"; aunque éste elimine la puntuación como novedad.
En el capítulo II, de esa parte, el personaje piensa: "Ahora voy a contarles señores (quieran ustedes o no), por qué ni siquiera he conseguido a llegar a ser un insecto. Lo declaro ante ustedes solamente: muchas veces he intentado convertirme en un insecto, pero no me he juzgado digno de ello". ¡Kafka en "La metamorfosis" con Gregorio Samsa, lo logró!
Yo no he encontrado, en las novelas que he leído, algo muy diferente, en lo conceptual, a Cervantes, Dostoievski y en el siglo que pasó a Kafka. Quizás sea una justificación para, cada tanto, releerlos a los tres y también a Proust que aportó lo suyo en la historia de la novela, al reelaborar el mundo interior que propuso Dostoievski.
La novela de referencia, que el autor encara como un diario, tiene dos partes: "El subsuelo" ( el largo monólogo ya mencionado) y "A propósito de la nieve derretida". Se acumulan en las dos partes de la novela: resentimiento, cargos de culpa y de conciencia, más autohumillación. En esta admirable "nouvelle", Dostoievski deja al personaje a la intemperie, nada lo cubre ni lo sostiene, tampoco, hacia el final de la misma, un posible amor con una mujer tan desdichada como él; a la que denosta.
No sé en que momento tuve este libro y lo leí, puede ser que lo haya prestado y ahí terminó mi pertenencia. Ahora lo volví a comprar y leer. Valió la pena esta inversión.
J. C. Conde Sauné

jueves, 24 de septiembre de 2009


Algo que leí, que viene a cuento para los que creen que la literatura nace con ellos y lo anterior ya no se considera. Dijo Henri Michaux: "No alcanza una vida para darse cuenta de que uno no es original, que nunca lo ha sido, que no podrá serlo, que nadie lo es, hechos como estamos de un surtido de bagajes pertenecientes a otros, a tantos otros".
J. C. Conde Sauné

viernes, 18 de septiembre de 2009


También yo, como Hawthorne, anoto en un cuaderno argumentos para posibles cuentos y también, como él, me pasa que subsisten los argumentos y los cuentos sin escribir. Me gustaría, en algún momento, tomar un tema de Hawthorne y poder realizar un cuento. Por ejemplo éste: "En una vieja casa se escucha un misterioso golpeteo en la pared, en donde antes había una puerta, ahora tapiada de ladrillos". Tal vez Cortázar, se haya inspirado en algo de este tema para escribir aquel memorable cuento "La puerta condenada". O si tan siquiera, tomara alguno de los argumentos míos y poder llevarlos a cabo. Quizás: "Obsequios para Karina", que en otro tiempo llamé "Regalos para Vicky", pero me acordé de un cuento de Mateo Booz "Los regalos de Fred Devores", con un título más o menos parecido. Cuento que por otra parte, merece estar en cualquier antología de narraciones que se haga y que integra su libro "Santa Fe, mi país". Mi argumento no era igual al de Booz, ya que mi personaje, nunca pudo saber quien le hacía los regalos. La incógnita debía mantenerse hasta el fin del relato, sin llegar a resolverse. Tal vez algún día, influenciado por el gran Franz de Praga, llegue a realizarlo.
A propósito: a veces los temas son recurrentes; ahora me acuerdo que Borges, en un ensayo sobre Hawthorne (Otras inquisiciones), decía que éste ya anunciaba a Kafka en su cuento "Wakefield".
7-10-2001 * J. C. Conde Sauné

viernes, 11 de septiembre de 2009

EL VIEJO CANTOR ( relato ) *


En un tiempo fue joven como Gardel
como todos los cantores.
..........................................
Ahora se acompaña solo,
creo que ya se va a acompañar solo,
siempre que le recuerden algo.
LUIS LUCHI (Vida de poeta)


Llegó a Las Barrancas esa tarde, traía una guitarra que tenía un estuche más raído que su pantalón. Los zapatos negros, con taquito militar y una camisa blanca, desabrochada, dejando ver una cadenita muy fina de oro, quizás el último recurso para el empeño.
Había cantado, en otros tiempos, con una de las orquestas de primera línea; así nos contaba Bazán, el mozo de la confitería, que vivía en un cuartucho lindero a una de las pistas de baile, en la parte baja del recreo.
Apenas llegó, peló la guitarra y se puso a rasguearla, pero, enseguida, Bazán se lo llevó para la pieza con dos botellas de vino. Con ellos también iba Elvira, una mujer que Bazán había encontrado un día llorando sobre una de las mesas y la consoló llevándosela a la pieza; desde entonces vivía con él. Y los tres, incluido el viejo cantor, ya le estaban pegando al vino. El cantor empezó a canturrear algunos tangos, deformándolos con obscenidad y su "francesita que trajiste pizpireta sentimental y coqueta con pelos en la cajeta" se extendía por la ventana abierta hacia el recreo. Algunos miraban y se reían, mientras otros ya se estaban quejando a Tito, el carpero (el encargado del recreo que alquilaba las carpas): "Hay chicos, usted ya sabe". Tito golpeó la puerta y de adentro lo reputearon de lo lindo. Se fue moviendo la cabeza, dubitativo, entre dejar pasar la cosa o avisarle a don Pardo, el dueño del balneario. Pero no fue necesario, al poco tiempo dormían los tres, la siesta, como benditos.
Salieron a eso de las siete de la tarde. Elvira estaba vestida con lo mejor; un vestido amarillo escotado y brilloso y unos zapatos, de tacos altos, encharolados. No era fea, pero tenía la pinta de esas pardas guerreras, capaces de reventar a cualquiera. Bazán le había conseguido un puesto en el guardarropa de la confitería y ella se sentaba detrás del mostrador fumando, con las piernas cruzadas, unas piernas muy lindas que hacían que Bazán fuera envidiado por todos los milongueros. El cantor se había puesto una corbata y un saco blanco, que le había prestado Bazán. Ahora estaba un poco más presentable. Bazán con su ropa de mozo y la bandeja apoyada sobre un trapo rejilla que tenía en la mano, andaba por entre las mesas. Frente a una de ellas, cerca de la ventana que daba hacia el río, se había sentado el cantor y empezaba a darle a la cerveza, mientras miraba con intención de sacar a alguna de las milongueras, que habían caído al baile; pero sólo fue una intención, porque siguió pidiendo Quilmes cristal, mientras fumaba uno que otro cigarrillo y apilaba los cartoncitos de cerveza y tarareaba "Malandraca" que resonaba por los parlantes con Pugliese a toda orquesta. Todos bailaban y pocos se daban cuenta que él existía, a pesar de haber sido un cantor de tangos muy conocido en su momento.
La milonga terminó, empezando entonces la verdadera función. El cantor y casi todos, con Bazán y Elvira, bajaron hacia la pista de cemento que estaba en la parte baja, con la confitería justo encima. Allí había una extensión de parlantes para difundir música y la usaban todos aquéllos que no querían ir a la confitería, porque les resultaba más cara la consumición. El público estaba dispuesto; gente rezagada que se había quedado en el balneario a pescar en el murallón y que ahora se acercaba, más los que vinieron de la confitería. El cantor le dijo a Elvira que trajera la guitarra. La templó y ahí nomás sin decir agua va se mandó "Viejo smocking". Quizás ni el negro Cele se hubiera imaginado, alguna vez, una interpretación así. Parecía mentira que fuera esa misma voz que, por la tarde, había bastardeado a "Griseta". Su voz era como un desgarrón que mientras se desgaja, va dejando una hilacha de esperanza enganchada en la rama de un árbol, en alguno de los tantos paraísos que había afuera junto a las mesas; venía desde abajo, quemada por el alcohol barato de la decadencia y también el cigarrillo. Mientras él, que le daba sonido y sentido, estaba vacío, lo habían vaciado las mujeres, los amigos en las noches de escolaso y tardes en el hipódromo, soñaba con volver aunque fuera con la frente marchita, siempre le decía a Bazán que ya Pichuco o Gobbi lo habían apalabrado, mientras tanto esperaba, ese contrato salvador, como la última de San Isidro o Palermo; ese subirse a la tarima sintiendo el fueye del gordo o el violín de Alfredo acariciándole los oídos, que llegaba muy despacito hasta coparle la zurda, pero ahora estaba solo, solo con su guitarra y la apretaba como a una mujer y algunos lo recordaban en las noches del "Tibidabo" o el "Maipú Pigall", cuando aparecía con su pantalón oscuro y su saco blanco con moñito negro. Las mujeres lo esperaban a la salida y él siempre elegía una y le decía: "andá y esperame en el coche". O las noches de actuación en la radio con la gente apretujándose en la entrada y en la salida obligándolo a cantar en la vereda, sin guitarra, sin músicos, sin espacio para los ademanes, pero que lindo era todo y después firmaba autógrafos y sonreía, con esa sonrisa tan parecida a la del Morocho. Pero uno no sabe cuando termina todo. En que momento la suerte deja de acompañar, cuando las barajas vienen malas y si su supo aprovechar queda un buen recuerdo, para esos recuerdos se vive y para ésos cantaba: "yo no siento la tristeza de saberme derrotado" y Bazán mirando "como no amarga el recuerdo de mi pasado esplendor" y Elvira, la parda bravona, chorreándole las lágrimas por un semidescascarado maquillaje "al verme solo sin amigos, sin amor". Era su voz y la noche del verano que se acunaba con el arremeter de las olas del río, cerca, junto al paredón, era su voz que largaba todo desde adentro, como si fuera la última vez, como si fuera su pobre smocking que "vas a ver que un día de estos, te voy a poner de almohada y tirado en la catrera me voy a dejar morir...".

J. C. Conde Sauné *Integra parte del tomo inédito "Dos veces el mismo río".

martes, 8 de septiembre de 2009


"Feux rouges" (Luces rojas), es una película de Cedric Kahn, con Carole Bouquet y Jean Pierre Darroussin como actores principales; con un argumento basado en una novela de Georges Simenon. El argumento: un matrimonio va en busca de sus hijos, que han pasado el verano en un campamento. La pareja, que arrastra una crisis crónica, en la que el marido (Jean Pierre Darroussin), se siente ignorado por su mujer (Carole Bouquet), una abogada que trabaja en un estudio prestigioso. En cambio, su marido es un vulgar empleado de seguros. En la ruta, cuando van camino hacia sus hijos, se acrecientan las rencillas mientras él, de tanto en tanto, hace diversas paradas para ingerir whisky. La mujer, después de varios regaños, deja el auto y trata de ir en tren. Allí entra en la trama un convicto que ha escapado de la cárcel y es buscado por la policía. Este hombre será, sin proponérselo, el eje de la trama. Un film atípico, se desarrolla una buena parte del tiempo en la ruta, pero sin la truculencia y persecuciones de las películas estadounidenses. Cedric Kahn, hace una buena adaptación de la novela de Simenon y apuesta a un buen guión con ritmo sostenido, aparte de un elenco con sobresalientes actuaciones; además con Claude Debussy como música de fondo. "Feux rouges" me pareció muy buena, coincidiendo con la crítica de Jorge Carnevale, que vi en la caja original del DVD.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El viernes pasado se produjo en Acassuso, a pocas cuadras de Barrancas, en donde yo vivía, un asalto a un Banco. Miré con extrañeza, por televisión ese barrio por el que transcurrió mi niñez y adolescencia. Dije alguna vez, que los cuentos de "Dos veces el mismo río", son casi autobiográficos y que están ambientados allí. Ahora me resultaba raro verlo, a pesar que mucho no había cambiado; aunque ese Banco no estaba y no había negocios a la vista, casi todas eran residencias. Muchas noches, a veces de madrugada, cuando volvía de alguna fiesta en San Isidro, venía caminando por la calle Perú hacia mi casa, enfrente de la, entonces, estación Las Barrancas; todavía no era el Tren de la Costa.
Recordaba no cerrar nunca las puertas de casa, que daban a la vereda y jugar tranquilo al fútbol en la calle, algún potrero, la playa o el club Ausonia. Ése era mi paraíso y sobre todo el río, todavía no contaminado, al que iba a nadar. La contaminación ambiental, casi, no existía y la delincuencia no era tan frecuente como hoy en día. Sociedad y medio ambiente, se han echado a perder. Ya no hay lugar seguro. Estamos expuestos al deterioro, de ésto que aún seguimos soñando como país.
17-01-2006 * J. C. Conde Sauné

viernes, 28 de agosto de 2009


En el Nº 299 de "Ñ", apareció un artículo de Fabián Casas sobre Borges. En él, por un lado, refuta la antinomia Arlt-Borges, que nutrió a gran parte del supuesto "intelecto progresista" de la Argentina. Después destaca, que la bella y talentosa pelirroja Norah Lange, al optar por Oliverio Girondo, cambió el destino literario de Borges, algo que, más tarde, un lector de la revista, en una carta refutó. Pero veraz o no, además los escritores solemos reinventar frecuentemente, la nota me sigue pareciendo muy buena, cosa que le ocurre a uno cuando coincide con el autor. Por cierto, me incitó a leer de nuevo "El informe de Brodie", donde en su cuento "El indigno", rinde homenaje a Arlt con un personaje llamado Alt, algo que no advertí cuando lo leyera hace años. En la relectura del libro de Borges, vi las marcas que hago con los cuentos que me gustaron. Aquí hay un Borges menos cabalístico y fantástico, pero es el gran Borges, aún, en cuentos como: "El encuentro", "Juan Muraña", "La señora mayor", "El duelo", "Guayaquil" y "El evangelio según Marcos" y de un nivel apenas menor, los cinco restantes.
Una veta distinta, en la que demuestra porqué es un escritor fuera de lo común.
J. C. Conde Sauné

miércoles, 19 de agosto de 2009

Resultó raro encontrar una película de Bergman, en un canal de aire de TV. Aquí en el canal 5 de Quilmes pude ver, aunque con alguna interferencia, "Un verano con Mónica". En esta película del año 1952, el arte de Bergman parece no haber sido afectado por el tiempo transcurrido.
La vi, por primera vez, en el viejo cine "Lorraine" hace como 40 años. Eran tiempos mejores para el cine y para la exhibición. También siento, como muchos cinéfilos, nostalgia por los cines "retro" que había; hoy sobreviven el Lugones, el Malba, el Centro Cultural Borges y alguno que otro por ahí.
No hay un Ingmar Bergman todos los días, es cierto. Pero en esta película, una de las primeras, tan simple y bella a la vez, demuestra que se puede hacer cine, con una historia trivial, pero de una manera personal y profunda. ¿Cuál es el secreto?. Un buen guión, muy buenas actuaciones actorales y la cámara buscando el ángulo justo en la cara de los protagonistas, eso tan caro a Bergman. En esta época de cámaras saltando de un lado para otro y acción continua sin diálogo, porque se presupone que el espectador puede aburrirse, este film puede resultar anticuado. Pero con ese criterio, también son anticuados Liszt o Chopin porque no emplearon la técnica dodecafónica.
Resumo: me resultó gratificante ver esta pequeña gema que cuenta, algo tan simple, como aprender a vivir y ser responsable. (Y una impecable Monika: Harriet Andersson).
 J. C. Conde Sauné

miércoles, 12 de agosto de 2009

FRASES AMAÑADAS

* Elvira vira la calle y al ver la víbora revira.
* Miriam mira por la mirilla, maravillas que maravillan.
* Avisa a Elisa y revisa el freezer y ve la lisa y las hortalizas.
* Sonia, dueña de la cabaña, daña el mañana con maña y ñañas.
* El perro Cuchi entra en la cucha y encuentra una cucaracha mocha.
* ¿Cronopio, es propio el acopio de opio?
* Desata la mata que ata a la pata y trata de no meter la mano en la lata.
J. C. Conde Sauné

viernes, 7 de agosto de 2009

¿Cuántas veces volveré a Chejov?. Es difícil saberlo, chejoviano como soy. "Extraña confesión", una novela publicada en la colección del "El séptimo círculo", cae en mis manos y la leo por primera vez. Me asombra su estructura, su tensión e interés que depara el relato, a pesar que, casi de entrada, Chejov hace guiños con lo que va a pasar y quien es el posible asesino. ¿Cómo se mantiene el entramado a pesar de éso?.
Hoy en día escucho, a menudo, que poco importa el interés por el relato, uno tiene que hacer un esfuerzo y leer aunque se amontonen palabras si sentido; entramos en la posmodernidad, la trama y el estilo no importan. Hay que asombrar y confieso que no entro en ese juego. A mí, me asombra este Chejov que displicentemente lo va llevando al lector a su juego en 1884/85, fecha del término de esta novela; y nos decía: "Hay un tema, una idea y, lo que es esencial, es un relato sui generis. En suma, vale la pena leerlo. Aquí está". No voy a contar la trama, sólo digo, escuetamente, hay dos crímenes y como pasa hoy en día se consiguen "perejiles" para que se los endilguen. Como ven, hasta en eso, Chejov era un precursor. Además no hay detectives, ni nada por el estilo; lo descubre la persona menos pensada. ¡Oh, gran Anton!.
J. C. Conde Sauné

martes, 28 de julio de 2009

Truman Capote tenía 23 años, cuando publicó "Otras voces, otros ámbitos"; quiere decir que fue allá por el año 47, ya que había nacido en 1924.
Esta novela de Capote, aunque prematura, demuestra la habilidad de un gran narrador. El personaje principal, Joel, sale de Nueva Orléans, su residencia, para encontrarse con su padre alejado de la familia y que vive con otra mujer. Viaja hacia Biloxi (recordado lugar donde aconteció, casi un año atrás el Katrina) y después de una odisea llega a ese lugar. De ahí en más, se desarrolla lo más importante de la novela: la precariedad del sitio, para la gente pobre, se entiende. Sin medios de locomoción y con poco confort, peor para los negros. Todo lo describe el narrador, casi al pasar, porque la trama pasa por otro lado. El niño que llega a la adolescencia y su, todavía, ambigua sexualidad. ¿Hay algo autobiográfico? Hacia el final, la novela decae un poco, por excesos de imágenes poéticas, un tanto confusas. Pero no, obstante, deja de ser una buena novela. La querríamos haber escrito, alguno de nosotros a esa edad.
15-07-2006 * J. C. Conde Sauné

viernes, 24 de julio de 2009

EN EL BONDI ( 12 ) Memorias de un pasajero

A veces, el colectivo puede llegar a ser el diván del sicoanalista. Recuerdo que tomaba, frecuentemente, el 61 al salir del trabajo y que, en ocasiones, una señora que era secretaria, en la empresa que trabajaba, solía compartir el viaje conmigo. Los temas de la conversación, eran casi siempre los mismos: peripecias del trabajo, apuro en volver a la casa, preparar algo rápido para la cena y ese maldito aumento de sueldo, que no se sabe cuando lo van a dar. Esta señora debería rondar los 40 años, pero seguía siendo una linda mujer con rasgos orientales. Se llamaba, no precisamente Rosa, pero le doy ese nombre para no decir el verdadero, no me gusta delatar a nadie. Una vez, un compañero de trabajo me preguntó si tenía algún enredo con esa señora, pues siempre nos veía tomar el colectivo juntos. Le dije que no y que ella era una mujer muy recatada. "No creo que sea muy recatada, me contestó él, el otro día la vi salir de un telo que está por San Telmo, me vio y se hizo la sonsa, no creo que vaya a un albergue con el marido". No le contesté, pensaba que eran habladurías de esos charlatanes que abundan en las oficinas. Los viajes en el bus, cuando lo compartíamos, eran siempre igual a los descritos. Salvo ese día que la noté muy apagada a Rosa, casi con los ojos llorosos. Le pregunté si le pasaba algo o se sentía mal. Ella seguía callada, sin decir nada. Cuando el colectivo, que venía por Paseo Colón, dobló hacia Constitución, me dijo como al pasar: "Cómo puede ser que alguien te deje así, de un día para otro. No me quiere ver más y todo así, de un día para otro". Yo escuchaba, no quería preguntar nada, pero sabía que no era el marido el que la había dejado. Rosa siguió con su lamento: "Sin una explicación, ya no le intereso, fui su juguete sólo por un tiempo". Sacó el pañuelo y enjugó una lágrima. Confesor de turno, al fin, no sabía que hacer, si al bajar en Constitución invitarla a tomar algo, consolar sus penas y llevarla luego a un hotel o decirle tiernamente como despedida: "Y, la vida es a veces así". Que fue lo que finalmente hice; mientras ella iba, apurada, a tomar su tren a Temperley y preparar rápido la cena, como siempre me contara, para su adorado esposo.
Soy un tierno poeta, me dije tomando mi tren hacia Quilmes, que no saca provecho con las desgracias ajenas. Un nacido fuera de época, aunque algunos opinen lo contrario.
J. C. Conde Sauné

martes, 14 de julio de 2009

Es para esta época de cánones, algo muy de moda en la intelectualidad argentina que trata de permanecer en el podio de los grandes creadores, sacando a unos y poniendo a otros.
Lo dijo Alberto Manguel: "Estudiamos la historia de la literatura, como si realmente los escritores fueran quienes deciden cuáles son los libros que vamos a conocer, a recordar. No quiero decir que la literatura existe sin los escritores. Ellos la crean, pero quien decide de esa enorme masa escrita qué pequeño porcentaje va a ser leído y va a quedar es el lector. Y esa historia no existía. Cada lector es una especie de Noé, a quien se le encarga buscar dos libros que van a ir en el arca y el resto desaparecerá".
J. C. Conde Sauné

viernes, 3 de julio de 2009


Goran Paskaljevic, director de "Sueño de una noche de invierno" (otra casualidad, un cuento que escribí hace años se titula "Sueños de una noche de invierno"), explica en un documento anexo, en el DVD de la película citada: que el cine por donde se lo mire entraña una visión de la realidad en la cual, inexorablemente, está inmersa la política. Rememora el "zoo-politikon" de Aristóteles.
Por eso Lazar, el protagonista del film mencionado, trae a su regreso de la guerra en Sarajevo (léase limpieza étnica), el peso de una derrota moral y síquica; cuando vuelve a la casa de su madre, ya fallecida, encuentra a una refugiada de Bosnia, viviendo en ella con su hija autista. Primero opta por echarla, luego recapacita y les ofrece su techo. Pretende así, reencauzar su vida protegiendo a estas dos mujeres abandonadas por el esposo y padre de la hija autista, un problema para él que no quiere asumir. Pero la vida no es tan lineal como parece. Me hizo acordar, al film del polaco Jerzy Kawalerowicz, "El verdadero fin de la guerra". Y es el fin verdadero: ciudades devastadas, población tratando de sobrevivir, seres humanos con secuelas de alteraciones sicológicas y el poder gozando, siempre, de buena salud, aunque cambien las figuras en los gobiernos.
Paskaljevic plantea un drama, haciendo un mimetismo con el "Sueño de una noche de verano" de Shakespeare. Es el cine que nos gusta, aunque duela y coincidamos con Nietzsche: "El gusano duerme en el corazón del hombre, es ahí donde hay que buscarlo".
J. C. Conde Sauné

viernes, 26 de junio de 2009


Carlos Fuentes decía: "Kafka, el escritor indispensable del terrible siglo XX. Sin él, no entenderíamos nuestro tiempo". Yo agregaría, tampoco nuestro país. Ahora tenemos un presidente que usa como emblema la letra "K" y no es José K.
En "La esperanza y lo absurdo en la obra de Kafka", Albert Camus alega, que Kafka expresaba la tragedia con lo cotidiano y el absurdo con la lógica.
20-12-2006 * J. C. Conde Sauné

miércoles, 17 de junio de 2009


Recorte de un artículo que tenía guardado (Suplemento Cultura de "Perfil") : "En 1916, Freud ubicó al psicoanálisis dentro de los tres grandes descubrimientos que hirieron el amor propio de la humanidad. Copérnico demostró que la tierra no es el centro del universo, conmoviendo la pretensión del hombre de sentirse dueño del mundo. Darwin puso fin a la arrogancia humana, de crear un abismo entre su especie y la del animal. Pero ni la afrenta cosmológica, ni la afrenta biológica han sido tan sentidas por el narcisismo humano como la afrenta psicológica. Porque el psicoanálisis enseña que el YO no sólo es amo del mundo ni de su especie, sino que no es amo en su propia casa". UNA AVENTURA HUMANA (SILVIA ONS) .
15-12-2006 * J. C. Conde Sauné

viernes, 12 de junio de 2009

RUBIO ( relato ) *

Teresita había conocido a un muchacho simpático y se casó. Parecía que jugaba muy bien al tenis y lo conoció de pura atropellada. Sí, llevándoselo por delante en un baile de fin de semana, en San Isidro. Con mucho Joao Gilberto y whisky con hielo. Scotch a las rocas, que le dicen. Él bailaba bien y apretaba mejor en la música pausada. Ésa fue su crónica sucinta. Ahora se la veía mejor, mucho mejor. Más delgada. Más delicada en los movimientos; siempre había sido un poco torpe. Parecía un mamboretá, dispuesta a saltar y chocar con uno. Ahora iba bien vestida y con una salud sexual saliéndole por los ojos.
Cuando la vimos, la colocamos automáticamente a lado de Rubio. Le decíamos Rubio, nunca supimos cual era su verdadero nombre. Lo llamábamos así, a secas: Rubio. Una pinta muy parecida a la del actor francés Jean Pierre Aumont. Era auxiliar en la estación Las Barrancas y le quedaba tiempo para aventuras con las "grones" (como él decía) que caían en el verano a los recreos.
Los días franco, organizaba asados en "El águila" con dos o tres vagos más: Quito, Hugo y a veces Grela. De ahí, de ese recreo, lo conocíamos. Algunas veces íbamos a la estación, en que trabajaba, y lo ayudábamos a despachar boletos. También, en las tardes de mates, se agregaba uno que le decíamos Pelito, porque tenía un mechón blanco de pelo. Pero en contadas ocasiones, no lo tragábamos porque era garronero y pechaba cigarrillos que era un contento, aparte de engullirse, sin respirar, las facturas que habíamos comprado. Tenía pretensiones de don Juan y quería competir con Rubio, pero según éste, las mujeres no le daba ni cinco de bola. Rubio tenía un cuaderno con poesías que escribía. A cada una la titulaba con un nombre de mujer y abundaban las Martas y las Susanas. Según él, todas las que se había volteado. Era bastante entrador con ellas y tenía una conversación que sabía interesarlas. Los versos que escribía eran raros. Más que raros, originales y carecían, a pesar de ser elementales, de ripios verbales e imágenes remanidas. No leía a nadie, su desprecio por la literatura era total. Decía que el tiempo que podía perder con un libro, lo aprovechaba con una mina. Siempre, a la hora del mate y las confidencias, contaba una aventura que lo tenía obsesionado y que la repetía a menudo. Era una mujer que había andado con él y la dejó embarazada. "Yo me quise casar (atestiguaba), no por ella, sino por la criatura, vos sabés lo que es tener un hijo tuyo, es para enloquecer de alegría, pero ella se dio cuenta que no la quería y un buen momento se las tomó. Nunca la vi más y no puedo dejar de pensar en eso". Era un drama absurdo, pero él lo contaba emocionado y lo mirábamos consternados. Además, a quien le importaba si era cierto. Era cuestión de emocionarse un poco, en medio de tanta despreocupación. Una manera de buscar el equilibrio, como aseveran los que saben.
Cuando conoció a Teresita, que algún día vino a sacar boleto y quedó enredada con unas cuantas palabras dichas por él, anduvo un tiempo como un sonámbulo y lo creíamos enamorado. Y lo peor, que no contaba nada. Ella lo venía a buscar, se iba sigiloso y alguno de nosotros le atendíamos la boletería y tocábamos la campana para darle salida al tren. Tenía suerte, nunca vino un inspector. Aunque una vez, un guarda de tren amigo le avisó que en la estación anterior "estaba el chancho" y que probablemente viniera hacia allí. Rubio, ese día, cocinaba un puchero, en el hogar de la boletería y no creyó oportuno suspenderlo. Efectivamente el inspector llegó, aunque nosotros previamente nos habíamos retirado, revisó los libros (Rubio siempre los llevaba muy prolijos) y vencido, por el aroma que salía de la olla, se dispuso a aceptar un plato bien cargado. En otras ocasiones, mientras esperaba a Teresita, lo acompañábamos en unas partidas de chinchón. Súbitamente, nos enteramos que la había dejado. Creemos que fue una verdadera tragedia. Además, Teresita nos gustaba como inclinaba su escote por la ventanilla y deslizaba su mirada ardiente buscando a Rubio, que por lo general estaba sentado arriba de la mesa con las piernas recogidas. Ella era como si fuera un poco de todos nosotros, sus amigos. Después de la ruptura lo venía a buscar, llorando, y él se mantenía inmutable. Pero se arreglaron cuando ella, para el día del cumpleaños, le regaló una billetera. Volvieron a andar juntos y no duró mucho. Sólo un mes y pico o algo más, pero no mucho. Rubio empezó a salir con otras mujeres y los asados en el bajo se repitieron. Teresita, un domingo, lo fue a buscar. Medio borracho, la humilló, delante de nosotros, derramándole vino en la cabeza y riéndole en la cara. Fue la última vez que vimos a Teresita. Alguien, por ahí, dijo que tenía novio, pero no le creímos. Sabíamos que estaba metida con Rubio.
En el invierno, cuando los asados y el río perdían su atracción, íbamos al hipódromo. Nos gustaba Aníbal Etchart, desde que había dado el batacazo con la yegua Anuba, metiéndose en un claro que había, por el lado de los palos, para ganar por el hocico y dándonos un sport jugoso; como consecuencia le jugábamos a cualquier matungo que él corriera. Así, en mil ociosidades gastábamos el tiempo, se trabajaba lo indispensable y meta bailongo por cualquier lado. También nos gustaban las mujeres, cualesquiera, las que se pudieran encontrar sobre la tierra. Durante mucho tiempo nos deslizamos de esa manera, quizás demasiado. Hasta que Rubio, el que siempre habíamos admirado, copiándole hasta la manera de peinarse con el pelo echado hacia atrás, dijo: "basta de joder, muchachos, tengo treinta años y ni un mango en el bolsillo. Yo me embarco es una ganga. En unos años podés juntar algunos verdes y te podés independizar". Verdaderamente nos sorprendió, pero no había tiempo para sorpresas. Se embarcó en un buque petrolero que hacía viajes a Europa. Cuando lo despedimos, no tenía ni un peso encima y casi nada de equipaje, dejándonos la certeza de lo poco que lo conocíamos. Eso sí, llevaba apretado, debajo del brazo, aquel cuaderno y unos cuantos nombres de mujeres.
J. C. Conde Sauné * Integra parte del tomo inédito "Dos veces el mismo río"

viernes, 5 de junio de 2009


Dante retorna y queda mudo. Nuestra nada lo estremece.
¡Pobre infierno!

J. C. Conde Sauné

martes, 2 de junio de 2009


Ayer cumplió un año más mi blog. Estoy contento, al menos, de mi constancia; ya que me resulta dificultoso, al no tener computadora, traer lo escrito y trasladarlo. Pero en eso estoy, de ahora en más. En lo futuro, trataré de ser más ordenado. En "Todo poesía" completaré la publicación de mi "Cuaderno I" que consta de cinco partes: Los mitos (del poema nº 1 al 8), Los recuerdos (del 9 al 15), Acuarelas (del 16 al 27), Los oficios cotidianos (del 28 al 40) y Variaciones (del 41 al 64).
Algunos de éstos ya han sido publicados aquí. También haré lo mismo con mis cuentos de "Dos veces el mismo río" y seguiré con mi "Breviario" y "Cronopiando", esa suerte de homenaje al "Crono Mayor" que sigue publicando desde el más allá, por suerte.
En resumen: dos años con mi blog y tratando de leer a los otros, que los hay muy buenos.
La literatura, por suerte, goza de buena salud; no así el país que sigue como paciente crónico y con terapeutas estancados en el pasado.
J. C. Conde Sauné

viernes, 15 de mayo de 2009


Volver a leer a Maupassant, siempre causa satisfacción; a pesar del agua corrida, sigue siendo con Chejov y Poe uno de mis referentes preferidos en el cuento. Uno comprende, además, que muy poco se puede agregar, después de ellos en el arte del cuento.
"La maison Tellier", lo leí hace muchos años, cuando promediaba mis estudios del francés. Ahora con más dominio y comprensión del idioma, resulta más fascinante.
Me sorprenden todavía de los nueve cuentos: "Les tombales", "Sur l'eau", "En famille" y "Au printemps" en el desarrollo de la trama y lo que más me gusta a mí en un narrador, la posibilidad de dejar un resquicio para que el lector reelabore mientras va leyendo. En uno de los cuentos, a mi entender, menos logrado: "La femme de Paul", tal vez por lo excesivamente descriptivo, logra hacia el final del relato encauzarlo en la atención y rematarlo eficazmente; quizás sea más una novela corta que un cuento.
Me propongo seguir releyendo, en lo sucesivo, algún libro más del gran Guy.
No olvidemos, además, el juicio de Anatole France sobre él: "Posee las tres cualidades del escritor francés: primero la claridad, después la claridad y por último la claridad".
17-10-2004 * J. C. Conde Sauné

martes, 12 de mayo de 2009


"Lo más oscuro del río", son 14 relatos de Luis Gusmán, publicados en setiembre del 90 por la Editorial Sudamericana. El nombrado autor del "El frasquito", desarrolla estos cuentos con una unidad temática; bordeando el río, imprime un interés sostenido a medida que aquéllos avanzan.
Quizás "Tennessee" no debió ser el primer cuento, cierta excesiva morosidad descriptiva, muy similar a la de Juan Carlos Onetti, para quien abre el libro, puede llegar a desalentarlo. Pero el segundo relato "Nombre de artista", levanta el ánimo del lector y conforma un relato magnífico; al igual que "Los Gloster", "El fondo de las cosas", "Studebaker" y "Salazar". Los restantes, mantienen la calidad del libro; es una suerte haberlo encontrado en mi librería habitual.
J. C. Conde Sauné

martes, 5 de mayo de 2009


Leyendo a Borges, sobre todo los ensayos, uno envidia como lo oscuro resulta tan fácil de entender.
Como las palabras, caen tan justas y parecen colocadas al azar. Alguien dijo una vez, creo que Petit de Murat, que Borges no era un poeta, sino un acomodador de palabras; y lo dijo en un tono algo despectivo.
¡Me gustaría ser un acomodador de palabras como él!
¿Y la poesía? La poesía es lo que uno posee, a pesar de la rutina y los rigores de la vida. Lo demás, si se tiene talento, viene solo y las palabras caen como al centímetro, como dije antes, casi colocadas al azar.
Ése es el Borges que leemos con placer, diríamos casi con devoción.
J. C. Conde Sauné

martes, 28 de abril de 2009

DIARIO-JOURNAL-DIARIO

¿Por qué voy a hacer algo para la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?
(GROUCHO MARX)
Nunca se sabe bien, para qué sirve un diario de escritor. Muy pocos ofrecen realmente algún interés, porque, por lo general, el autor ya lo ha dado todo en su obra; si es buena y válida, cosa que el tiempo se encargará de consolidar y a pesar que, él o los autores, hayan proclamado en sus respectivos diarios que sus obras eran necesarias para la literatura. Que llenaban un vacío que ni Baudelaire, Cervantes o Kafka habían podido colmar. ¡Los pobrecitos! Cuanto papel y tinta seguirán gastando mis congéneres y yo, sin poder tapar a esos monstruos. Por lo tanto, bueno sería llevar un diario alabando las obras de los "eternos", que es una manera de echarse gloria encima (ajena aunque mal no sea).
Una vez que salía del cine y acababa de ver el film, "Belle de jour" de Luis Buñuel, me propuse, al llegar a mi casa, describir mis impresiones en un papel. ¡Estaba tan atrapado por ese demonio de chica que era Catherine Deneuve! Pero, posiblemente, el viaje de regreso en tren (Constitución-Quilmes), una odisea que ni Homero, el griego, se hubiera imaginado; me dejaron en la lona o en la cama que es mejor. Lo mismo me ocurrió, cuando vi "Crímenes y pecados" de Woody Allen, quizás una de las películas de él que me hayan impresionado más. El crimen impune como algo cotidiano y contado en tono de comedia. Resumiendo: en ninguno de los dos casos escribí nada y el ensayo que me proponía hacer, quedó para otros especialistas del séptimo arte. Aunque creo, que ni Woody o Buñuel lo echarían de menos. Entonces convengamos, que la mejor manera de llegar a ser famoso o "clásico", la ambición más cara para cualquier creador, es ser recordado o admirado por algunas líneas escritas, como decía Borges (ese gran cuchillo de Palermo).
Lo ideal, sería largarse a escribir en ficción (dejemos el diario) algo como "Crimen y castigo" o "La metamorfosis", digamos como para ir picando. En caso de fallar la lapicera, la máquina de escribir o la compu, dedicarse al relato oral, que es una manera folk de hacer literatura; con la ventaja que al pasar de boca en boca, si es malo, nadie se acordará del autor.
Para ser fundamental siempre hay tiempo y no creo que un diario sea necesario; a no ser que piense usarlo, posteriormente, para (...) admirarse a si mismo y convencerse de los logros obtenidos por su estilo brillante y desenfadado.
Nota al pie (que es casi lo mismo que venir al pie): Si por cualquier arbitrariedad del destino (siempre se le echa la culpa a algo), resolviera escribir un diario, ruego a quien encuentre el artículo precedente que lo ignore sin miramiento.
J. C. Conde Sauné

martes, 21 de abril de 2009

Andrés Rivera decía, que para saber cual es el estado social verosímil de un país, hay que leer en los diarios las noticias policiales. Comparto esa opinión y agregaría, frecuentar también las buenas novelas policiales.
Termino de leer "Más allá hay monstruos" de Margaret Millar (1915-1994). La acción está ambientada en Boca del Río (USA), en la frontera con Méjico. Esta buena novela de Millar (aunque leí otras de ella que me gustaron más), muestra la triste realidad de una sociedad en la que,entre una punta y la otra, o sea en los extremos, se convive con el delito. Corolario de un vale todo para vivir: emplear gente indocumentada para realizar tareas rurales, matar para adquirir droga o para suplantar a quien no sabe, por sus vicios, dirigir un negocio. Lo notable de esta novela, es que el crimen lo aclaran los mismos personajes involucrados en la historia, unos con conocimiento y otros sin él; cuando la policía y la justicia habían cerrado el caso.
Vale la pena leerla y para los que todavía, siguen creyendo que no hay que contar historias, bueno, les dejamos la posmodernidad del arte literario, al que adhieren los esnobistas vernáculos.
Una nota al margen: la edición que leí es de Bruguera del año 1981, pero aquí "El Séptimo Círculo" (EMECE), la había editado en 1971.
J. C. Conde Sauné


martes, 14 de abril de 2009

Apareció un libro, de Dino Buzzati, con 60 relatos y un precio, más que prohibitivo, por lo menos para mí y creo que para muchos. En otros tiempos, las bibliotecas cubrían los baches que dejaba la difusión cultural. Hoy eso no pasa, los últimos gobiernos apuntan para otro lado, la incultura y uno lee como puede.
Quería leer de nuevo a Buzzati, siempre la información de los suplementos culturales, en los diarios, despiertan un interés dormido. Encontré, en mi biblioteca, un libro de relatos de él, en francés, "L'écroulement de la Baliverna", una edición de Robert Laffont del año 1960; vaya a saber el tiempo, que la tenía en mi haber y leído. Contiene 32 relatos, si le sumo los 18 que estaban al lado, una edición del Centro Editor de América Latina de 1983, redondeo 50 cuentos, me faltan 10 de los "Sessanta racconti" mencionados.
La técnica de Buzzati, en los relatos, no es muy ajena a la de Cortázar, no sé si hubo influencias mutuas, Buzzati nació 8 años antes y son contemporáneos. Por lo general, éste, también parte de un hecho cotidiano y lo transforma en fantástico y a veces incomprensible: "Sic transit", "L'obscurité", "L'enfant tyran", "Le musicien envieux" y "L'avalanche", en la edición de Laffont; estos cuentos magníficos, entre otros, demuestran el depurado arte narrativo del autor. Algo que se manifiesta, al releer la edición del Centro Editor, cuentos acabados como: "La canción de guerra", "Invitaciones superfluas", "Los siete mensajeros", "Siete pisos" y "Viejo jabalí". Borges lo consideraba imprescindible, se dice; comparto la opinión del sabio mentor. Me queda pendiente de leer, siempre que lo encuentre entre los de canjes, "Il deserti dei Tartari", vi la recordable película que hizo, sobre el libro, Valerio Zurlini; es una de las tantas deudas de lectura que tengo. ¿Alcanza una vida para saldarlas?
J. C. Conde Sauné

sábado, 4 de abril de 2009


"La cerilla sueca" (cuentos) de Anton Chéjov, edición Espasa-Calpe del año 1944; otra de las joyas encontradas, en una librería de canjes y usados que recorro a menudo.
Y siempre me gusta volver a Chéjov y verificar que su arte nunca envejece, que sigue vigente en el tiempo.
"Perpetua mobile", lo podría haber escrito, hoy aquí, en la Argentina; con funcionarios holgazanes que no cumplen con sus tareas, no obstante los sueldos que cobran.
"El signo de exclamación", que desnuda la incompetente burocracia estatal. ¿Les resulta familiar?
"El drama", "El amor de un contrabajo" y "El primer galán", fueron los cuentos de menor nivel; pero los demás, incluido el que da título al libro, demuestran porqué Chéjov es uno de los maestros del cuento.
25-03-2007   *   J. C. Conde Sauné

martes, 31 de marzo de 2009

Cuando escribo, siempre hay algo dormido que viene hilvanado con los recuerdos y que, a veces, permanecía como perdido en la conciencia; pero que, súbitamente, rescato.
Tenía razón, Felisberto Hernández cuando afirmaba: "Yo he deseado no mover más los recuerdos y he preferido que ellos durmieran, pero ellos han soñado".
J. C. Conde Sauné

miércoles, 25 de marzo de 2009

LA CALLE DEL AHORCADO ( relato ) *


Me gustaba esa calle. No crean porque en la tercera cuadra, al salir de mi casa, vivía Giselle o en la siguiente Bubi. ¿Cómo eran Giselle y Bubi? Completamente distintas. La primera tenía el pelo rubio, casi blancuzco de tan rubio y ojos azules tan claros como el cielo de mediodía, cuando hay mucho sol; y Bubi de cara morena y pelo renegrido, era muy reservada y raramente salía a jugar con los chicos del barrio, pues la madre no la dejaba. Permanecía detrás del alto portón de madera o subía y se sentaba en uno de los pilares que encuadraba el mismo. Eso le daba un encanto especial, como algo inalcanzable y fugaz, que sólo nos era permitido ver de vez en cuando. Giselle, en cambio, salía y jugaba con todo el mundo. Por lo tanto, yo subía en la bicicleta y sorteando la primera cuadra, que era de tierra, extrañamente sin asfaltar, embalaba a todo pique por esa calle solitaria y, si en el camino no encontraba a nadie, desembocaba en la otra barrera, al pie de una barranca que venía de la quinta Pueyrredón. Todo fue siempre así, hasta que una mañana alguien que iba por esa calle caminando, pasando la cuadra en donde vivía Bubi, que tampoco estaba pavimentada, y tenía un caminito bordeado de malezas, al mirar hacia arriba vio en uno de los pinos un hombre colgado que se balanceaba en la rama más baja. La noticia conmovió a todo el barrio. Aunque me habían prohibido ir a mirar, subí en la bicicleta llevando en un brazo a mi gato Ojalate y nos dirigimos hacia allá. Ya estaba el coche de la policía y Giselle y José me habían ganado de mano. Pero no pudimos acercarnos porque un vigilante nos hacía señas para que nos alejáramos. Yo alcancé a divisar a un hombre de traje oscuro y unos zapatos negros relucientes, que colgaba en el pino, más grande, de la fila que había contra un cerco que terminaba al pie de aquella barranca. La cara no se veía porque la ocultaba una de las ramas. Pensé en la navidad y los regalos que se cuelgan en los pinos y este hombre era un raro regalo que, aparentemente, no pertenecía a nadie y con ésta y otras tantas conjeturas nos fuimos del lugar. Después, días más tarde, oí decir a mi padre que lo habían matado y luego lo habían colgado y que era un crimen político. Yo no entendía nada de éso, es decir, no me explicaba como se podía matar dos veces a una misma persona y en que consistía un crimen político. Aunque ya había oído hablar, antes, de unos cadáveres que aparecieron en un basural de la zona norte. El episodio del ahorcado modificó nuestros esquemas de juegos; ya no me animaba a pasar con la bici por esa calle y su pino siniestro para llegar a la otra barrera. Es decir, un raid de barrera a barrera: la que estaba cerca de casa y la próxima saliendo de la estación Las Barrancas hacia San Isidro, que estaba pasando la cuadra del ahorcado. Le propuse un día a Giselle ir juntos en bicicleta, cuando anocheciera, por esa calle y pasar al otro lado. Ella me dijo que si lo hacía solo, aunque fuera de día, me daba un beso. Eso me dio ánimos y sin pensarlo me largué para esos lados a toda marcha; pero cuando llegué a la calle de tierra, pasando la casa de Bubi, clavé los frenos, el miedo pudo más que yo y resignado pegué la vuelta, mirando de reojo, avergonzado, a Giselle que se mataba de risa.
Muchas veces soñaba por la noche que atravesaba esa calle, en la cual me esperaba del otro lado Giselle, para premiarme por mi valentía, pero justo cuando pasaba por debajo del pino, sentía que una rama crujía y el ahorcado se me venía encima con los ojos salidos hacia afuera y la boca en una mueca grotesca. Posiblemente, esos detalles del ahorcado, los había leído en "Crítica", en el momento del suceso, pero lo evidente era que en sueños se me aparecía a menudo y al despertarme sentía el cuerpo transpirado y tenía miedo de abrir los ojos y encontrar en la oscuridad esos otros ojos salidos de las órbitas. Por ésa y otras razones, la calle que nombro fue mi obsesión durante un tiempo. Hasta que un día de invierno, al anochecer, decidí emprender la travesía por la misma. Era una manera, inconsciente, creo, de curarme de una vez por todas del miedo que me producía. Porque a mí me fascinaba, era un gusto atravesarla en otros tiempos con la bici para ir a la escuela, me evitaba cruzar las vías e ir por el bajo o tomar por arriba, sorteándola y subir una barranca enorme. Yendo por allí, salía directamente a San Isidro y a la barrera de Primera Junta, que tenía una menos empinada, por consiguiente más fácil de subir. Entonces no era posible que por culpa del ahorcado, me viera impedido de usar ese pasaje, mío por derecho adquirido. Por la tarde, antes de la aventura, estuve preparando la bicicleta, saqué, del baúl de las herramientas, una latita de aceite y le puse a los ejes de las ruedas y manubrio y también a la cadena y pedales. Era cuestión de, que en caso necesario, andar a la mayor velocidad posible. El asunto era conseguir acompañante. José se excusó alegando que no tenía bicicleta. Cuando le propuse conseguir la de Giselle, me dijo que él en bicicleta de mujeres no andaba. El muy gallina tenía miedo, eso era todo. A Giselle no la pude convencer por nada del mundo y Bubi, que casi no salía a la calle, menos que menos, pero prometió alentarme subida en el pilar del portón, desde donde divisaba la calle y el pino citado. Decidí ir solo, otra no me quedaba. Aunque el principio pensé en llevar a Ojalate, pero un gato en ese trance era más molestia que compañía, además a los gatos no les gusta ir en bicicleta, tienen miedo de caerse y te clavan las uñas por todos lados. Me dirigí lentamente hacia el lugar sombrío. Cuando pasé por la casa de Giselle, a pesar que sabía de mi proyecto, no estaba y Bubi tampoco. Enfilé hacia esa última cuadra pedaleando con todo y entré en la calle de tierra, sobresaltado, por el crujido de algunas ramas que pisaba con las ruedas. No tuve tiempo de pensar en nada, pedaleaba, sintiendo el corazón y el ruido seco de la cadena al unísono y ya casi encima de mi cabeza la sombra del pino gigantesco y una rama que me chicoteó la cara como un latigazo. ¿Me había lastimado? No lo supe en ese momento, pero sentía que me ardía la mejilla mientras redoblaba mis esfuerzos y pedaleaba sintiendo que en cualquier momento el ahorcado pararía en seco mi bicicleta y apretaría con su mano mi cuello. Al pesar del frío intenso transpiraba y creo que no me dí cuenta si había respirado hasta llegar a la barrera siguiente sano y salvo y en que momento tuve noción de que el peligro había pasado.
Atrás quedaban la calle, el pino silencioso, las sombras, el ahorcado o su fantasma, la casa de Bubi y de Giselle, mi casa, más lejos, en esa misma dirección: todas regiones distantes algún día en mi memoria.

J. C. Conde Sauné * Integra parte del tomo inédito "Dos veces el mismo río"

sábado, 14 de marzo de 2009


Encontré una frase de León Tolstoi, en sus "Diarios", que me pareció interesante transcribir: "El poeta no puede dedicarse a lo que se dedica el científico, porque es incapaz de ver solamente una cosa y dejar de ver el conjunto".
J. C. Conde Sauné

miércoles, 4 de marzo de 2009


En mi viajes a La Plata, por un asunto personal, llevaba un libro que tenía olvidado en la biblioteca, sin leer. Lo había comprado, en una mesa de saldos, hacía bastante tiempo. Por una causa u otra, se dejan relegados algunos libros. Ahora le tocó el turno de lectura a: "Qué es lo cómico" de Juan Carlos Foix, editado por la Editorial Columba; en su buena colección "Esquemas", figuraban entre algunos de sus autores: Francisco Romero, J. L. Borges, Kurt Pahlen, Florencio Escardó y Bernardo A. Houssay.
En el libro de referencia, breve pero interesante, tomé nota de esta frase: "En esa inocencia se denuncia al auténtico cómico, y también el que no es. Se presenta a veces cierta comicidad impura. En ello debe buscarse la causa. Muchas cosas pueden fingirse. Lo cómico no".
Hoy en día, cualquier vulgaridad o grosería pretende ser jocosa. Ciertos programas de televisión y algunos libros que se editan, dan muestra de ello. En este libro, aparte de "Don Quijote", se menciona a Kafka, a quien siempre se lo tiene encasillado en la angustia y la desesperanza. Me vino a la memoria, aquella situación en la que José K. quiso ver el libro de leyes por el cual se lo juzgaba y sólo vio en él dibujos obscenos. O cuando en la novela "América", en el capítulo "El teatro al aire libre de Oklahoma" Karl, el personaje, se va a anotar y se sorprende de que toman a cuanta gente se presenta y cuando le preguntan el nombre, dice que se llama Negro, le hacen la pregunta de nuevo y responde lo mismo, ante el desconcierto del jefe contratante. Y "Negro", según el traductor, figura en el original escrito en español, se sabe que Kafka escribía en alemán.
La buena comicidad, a veces, tiene vías no tan directas y efectistas. No sólo Cervantes y Kafka lo pueden atestiguar. Ese camino también lo transitaron: Ambrose Bierce, César Bruto, Macedonio Fernández, Alfred Jarry, Quevedo, James Thurber y otros, para nuestro deleite.
15-04-2003   *   J. C. Conde Sauné

viernes, 27 de febrero de 2009

"Las imágenes de los sueños y la imágenes de la memoria tienen sonido. Con el cine nos dimos cuenta que las imágenes tienen música. Con la música sucede algo más antiguo y más íntimo: cuando te toca realmente, puedes inventar tus propias imágenes y soñar cosas que no sabías que ibas a soñar.
La música es como una selva: tiene límites, pero no los conocemos (...) porque la música es la memoria de los sueños".
Estas son impresiones de Leandro "Gato" Barbieri, encontradas en la contratapa de un viejo disco de vinilo (LP).
J. C. Conde Sauné

miércoles, 25 de febrero de 2009

EN EL BONDI ( 11 ) Memorias de un pasajero


El 17 se fue llenando, al salir de la zona de Recoleta y quedaba sólo un asiento desocupado. Subió una señora, cuarentona, con un adolescente. La mujer, al sacar el boleto, se le cayó una moneda y el muchacho no hizo, ni siquiera, un ademán de recogerla, sino que corrió a sentarse. La mujer, tambaleando, trató de tomarla pero no podía; un señor solícito se la alcanzó. Ella sacó el boleto y fue hasta donde estaba sentado el púber. Se podría pensar que le daría el asiento a la madre, pero no. Ésta le preguntó: ¿estás cansado mamita? El grandulón, despatarrado en el asiento, asintió moviendo la cabeza en signo afirmativo, mientras masticaba un chicle y se rascaba, con poco disimulo, el escroto. Cuadras más adelante bajaron, no sin antes la madre tocarle dos veces el hombro para sacarlo de la modorra.
Ya el 17, pasando Avellaneda subió otra mujer con la hija adolescente y la escena se volvió, casi a repetir, en el único asiento desocupado que había, se sentó la chica. Cuando bajaron en Wilde, la madre se agachó, en la vereda, para atarle los cordones de las zapatillas, mientras la chica sonreía al sol de la tarde. Cronista, recolector de anécdotas al fin, recordé que una vez venía en un colectivo y le dí el asiento a una señora embarazada y esta dejó sentar a su hijo como de 14 ó 15 años. La sangre franco-hispana, bastante calentona, se me subió a la cabeza y le dije a la señora: te dí el asiento a vos, si lo dejás sentar a tu pibe que ya les llegan al suelo, me quedo sentado yo. La mujer, un poco sonrojada, instó al chico: dejame sentar mamita.
¡Qué festín se harían Freud, Lacan, Piaget o Gesell, si viajaran en bondi hoy en día!
J. C. Conde Sauné

martes, 17 de febrero de 2009


Como digo a menudo, leer lo deseado es infrecuente y azaroso. Encontré en las mesas de saldos, una antología esencial de Silvina Ocampo. Siempre había leído cosas sueltas de ella y por una razón u otra la fui dejando de lado; por suerte, aclaré que no tengo prejuicios literarios.
Su figura quedó siempre opacada por Borges y Bioy, su marido. En esta antología, Silvina Ocampo denota ser una creadora de fuste; hay verdaderas obras maestras en sus cuentos, ejemplos: "El corredor ancho del sol", "La propiedad", "Los objetos", "La boda", "La paciente y el médico", "El pecado mortal" y "Las invitadas".
Su poesía tiene lo diáfano y lo coloquial del primer Borges, que quizás la influyó. Destaco: "Epitafio de un náufrago", "La dicha", "Diálogo", "Sonetos en la línea de una mano", "Advertencias vanas" y "Espera".
Siempre me hago esta pregunta: ¿cuánto más le quedará a uno por leer, en el tiempo que resta? A veces optando, este libro sí aquél no, sólo por intuición.
8-03-2005  *   J. C. Conde Sauné

lunes, 9 de febrero de 2009


El cuento "Verónica como pretexto", que estuve releyendo el otro día, todavía inédito, lo debo haber escrito a fines de 1969. Me sorprendió mucho cuando vi la película de Krysztof Kieslowski "La doble vida de Verónica". Obviamente, Kieslowski no leyó mi cuento y ni sabía quien era yo. En algún momento, años atrás, vista la película, intenté cambiarle el título por "Maricel como pretexto", pero lo estoy corrigiendo y voy a insistir con "Verónica como pretexto". La trama del film y el cuento son parecidas, pero no iguales. En el film, Kieslowski cuenta la vida de dos mujeres semejantes, Veronika y Veronique, una polaca y otra francesa, pero en latitudes distantes comparten enfermedades, gustos y pasiones. Era una película admirable, a mí me gustó mucho y reitero mi sorpresa, si bien la Verónica de mi cuento es sólo una que lleva una vida en dos lugares distintos, como en los sueños. En realidad, fue gestado a través de un sueño.Me agradaría publicarlo en el blog, aunque es un poco extenso, trato de publicar textos más cortos, facilitan su lectura. Pero tal vez me anime, no para competir con el maestro polaco; a esta edad me sigo considerando un alumno, de los grandes que iluminaron mi vida.
J. C. Conde Sauné

"Depuis qu'Otar est parti", difundida aquí con el título "Cartas de París", es un film de Julie Bertucelli.
En Georgia (ex-URSS), viven Eka, la abuela, con su hija Marina y Ada la nieta. Otar, el hijo, que es médico, partió a Francia en busca de un mejor porvenir; pero tendrá que trabajar en una obra y al caer del andamio, muere. Se interrumpen las cartas y el envío de algo de dinero a la madre. La hija y la nieta, le ocultan a la anciana su muerte y escriben las cartas en lugar de Otar.
Eka juntará algo de dinero, vendiendo una colección de libros y viajará con la hija y la nieta a Francia, quiere ver a su hijo. Allí, la directora del film, lo lleva a su desenlace. Con ese pequeño argumento, muy parecido al inolvidable cuento de Cortázar, "La salud de los enfermos", Julie Bertucelli arma una película hermosa. Esther Gorintin (Eka), comienza su carrera como actriz a los 85 años y aquí, a no ser por las buenas actuaciones de Nino Khomassouridze (Marina), Dinara Droukarova (Ada) y el resto del elenco, se llevaría las palmas.
Julie Bertucelli, la responsable de esta joya, muestra en su legajo haber sido asistenta de dirección, nada menos que, de Bertrand Tavernier y Krysztof Kieslowski.
J. C . Conde Sauné

miércoles, 4 de febrero de 2009


"Le spleen de Paris" de Baudelaire, tomo de mi biblioteca el libro y vuelvo a leerlo. Estos 50 poemas en prosa, que Baudelaire había planificado en 100 y que la muerte lo sorprendió con el libro a medio armar; un título incierto y de los cuales, sólo algunos fueron publicados en revistas literarias, son una muestra del talento del gran Charles para crear imágenes poéticas con temas simples y casi banales como: "Le chien et le flacon". Entrañable y tan familiar para mí: "A une heure du matin". O "Les yeux des pauvres" que podría haber escrito Baudelaire, hoy, sentado en cualquier bar de Buenos Aires y mirando a través de una ventana.
En un anexo del libro de "poche" (planes y proyectos) dice Baudelaire: "¿Quién de nosotros no soñó una prosa particular y poética, para traducir los arrebatos líricos del espíritu, las ondulaciones del ensueño y los sobresaltos de la conciencia?".
¿Se comprende, porqué es uno de mis iconos en poesía?
8-10-2005    *    J. C. Conde Sauné

martes, 20 de enero de 2009

EL STRIP DE LA ALEMANA ( relato ) *


Una mujer muy rara diría el vecindario, ya que casi no hablaba con nadie. Vivía a la vuelta de casa, en una calle que nosotros denominamos Calle Nueva, porque había sido de tierra y cuando se asfaltó la municipalidad no le puso ningún nombre, a pesar del reclamo de los vecinos. Entonces Isidro, un petiso que se pasaba haciendo bromas, se subió un día en una escalera, afirmada contra el poste de luz y clavó, en el mismo, un pedazo de tabla en el que habíamos escrito previamente "Calle Nueva" y allí quedó para la posteridad, si es que no lo reemplazaron después que me mudé.
Era rara la alemana y bastante flaca, pero igual nos gustaba y tenía un andar suelto y distinguido a pesar de sus tres hijas. Se arreglaba con muy poco y casi ni se pintaba, no hacía falta porque era muy bonita. Cuando venía a la estación Las Barrancas, a tomar el tren, le mirábamos las piernas y el cuerpo que le conocíamos de memoria. Sacaba boleto y se iba, mientras nos saludaba sólo a José y a mí, mirándonos de reojo y riéndose.
Una tarde la vi muy acurrucada con un tipo, cerca de la estación Borges, a pesar de su marido y las tres nenas. Me dio un poco de rabia haberla descubierto en ese desliz, pero al poco tiempo viajaba, a Alemania, sola y el marido se traía a otra mujer para cubrir su ausencia y el cuidado de las niñas. A vecinas insidiosas que le preguntaron por su mujer, él les habría respondido que había hecho un viaje al exterior y que ésa era su hermana, que venía para darle una mano en la casa. Cuando volvió de Alemania estaba más gordita, quizás dos o tres kilos y nos imaginábamos con José, lo que iba a ser ese verano en la playa. Las mujeres del barrio, conmovidas por el gesto de su cuñada, que justo desapareció unos días antes que ella volviera, se lo comentaron, a las que les respondió soltando una carcajada: "¿qué cuñada?, si mi marido no tiene ninguna hermana".
Al llegar el tiempo acordado, como en un pacto secreto, ella esta allí. ¿Sabía que nosotros la fisgoneábamos? Pero si lo sabía, le importaba un rábano. Llegaba con una de las nenas, la más grande, que debía tener nueve o diez años, casi como nosotros, se desnudaban y dejando sus vestido sobre las toscas se metían en el agua. José decía que, con esos dos kilos de más, estaba mucho mejor. José y yo, nos hacíamos los tontos y tendíamos a meternos en el río, pero como a media cuadra y observando disimuladamente. Cuando ella nos veía, creo que a propósito, emergía de las aguas dejando ver primero sus pechos, luego se zambullía y venía lo de más abajo. Y así pasaba largo rato, entrando y saliendo del agua, dejando ver más arriba y más abajo, infinidad de veces: tetas, entrepiernas y piernas, todo se confundía en un chapoteo de aguas cuyas gotas se elevaban como perlas y que el sol tornaba incandescente con sus rayos. El río se mimetizaba con los pigmentos de su piel bronceada, su cuerpo era un delfín enloquecido que vibraba en el aire de la tarde, conjuntamente con nosotros que la mirábamos alucinados, casi místicamente, con ojos infantiles porque era la belleza que estaba más allá de todo sentido de posesión y que conformaba el precioso equilibrio con todo el entorno.
Cuando empezaba a nadar, sabíamos que la función había terminado; al poco tiempo le decía a la nena que volviera a la playa y ella se internaba en aguas más profundas para nadar. Ahí terminaba el primer acto, el trascendental, y corríamos a escondernos entre los juncos que circundaba las toscas.Al poco tiempo llegaba y empezaba a trotar desnuda, haciendo ejercicios con los brazos y el cuerpo, la nena la imitaba. Tomaba un poco de sol, acostada en las rocas, primero boca abajo y después a la inversa; luego poniéndose el vestido y las sandalias, únicos atuendos, se iba así tan fresca como había venido con su hija.
Esa ceremonia se repetía casi todos los días, menos los sábados y domingos, en que venía más gente y a pesar que ese era un lugar alejado, podían ser vistas.Con José, nunca comentamos nada a los otros chicos ni a nadie. Ese era, casi, un acuerdo entre ella y nosotros. No podríamos acordarnos cuanto tiempo se repitió ese rito. ¿Un día, perdimos interés por ella o no quiso exhibirse más? Lo cierto es que dejamos de ir a la playa deseada. A la alemana, si alguna vez la vimos en el río, estaba con malla. Concretamente había adelgazado un poco y eso, según José, y las chicas nuevas que habían venido al barrio, tal vez serían las causas que no fuéramos a la playa para verla como antes. Además su cuerpo no era ningún secreto para nosotros, lo conocíamos con pelos y señales, quizás ni su marido o amante se dieran cuenta de ese lunar chiquito que tenía, casi en el pubis, muy cerca de la línea que Adán franqueó por primera vez en el paraíso.
J. C. Conde Sauné *Integra parte del tomo inédito "Dos veces el mismo río".