viernes, 3 de julio de 2009


Goran Paskaljevic, director de "Sueño de una noche de invierno" (otra casualidad, un cuento que escribí hace años se titula "Sueños de una noche de invierno"), explica en un documento anexo, en el DVD de la película citada: que el cine por donde se lo mire entraña una visión de la realidad en la cual, inexorablemente, está inmersa la política. Rememora el "zoo-politikon" de Aristóteles.
Por eso Lazar, el protagonista del film mencionado, trae a su regreso de la guerra en Sarajevo (léase limpieza étnica), el peso de una derrota moral y síquica; cuando vuelve a la casa de su madre, ya fallecida, encuentra a una refugiada de Bosnia, viviendo en ella con su hija autista. Primero opta por echarla, luego recapacita y les ofrece su techo. Pretende así, reencauzar su vida protegiendo a estas dos mujeres abandonadas por el esposo y padre de la hija autista, un problema para él que no quiere asumir. Pero la vida no es tan lineal como parece. Me hizo acordar, al film del polaco Jerzy Kawalerowicz, "El verdadero fin de la guerra". Y es el fin verdadero: ciudades devastadas, población tratando de sobrevivir, seres humanos con secuelas de alteraciones sicológicas y el poder gozando, siempre, de buena salud, aunque cambien las figuras en los gobiernos.
Paskaljevic plantea un drama, haciendo un mimetismo con el "Sueño de una noche de verano" de Shakespeare. Es el cine que nos gusta, aunque duela y coincidamos con Nietzsche: "El gusano duerme en el corazón del hombre, es ahí donde hay que buscarlo".
J. C. Conde Sauné

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