viernes, 12 de diciembre de 2008

EN EL BONDI ( 10 ) Memorias de un pasajero

Hace un tiempo iba con Chichito, (el contador, que venía a la empresa dos veces por semana, le había puesto Chichito; a raíz de que el gerente cuando el chico hacía bien un trámite, le decía: ¡chiche! y de ahí le quedó Chichito) el cadete de una empresa en la que yo trabajaba, a unas clases de computación, la empresa nos mandaba para que no tocáramos de oído. Empleados de contaduría como éramos, debíamos tener una base bien fundada en computación. Aparte reemplazaron el programa "Tango" por el "Stradivarius" que era un poco más complicado. A la vuelta de la clase en Bernal, volvimos hacia Quilmes en un colectivo de la zona. Al subir, me quise agarrar del pasamanos y me quedé con la mano en el aire, ya que le faltaba y sólo había dos agujeros, donde lo habían sostenido dos tornillos en algún tiempo. Cuando me encaminé hacia la máquina, para sacar el boleto, pisé una botella de plástico que había en el piso y que rodó hacia el fondo del coche. Nos sentamos en los asientos del fondo, eran los únicos que estaban más o menos en condiciones, luego de hacer equilibrio con los corcovos del bondi, que parecía un potro mal domado. Intercambiamos opiniones sobre el curso, que se nos hacía bastante ameno y nada difícil. Yo hacía tiempo que manejaba la compu, con sistemas contables y de tesorería; al pibe le enseñaba a asentar algunas cobranzas en la contabilidad, cuando no cadeteaba. Al dueño le preocupaba más el stock, trabajaba en una industria pesquera y quería que yo con la ayuda de Chichito y la secretaria, a la que había enseñado a facturar y armar cajas chicas, pusiera más aplicación en aquéllo. "Un día me voy a enterar que no me queda ningún pescado, así que ojo -me dijo el dueño".
Mientras hablábamos, recibí un codazo que era su señal para indicarme algo. Casi siempre, era una linda chica que subía al colectivo y el eventual regodeo para la vista. Pero no era eso, me señaló debajo de un asiento y vi un tampón usado debajo del mismo. Éso es "arte conceptual", le dije. El chico me miró sin entender. Entonces le aclaré: llevás ese tampón a alguna Exposición de Arte Moderno y lo dejás tirado debajo de una silla y le ponés un título, "Desecho menstrual" y tenés una obra de arte. ¡Ah!, me dijo, ya entiendo.

 J. C. Conde Sauné

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