viernes, 9 de mayo de 2008

APUNTES SOBRE UN ESCRITOR *

Se lo podía ver todas las noches, sentado en un sillón, jugueteando con la lapicera y anotando una que otra palabra en un bloc borrador. Si uno se acercaba, muy despacio, y miraba por detrás y arriba de su hombro, podía leer lo siguiente: "Hallé un papel transparente/ en un cuadrilátero de aire.../ tomando un mate/ juego a escribirlo/ Mi la lapicera la uso de bombilla/ se ha lavado la yerba/ buscaré otra imagen."
Después seguía pensando en algunas otras palabras o posibles historias. A veces prendía el grabador y se escuchaba, luego, él mismo diciendo: "No hay un día en que no haya soñado con la muerte, símbolo perfecto de toda creación. La bella puta ninfómana, que todo buen amante de lo sublime desea...". Apagaba el grabador, sonriendo porque pensaba que la necrofilia, era casi una constante en eso que llaman el "ser nacional" y se adormecía en el sillón y en ese entonces nadie, que lo observara, podía saber que pensamientos o ensoñaciones moraban en ese ser tan extraño para la familia, como para los amigos. Se despertaba sobresaltado o disgustado por la mala posición en que dormía y tirando el borrador encima de la mesa, se iba a la cama, no sin antes pensar que iba a soñar con esa gran obra que iba escribir. Ya en la penumbra, y casi adormeciéndose, hacía y deshacía los posibles planes: "mañana, mañana -murmuraba". Pero al otro día y a la misma hora volvía a repetir el rito y eran sólo unas palabras ya escritas o grabadas que se iban sumando a la gran ambiguedad, porque nunca rompía un papel escrito. A Saint-John Perse ese sistema de ir escribiendo papelitos, según se dice, y un día reunirlos, le había dado resultado. Salvo que él no era Perse, sino un hombre obstinado que sentía que la gran obra debía escribirse de una sola vez, sin parar ni siquiera para dormir o comer. Una larga entrega, como la cópula de los reptiles.
Con el correr de los días, se dio cuenta que una obra literaria, no era tan importante para su vida. Sólo había estado llenando un tiempo que otros emplean para fornicar, masturbarse, ver gansadas por televisión o charlar con un vecino. Pero ahí estaba la gran falta, tan preocupado estaba con su obra, desde hacía años, que no se había dado cuenta que todo era muy absurdo. En resumidas cuentas, no sabía a quien podría interesarle una gran obra literaria. Ya que toda gran obra carece de sentido. Si uno imprime sólo el monólogo de Molly Bloon, como ya algún editor lo hiciera, el resto del "Ulises" es un sublime mamotreto. Lo mismo se obviaría la segunda parte de "Rayuela" (El gran Julio acertó, previniendo al lector que su obra era desmontable) y así etc., etc,...
Quizás las obras del futuro, seguía hilvanando el escritor, serán descartables como los envases de ciertos productos (Habría que considerar si algunos best-sellers no se adelantaron al futuro) y en algunos casos bio-degradables como los detergentes, un ejercicio de ecología literaria, digamos.
Post-scriptum: El escritor después de un tiempo, dio en la tecla. Sólo escribiría de su obra la parte descartable, se abstendría a que fuera bio-degradable, con la posteridad nunca se está seguro.
J. C. Conde Sauné          *     Integra el tomo "Mis cuentos diversos"

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