miércoles, 13 de noviembre de 2019

Volví a leer a FLANNERY O'CONNOR, ahora en un libro con sus "Cuentos completos"; treinta y uno editados por "Lumen". Antes, en otro libro, solamente había leído diez cuentos; los cuales comenté en mi "Breviario" y sigo considerando excelentes: "Un hombre bueno es difícil de encontrar", "La vida que salven puede ser la suya", "La persona desplazada", "El templo del Espíritu Santo", "El negro artificial" (en mi antología personal del cuento) y "La buena gente del campo". A esta excelencia, agrego: éstos de ahora: "El geranio", "Un encuentro tardío con el enemigo", "El río", "Una vista del bosque", "Las dulzuras del hogar", "Partridge de fiesta", "Los lisiados serán los primeros" y "El día del juicio final". Los restantes, también me parecieron muy buenos; salvo: "El pavo", "El pelapapas", "Un golpe de buena suerte" y "Más pobre que un muerto, imposible", que me parecieron los menos logrados.
Flannery O'Connor (1925-1964 / Georgia -Estados Unidos), fue una de las escritoras importantes, junto con William Faulkner y Carson McCullers, del sur norteamericano; y de la literatura de ese país, obviamente. Su estilo es inquietante y conmovedor. Sus personajes valoran poco la vida y permanecen en ellos, tanto la discriminación racial como la xenofobia. En el prólogo, muy bueno del libro, de Gustavo Martín Garzo, él menciona a Harold Bloom; donde éste afirma: "que no tenemos un lenguaje apropiado para enfrentarnos con lo divino, y toda la obra de Flannery O'Connor parece ser la demostración palpable de que es así".
Además ella evidencia, que cuando uno escribe, no puede exhibir un mundo ideal, porque lo ve y lo siente en detrimento. Ella, en uno de sus escritos, cuenta que una señora de California, le reprocha el pesimismo de sus relatos y le dice que el lector cuando llega a su casa, quiere leer algo que eleve su corazón. O'Connor le contesta, que si su corazón hubiera estado en el lugar adecuado, sí se habría elevado. Algo parecido a lo que Faulkner le dijo a otro lector, que le objetaba sus novelas porque eran terribles. Él le manifestó: "haga lo que yo hago, no lo que escribo".
A mí personalmente, este libro de cuentos de Flannery O'Connor, me pareció para atesorar y recomendarlo; siempre que su corazón, como dijo Flannery, se encuentre en el lugar adecuado.
La traducción, del mismo, estuvo a cargo de Marcelo Covián, Celia Filipetto y Vida Ozores, de los distintos cuentos que componen el libro y es muy buena.
J. C. Conde Sauné     

No hay comentarios:

Publicar un comentario