martes, 13 de enero de 2009


Últimamente, le escapo a las novelas con muchas páginas, en realidad no abundan novelas que me interesen leer del principio al fin. Claro, es difícil que nazcan todos los días un Cervantes, un Balzac o un Dostoievski. Pero estuve hojeando, antes de llevarlo, "El inútil de la familia" de Jorge Edwards y me pareció que me iba a interesar. Había alguna crítica no muy elogiosa hacia la novela, pero hace rato que hago caso omiso de las críticas y creo que esta vez acerté. En esta novela, Jorge Edwards toma como personaje a su tío segundo Joaquín Edwards Bello; un hombre de posición acomodada, que dilapidó su fortuna en el juego. En verdad, es una novela fusión: ensayo-biografía y autobiografía. El autor analiza la obra de su tío y su inserción, en la misma, como personaje-ficción y entra, el autor, en la novela en primera persona, contando, tal vez, algo inventado sobre su persona. Y así juega entrando y saliendo en primera, segunda y tercera persona, en forma fluida y sagaz.
Joaquín Edwards Bello era un escritor naturalista, que iba en sus preferencias desde Ponson du Terrail a Zola y Maupassant (esta última sería para mí la más valedera). En el libro transcurre, además, la historia de Chile, partes de los últimos casi cien años; con gobiernos populistas como Alessandri, no muy distinto a lo del peronismo acá; combatían la oligarquía y creaban otras de burgueses y funcionarios burócratas en el gobierno, tratando de perpetuarse en el poder y cambiando muy poco el orden social. El narrador empalma muy bien, la vida del personaje y la del contexto social y político.
El libro de Edwards, mantiene el interés en sus largas 510 páginas y no siento que sea impiadoso con su tío; de a ratos hay: críticas, recelos, ternura y hasta autocrítica a si mismo, al verse como un escritor moderado y no tan transgresor como su tío. Y comparto su opinión, los tiempos han cambiado, antes se creía que uno embestía y el mundo giraba a su antojo. Hoy se choca, frecuentemente, con los molinos de viento del poder económico, asociado al político. Lo que sí estimo, que la literatura no es para entretener, sino para ir puliendo, como se pueda, las aristas desiguales que hoy privan en buena parte del mundo. Esa es la función de un intelectual y no "comprometerse" siendo el amanuense del gobierno de turno. Leí con entusiasmo y a vuelo de hoja, esta sobresaliente novela de Jorge Edwards.
J. C. Conde Sauné

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