miércoles, 14 de marzo de 2018

LA HOJA DE DIARIO AMARILLENTA *

Desplegó la hoja de diario, amarillenta, sobre las rodillas y miró hacia el costado. Como para iniciar una conversación. Observé la hoja de soslayo y entrecerré los ojos haciéndome el dormido. Ése había sido un día muy malo para mí y no tenía ganas de hablar con nadie. Pero él, ya estaba conversando con el vecino del otro lado. Estábamos sentados, en los asientos del fondo en el colectivo 91; esa vieja albóndiga amarilla, que llega vaya uno a saber donde. Mis ojos ahora abiertos, nuevamente, como por encanto y leían los nombres, en una propaganda del cine Ópera, de Gary Cooper y en otra, de un cine que me olvidé, el de Fred Astaire y un aviso de fijador Palmolive, con un tipo de pelo brillante y tirante, parecía peinado por una lamida de vaca. El diario era viejo y uno se preguntaba, porqué demonios el tipo lo había guardado. Pero él seguía hablando con el muchacho de al lado: "Creeme pibe era otra vida, yo me casé en ese entonces y ahorrando unos pesos del sueldo, durante unos meses, nos compramos todas las cosas para la casa. Ahora, decime quien ahorra y quien compra. Era otra vida y la fiesta de mi casamiento duró como cuatro días. Empezó un viernes y terminó el lunes. Yo hubiera querido que el tiempo se detuviera allí. Éramos jóvenes, los sueños y los proyectos  no tenían fin. Ahora también tenemos proyectos, pensamos vender el departamento y largarnos para afuera. Falta poco para jubilarme y pienso achicar mi presupuesto. Si uno se va a vivir afuera, puede sembrar algo y criar algunos animales y de hambre no se muere".  "Así es, es así -asentía su vecino, un muchacho vestido con unos yins gastados y de unos veintitantos años- ya no se puede hacer nada y lo peor de todo es que nosotros tampoco tenemos salida. Yo tengo una tía que se fue hace años a  Canadá, sé bastante bien el francés y mejor el inglés y estoy haciendo un curso de computación y en cuanto termine me largo para allá".  "Yo nunca pensé en irme, -dijo el hombre de la hoja de diario- esto para mí siempre era un paraíso, algo en lo que uno siempre podía creer y esperar una vejez tranquila. Mirá esta hoja de diario, es vieja, está amarilla, pero se mantiene intacta. Ves, uno la puede leer, de este lado la cartelera de los cines y de este otro, hay un artículo sobre la vida nocturna en Buenos Aires. Las orquestas de tango en la capital hermosa y arrogante, Miguel Caló, Troilo, Pugliese y las noches de garufa en el Tabarís o Chantecler".
El hombre seguía casi monologando y el colectivo ya entraba en Lima y enfilaba hacia Constitución y era llegar y bajarse, el muchacho, que le llevó el apunte al pobre hombre, delante de mí rumbo a Temperley o Quilmes o adonde sea; pero pronto estaría en Montreal o Vancouver y el haber nacido aquí sería un accidente. Lo vi bajar y también vi al hombre que se quedaba con su hoja amarillenta sobre las rodillas, la doblaba, con manos temblorosas, para guardarla en el raído portafolio de donde la había sacado. ¿Qué sería de ellos dentro de un año, y de mí? Entré al hall de la estación, con un tremendo olor a grasa, a café requemado y orín de los baños, yendo hacia el indicador. Una tristeza muy grande me afligía, Se podía decir que si no hacía fuerza, iba a lagrimear como un idiota. Un atolondrado, que corría para alcanzar el tren, me llevó por delante y me devolvió a mi realidad y mi mano tocó, en el bolsillo, la carta-despido, que me entregara la jefa de la Oficina de Personal: "lo despedimos por reordenamiento administrativo...". Un eufemismo por: "lo rajamos a la mierda y agarre lo que le damos". A pedido de la gerente de Contaduría que me apreciaba, no me mandaron el telegrama, menos mal. Y me pagaban todo.
Cuando me encaminaba hacia la plataforma, para tomar el tren, los canillitas hacían flamear los diarios de ese 29 de diciembre de 1980. Dentro de sus hojas, ya se escondía el inevitable amarillo de un lamento.
J. C. Conde Sauné     *Integra el tomo "Mis cuentos diversos"   

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