martes, 14 de agosto de 2007


Cuando trabajaba en la contaduría de una industria pesquera, traje un día a casa un paquete de abadejo. Frente al plato en la mesa, preparado a la cacerola con papas, cebollas, ajos y todo lo que debe llevar en condimentos, me puse a pensar mientras comía. A veces la comida, sirve también como punto de reflexión.
En la Argentina, siempre, desde que tengo uso de razón, lo llamaban bacalao al abadejo. Recuerdo haberlo comido guisado hecho por mi madre, aquél que venía de Noruega y que había que dejar, previamente, en remojo. ¿Ahora a qué viene esta nueva moda de llamarlo abadejo? Asimismo haber leído en "Don Quijote", que éste fue un día a comer en una posada y por ser viernes no había sino unas raciones de pescado y aclara que el pescado era abadejo, como lo llaman en Castilla, éste mismo en Andalucía es bacalao y en otras partes curadillo o truchuela. Estas consideraciones vinieron a mi mente, frente a este plato de abadejo que por cierto está muy bueno; Malen, mi esposa, ha hecho una buena tarea en la cocina.
Si en el ambiente de las industrias pesqueras, abundan los lectores del Quijote, algún día me encontraré comiendo curadillo o truchuela o de nuevo bacalao. Los argentinos somos bastante renuentes a los cambios de ideas, pero muy proclives a incorporar nuevas acepciones en el lenguaje.
J. C. Conde Sauné

No hay comentarios:

Publicar un comentario