jueves, 2 de agosto de 2007

LAS EMOCIONES DE LIV


Se sentía, en realidad, como una arcilla en sus manos. Ella misma aseveraba que coleccionaba las expresiones de los otros, para usarlas en el momento adecuado, cuando el guión escrito por Ingmar se lo exigiera, entonces daba rienda suelta a sus vivencias guardadas durante tanto tiempo en su interior. Ella lo decía: "me veo a mi misma como un tamiz. Los sentimientos del mundo fluyen a través de mí, pero soy incapaz de retenerlos".
Era buena para eso, simular penas o alegrías y también para andar suelta de cuerpo como si nada le ocurriera. Porque a veces Ingmar, no sólo le exigía dramatismo, sino tal vez ambiguedad. Y nos gustaba ver a Liv en esa circunstancias y amarla sin reservas, ni ambages, a ella o a sus personajes. ¿No eran una misma cosa?.
Más de una vez, al salir del cine, Liv nos daba vueltas en la cabeza, dejábamos a Ingmar Bergman de lado, aunque sabíamos que movía los hilos entre bambalinas. Pero vivíamos cautivados por Liv Ullmann, en esa pasión que se sabe, de concesiones a través de una pantalla, pero que perdura como un hechizo a través del tiempo. ¿No nos había pasado antes con Ingrid Bergman o Catherine Deneuve?. Alguna vez habrá que replantear, que nos lleva a entrar en una sala oscura, en donde se sabe antemano que todo va a ser una ficción, que nada de lo que allí ocurra puede ser verdad, aunque fuera tomado el argumento de la vida real. Queremos asistir a ese engaño de actuación, guión y montaje, porque sabemos que podremos experimentar las mismas emociones que siente Liv, por ejemplo, en una trama que sucede con nuestra complicidad y anuencia.
J. C. Conde Sauné





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