viernes, 10 de junio de 2011

ROMANCE que por una efigie suave y tornadiza, se aquerencia en el aire nocturno de un suburbio humedecido; algún rocío tierno moja las pestañas lívidas de la noche. Por un después, se desliza la melodía de un violín agitado sin sueño. El bandoneón se abre en suspiros apretados. ¿Y el piano? Bueno... el piano va emergiendo saltarín y seguro, como elevándose de a poco...

Ahora: las notas quedan suspendidas como gotitas de rocío en el aire quieto. ¿Quién se atreve a abandonar esta quietud sin nombre?

Despacio, despacito, como un violín mi corazón se estira, para darle paso al arco DE TANGO.

J. C. Conde Sauné

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