martes, 30 de julio de 2013

Tengo dos CD con los "Nocturnes" de Chopin interpretados, de manera sublime, por la pianista turca Idil Biret. Cada tanto, cuando los escucho, me envuelve una rara melancolía. Más aún en el invierno, en la penumbra del atardecer. Pero, extrañamente, esa melancolía me hace sentir bien. La música como la poesía, su prima hermana, me colocan en el centro del universo y viajo por sus inmediaciones y vuelvo a mi sillón, al lado de la ventana. Detengo mis fantasías. Ahora estoy viendo, por el visor de la puerta de entrada, la luz del pasillo exterior que se enciende. El nene de los vecinos, del departamento de al lado, corretea y emite un chillido de júbilo; es su grito de guerra cuando la madre lo lleva de paseo. Se oye la voz de ella, muy queda: "cuidado...despacio...no corras". Sonrío satisfecho, yo ya he paseado. Me levanto del sillón, para preparar el mate vespertino. ¿Qué pensaría Chopin, si me viera tomando mates, de mis costumbres gauchescas?
J. C. Conde Sauné

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