martes, 14 de enero de 2014

Julián Centeya fue un personaje singular del tango de Buenos Aires. Italiano de origen, vino con sus padres a la Argentina cuando tenía dos años. Su verdadero nombre era Amieto Enrique Vergiati (1910-1974), pero él afirmaba que era de Boedo y su seudónimo lo tomó de la primera letra que escribió, la milonga "Julián Centeya" con música de José Canet. Escribió artículos para algunos diarios e hizo radio. Entre los tangos que creó, recuerdo dos que siempre me gustan entonar: "La vi llegar", con música de Enrique Mario Francini y "Claudinette", con música de Enrique Delfino. Él renegaba un poco del primero que comienza así: "La vi llegar.../ ¡Caricia de su mano breve!/ La vi llegar.../ ¡Alondra que azotó la nieve¡/ Tu amor -pude decirle- se funde en el misterio/ de un tango acariciante que gime por los dos". Centeya decía: "no sé adonde vi alondras y nieve". Pero es una hermosa metáfora, aparte nevó dos o tres veces en Buenos Aires y yo a mi mujer le digo alondra, porque siempre se levanta más temprano que yo. Una de las primeras grabaciones de este tango, fue la de Miguel Caló cantando Raúl Iriarte. Ahora me gusta transcribir el verso final de "Claudinette": "Mi Claudinette pequeña y tan querida,/ de blusa azul y la canción feliz,/ definitivamente ya perdida/ me la negó la calle, la calle de París". De este tango recuerdo dos registros, los de Mercedes Simone y Roberto Goyeneche.
Después también era para destacar su poesía lunfarda; un fragmento de "La musa mistonga": "Yo canto en lunfa mi tristeza de hombre/ y ando en la vida con mi musa rante./ Ella es así, maleva, yo atorrante/ camina a mi costao y tiene nombre./ Nació conmigo allá, en Boedo y Chiclana,/ y se hizo mansa en juego de palmera./ (...) Fratela con mi suerte la cinchamos./ ¡Pasaos de media raya la llevamos!/ Sos mi nami mejor. Musa Mistonga". Y el comienzo de "Este cuore": "Cuando me dieron este cuore, creo/ que Dios debía andarla de apoliyo,/ porque me tocó un cuore poligriyo/ y es por su culpa que me verdugueo.// No me sirve siquiera como un pucho,/ donde hay un llanto juega de pañuelo,/ se regala de gil para el consuelo./ ¡Una cheno me enloco y lo serrucho¡ (...) ".
Julián Centeya, fue una de las tantas figuras convertidas en leyendas por el tango. Lo vi una vez que el Grupo Universitario de Berazategui, lo había traído para una charla en el salón que ellos tenían cerca de la estación; yo solía ir a las reuniones culturales que allí se hacían. Recuerdo que le prepararon una mesa y una silla. Uno de los muchachos le trajo una jarra con agua y un vaso, como se estila en esos casos. Yo estaba ahí cerca, cuando el chico se alejó, Centeya miró la jarra, la acomodó un poco y musitó: "este pibe quiere que yo me suicide". Yo sonreí, él me miró y se encogió de hombros. Ése era el personaje, insoslayable del tango, al que llamaban "El hombre gris de Buenos Aires".
J. C. Conde Sauné    
 

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