martes, 22 de julio de 2014

Jorge Edwards en "Persona non grata", publicado en 1975 en Barcelona por el "Círculo de Lectores", cuenta su experiencia como encargado de negocios en La Habana; enviado por el gobierno de Salvador Allende. Es un libro de ensayo-memoria de su experiencia como "embajador provisorio", aparte del cargo mencionado. Allí, en seis partes de su libro, entrevé  porqué un gobierno autoritario va hacia un fracaso irremediable. Primero, como se pone gente competente para manejar la economía y como se desoyen sus consejos, reemplazándola luego por obsecuentes que dicen "sí" a todo y no objetan nada. A nosotros, esto nos resulta muy familiar en estos últimos años. Además, un poder viviendo en una continua desconfianza con el equipo que lo rodea; los creadores de la cultura,  funcionarios de las embajadas y todo ser viviente que camina por la isla. Una suerte de "stalinismo" a la caribeña.
Hay un capítulo del libro: "Los poetas y el estado" en el que Edwards mantiene una entrevista, antes de salir de Cuba, con Fidel Castro y la presencia de Raúl Roa que no dice "esta boca es mía", en la duración de la misma. Allí Castro le recrimina a Edwards, su amistad con Heberto Padilla y otros escritores renegados de la revolución cubana; tildando a todos de burgueses contrarrevolucionarios. Edwards le contesta que él no puede rechazar a sus amigos poetas porque no simpatizan con el gobierno. Esto irritó muchísimo a Castro y le dice a Edwards que ya envió un informe al presidente Allende sobre su conducta en Cuba. Edwards, aunque no lo expresa, piensa con alivio que si lo echan va a poder dedicarse por entero a escribir, en el peor de los casos. La charla termina distendida, después que Edwards contesta a todas las acusaciones, diciéndole que por ahí va a tener más suerte, con el embajador que manden de Chile en su reemplazo; esto de una manera cómica. En este libro de más de 300 páginas, no me asombró lo que leí; pero me gustó leerlo porque hay muchos entretelones de la diplomacia que el autor pone al descubierto, aún, autocriticándose él mismo.
Los gobiernos autoritarios y dictatoriales. tarde o temprano se caen; no se puede gobernar sin tomar a un país en un contexto general y no parcelado. La lucha de clases, mal que les pesen a los revolucionarios, existen; aún con el supuesto proletariado en el gobierno. Hay que tratar de producir y distribuir, en lo posible, de manera equitativa. Y no pidiendo, sólo sacrificios al pueblo y alimentando a una oligarquía estatal burocrática, que aspira únicamente a perpetuarse en el poder. Afirmaba Hannah Arendt: "El revolucionario más radical, se convertirá en un conservador el día después de la revolución".
Vale la pena leer este libro, es una reflexión sabia sobre el entramado y los vicios del poder absolutista.
4-06-2011   *   J. C. Conde Sauné     

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