¿Algo más triste,
que una vieja
dormitando su desamparo,
en el andén N° 9
de Constitución?
No hay nada,
que se le pueda igualar:
aquella mujer,
tirada en el suelo
de la abnegación.
Nadie sufrió mucho,
porque su cuerpo
era la esencia del dolor;
y en algunas noches
(en otro tiempo, claro)
alguien la amó o si tan
siquiera pudo ser odiada.
Pero en una oscuridad
como la actual,
en la que nos buscamos
izando los puños ante los ojos
y volvemos a blandirlos cuando
alguien quiere amarnos,
yo sé que esta mujer,
sucia y abandonada,
se yergue para mostrarnos
su horror, en nuestras noches
de olvidos perdurables.
J. C. Conde Sauné
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