El día de la lluvia,
prolongándose
por el verano de los techos
hirvientes.
Vuelve a herir
tanta amargura,
encerrada por paredes,
cimentadas
en pilotes de negaciones.
Esta lluvia
que golpea hasta cansarse:
carteles, autos, paraguas,
algún rostro
y alguna estatua
de un prócer, burlado,
de nuestra independencia.
Esta lluvia,
lavando
en un tiempo por venir
tanta ignominia,
será un nacer de hijos nuevos;
en una tierra
envejecida de esperar.
J. C. Conde Sauné
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