viernes, 27 de marzo de 2015

DOS VECES EL MISMO RÍO ( relato ) *

¿Será cierto, como afirmaba Heráclito, que no nos bañamos dos veces en el mismo río? Pensaba, contemplando el río allá a lo lejos, desde un ángulo en la ventana de la cocina, mientras tomaba un mate. El agua se había calentado justo a punto y salían esos mates copetones, con la yerba bien hinchada y daban ganas de seguirlos tomando hasta el infinito; en una continuidad de tiempo y distancia.
Era la tarde y el crepúsculo: distante, una masa marrón parecía fundirse en un charco de bruma (perspectiva desde un piso alto), y la vista puede abarcar y abarcar y extenderse más allá de la blanca niebla; porque es otoño y el otoño trae aparejado, como consecuencia, esa rinitis que a veces molesta bastante. Viene con un lagrimeo en los ojos y la picazón de nariz y esos estornudos que salen desde el medio de la frente y parecen sacudir todo el cuerpo. Es entonces cuando Ivanovna me dice: Juan tomate el Isomerine, porque es mejor que lo atajes a tiempo; ese remedio viene a ser, como un arquero preparando la barrera en los tiros libres. El antihistamínico cubre todos los ángulos posibles, por donde pueda entrar el balón alergia o en donde pueda liberarse la histamina. Aunque habrá que insistir con el Allium Cepa o el Arsenicum Album. Se sabe que los remedios homeopáticos son menos nocivos y no reprimen la enfermedad y no se ignoran las consecuencias funestas de la represión (sentido lato).
Si uno es obstinado, la vista puede atravesar los edificios y si la vista llega hasta donde yo quiero, puedo descubrir mi origen y mis obsesiones de cuentista. aunque el origen puede ser más lejano y llegar hasta Ourense o Landes.
Y es la distancia: su origen y las márgenes del río que son sus márgenes y que lo hacen sentir distante y cerca a la vez; en atardeceres vividos y se ve: escribiendo sus segundas letras en el Colegio Marín y hasta recuerda el libro de lectura de sexto grado, "Iniciación literaria", con fragmentos de la "Divina Comedia"  y "Don Quijote".  Poemas de Manrique, Lope de Vega y Quevedo: "huye sin percibirse lento el día, y la hora secreta y recatada con silencio se acerca". Y esa persistencia de aprender a leer y escribir no cumplidos los seis años y cuando aprendió, antes de entrar en la escuela, ésta después fue sólo una bagatela para perder el tiempo y únicamente se ponía contento cuando salía de la escuela y enfilaba, en bicicleta, por la calle La Salle bajando una barranca, a todo lo que daba; y entrando, luego de pasar "la calle del ahorcado" , en Juan Díaz de Solís. Llegaba a su casa, con un gran acontecimiento en un día de Junio, aunque ya por supuesto, en el invierno, porque es San Juan y hay chocolate y algunos buñuelos que hizo la madre para festejar su santo. Y están su hermana, Giselle, Lina y José; pero el Nené no vino, es seguro que hizo alguna de las suyas y el padre lo puso en penitencia. Es una lástima porque el chocolate está bien caliente y los buñuelos esponjosos y se pierde el juego de las escondidas. Con Lina se esconden en la terraza, para celar a Giselle que coquetea con José (que de ahí en más lo va a llamar Dumbo por sus orejas grandes y porque le da una bronca bárbara y para que se joda por tirarse lances con la novia de uno), pero subiendo al techo se ocultan detrás de una pared y desde allí contemplan el río gris-marrón y ven a un biguá aleteando, a media altura, dispuesto a zambullirse en busca de alguna mojarrita. Sigue después la fiesta, pero muy corta, porque mañana hay que ir otra vez al colegio y habrá que ponerse a hacer los deberes, antes de acostarse. Pero primero disfruta otra taza más de chocolate, porque hace tanto frío y es raro que el chocolate tenga gusto a yerba y que subiendo de nuevo a la terraza no pueda ver al biguá y a la draga en la ancha soledad  del río; que no esté el blanco guardapolvo doblado en la silla, en la que sólo hay una corbata y un saco colgados en el respaldo de la misma, recién dejados. Es extraño, como que la bruma se siga extendiendo, tanto, hasta nublar los pensamientos, que permanecen estacionados como en un banco de niebla y ver que el tren corre a la izquierda de su posición y no por la derecha; es decir, casi junto al río y no divisar el cartel de la estación "Las Barrancas". Tampoco está el del balneario "Arenas del Plata" y no sabe la razón, pero lo asocia al "Maxim" de Quilmes, en donde con Ivanovna podían tomar cerveza en los veranos, en el patio del fondo, con pan negro y pasta de hígado o en el salón, en invierno, café con tortas de manzana o chocolate. Al no estar el "Maxim", tampoco pasearán, en forma cansina, con sus bandejas en las manos, Sancho y el Galgo. Los dos mozos más atípicos que pudieran verse en algún lugar. Para sacarlos de sus modorras, había que amenazarlos con irse sin pagar. ¿En qué lugar de la conciencia permanecerá todo? ¿Hay regiones de la misma, en las que se pueda rebobinar  lo vivido y recomenzar la cuenta? Sí, las regiones son las que permanecen invisibles para los otros ojos, que corren continuamente detrás de nuevas sensaciones y ninguna los deja satisfechos, con sueños de acrílico y materiales sintéticos, en los cuales no hay ríos, ni el olor de la madera o un jazmín en una noche estival y siempre así la vida. Prosigue sin la espuma de la cerveza en el borde de un balón, en el "Maxim"  enfrente a la estación Quilmes. Puede estar el mismo espacio, pero ni las mesas, ni el Galgo, no es lo mismo, a no engañarse y si el tiempo no se recupera; !pobre Marcel¡ Vida, no te detengas en baratijas, aprisiona todo lo bueno, no lo dejes escapar, borrá de tu interior todo resentimiento y dolor, porque ya nunca volverás a disfrutar el mismo gusto del pan de centeno con "leberwurst" o aquella torta de chocolate, servidos con displicencia por la dupla Sancho-Galgo. Aunque te aseguraran que todo podría instalarse de nuevo; no, ni la cerveza y la torta tendrían aquel sabor. Está sí, un micro de la "Línea Blanca" que no tiene nada que hacer en ese contexto y que no oiga el cimbrar de los rieles, porque la estación está desplazada como a dos cuadras y que en la radio no escuche a Tarzán, sino a Los Trovadores cantando "Cautiva del río". ¿Qué tiene que ver con el chocolate caliente y que el río le parezca cerca y distante? Y que todo: su vida, sus sueños y sus ansias estén a la vez contiguas y lejanas. Los Trovadores siguen cantando: "la luna surge detrás del monte, y pone en las aguas... hilos de plata, y en tus pupilas felicidad", es raro se dice mientras los escucha. Recuerda los manuscritos de su cuaderno. ¿Contienen prolijos deberes o su ansiado libro de cuentos?
La tarde se apaga en el crepúsculo tenue sin sol, dije que era otoño. Entra la noche y la luz de la draga no está para acompañarme, ni en el murallón golpea tampoco mi imaginación, con sus chasquidos de agua repetida. Está lejos el río, como alguna vez la hiedra, como esta noche que quizás se detenga, porque ha empezado a lloviznar. ¿Y la lluvia podrá lavar tantos años de ignominia, de terror e injusticias vividos aquí junto a estas aguas? Entre estos dos, aparentes, ríos que siguen siendo uno mismo; para que en una ecuación de tiempo y distancia, poner de manifiesto que aún escribimos mirando ese río cerca y lejos a la vez. La historia y lo actuado renace de nuevo, lavándose dos veces, cien o mil veces, en una marejada de agua que parece arrastrar tanta resaca acumulada; tantos años de postergaciones y sueños castrados. La lluvia cae tenue, muy tenue, despacio contra el vidrio, como un llanto contenido y suelto de a poco y su canción triste acompaña mis silencios. Y me parece, que habrá que cerrar la ventana del todo; empieza hacer frío y el audio hace rato que silenció su música, la yerba se ha lavado como las imágenes por la ventana. Habrá que repasar los escritos en el cuaderno, sería una lástima que me aplazaran por esos deberes.
J. C. Conde Sauné         *   Integra el tomo "Dos veces el mismo río".     

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