martes, 10 de marzo de 2015

"Un juego para los vivos", una novela más que leí de Patricia Highsmith. Sí, adivinaron, es una de mis novelistas preferidas en temas policiales; más ahora, que estos asuntos están en el candelero. Una trama muy simple, dos amigos comparten a una mujer llamada Lelia. Theodore, Ramón y Lelia formaban un triángulo perfecto, había consentimiento y acuerdo entre los tres. Un día Lelia es asesinada en su casa y Theodore lo descubre cuando va a visitarla, al regreso de un viaje. La acción transcurre en México y la policía comienza la investigación, con el capitán Sauzas a su cargo. Pero éste lo hace muy cansinamente, muy al estilo de Maigret, el detective creado por Georges Simenon.
La novela transcurre, prácticamente, llevada por Theodore y su amigo mexicano Ramón. Al principio uno sospecha del otro, en forma recíproca; más cuando Ramón se inculpa de ese crimen. La policía lo detiene y queda libre porque las pruebas no coinciden con sus declaraciones. Lelia como Theodore eran artistas, pintaban cuadros; Ramón trabajaba reparando muebles y tenían un círculo de amigos que se frecuentaban. Todos estaban en la mira, de la investigación policial. Luego aparece un joven rufián, que llama para chantajear a todos los amigos, por una bufanda encontrada en el lugar del crimen ; él había entrado a robar y la policía lo rastrea como posible sospechoso. En las primeras cien páginas que leí, tuve la intuición de quien había asesinado a Lelia; confirmándolo al final. No obstante, la ficción de Highsmith es muy valiosa, por la descripción de los personajes y parte de la sociedad mexicana, en los años cincuenta del siglo anterior. También de nuestro mundo actual, en donde la violencia tiene su impronta y un tomo lo que quiero sea como sea. Sauzas, el inspector, consigue su cometido ayudado un poco por los protagonistas y algunos soplones. Él mismo se ríe de sus camaradas, cuando dice que aclaran todo sin moverse de sus escritorios porque tienen buenos informantes.
"Norma" y "Ñ" editaron este libro, con una óptima traducción de Ariel Dilon.
J. C. Conde Sauné    

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