martes, 15 de enero de 2008

Algo que me molesta bastante, cuando leo los suplementos culturales de los diarios y algunas revistas literarias, es el continuo lloriqueo y la autoestima exacerbada de algunos intelectuales nuestros. ¿Complejo de inferioridad o resentimiento? ¿Son genios y nadie los tiene en cuenta?
Pero los veo muy a menudo: primero atacando a Borges, Bioy o Cortázar, cuyas presencias en la literatura, mal que les pese, son indiscutibles. Después viene el desprecio por el Premio Nobel de literatura, cada vez que un escritor, extraño para ellos, lo gana. Y a casi nadie le interesa, ya que para esta gente es poco importante. Es cierto que no lo ganaron Kafka y Proust, los autores más grandes del siglo que pasó; pero Anatole France, Pablo Neruda, Camus, Sartre, Faulkner, Quasimodo, Montale, Toni Morrison, Saint-John Perse y T. S. Eliot, lo justificarían.
En fin, la literatura no se hace con lamentos, sino "por prepotencia de trabajo", como decía Roberto Arlt.


J. C. Conde Sauné

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