lunes, 17 de mayo de 2010

Tengo una serie de libros, editados por EUDEBA (de la colección "del siglo y medio"). Pero el que leí ahora no lo tenía y lo conseguí en una librería de usados, dada mi manía, que está cerca de casa. "La gran semana de Mayo" de Vicente Fidel López, es un libro tan pequeño como necesario, para entender todo lo que se cocinó en la trastienda de la Semana de Mayo y en, cierto modo, esta democracia desvalida de hoy en día. En esta época, de mamotretos, en que la historia argentina se interpreta como las telenovelas, donde los malos son irremediablemente malos y los buenos, tienen la obligación de ser irremediablemente buenos, porque la historia marketinera se lo reclama, Vicente F. López aclara un poco los tantos. Mediante una ficción de cartas apócrifas y ubicándose en el género de observador, desentraña con habilidad como se gestó esa revolución un tanto gatopardista y las consecuencias que de ella derivaron. La rosca del poder económico (comercio en el Río de la Plata), como ahora, se había adueñado de la Argentina y según V. F. López, Saavedra no traidor y quizás timorato, por no contar con el poder absoluto, prefirió negociar; algo que no querían ni Moreno, principal ideólogo de la revolución y sus seguidores enfervorizados como Martín Rodríguez. La plana de la 1ª Junta, queda así constituida como algo heterogéneo y un poco a la aventura, pero era lo que había; se lo tomaba o dejaba. De todas maneras Moreno, sólo con la renuncia de Cisneros recobra sus bríos revolucionarios, pero desconfiando siempre de Saavedra.
Las dos partes finales del libro, dejan un final abierto para el lector: cómo podría ser la Argentina hoy. "Esta carta tiene rota parte de la firma del 31/05/1810", donde el autor sustenta la posición cautelosa de Saavedra. Y la contestación a la misma de "Canelones 30/06/1810", reivindica la posición de Moreno y otros revolucionarios.El desenlace ya lo sabemos, la revolución naufragó en una nebulosa que fue nefasta para el futuro de nuestro país: anarquía, dictaduras populistas y dictaduras no populistas con intervención militar; algunos gobiernos civiles fraudulentos y corruptos y carentes, salvo Sarmiento apostando a la cultura del pueblo, de visión de futuro. Cuesta creer, que nunca se haya podido corregir ese rumbo. Porque hoy, echarle la culpa a Saavedra o a Moreno o a los imperialismos de turno, suena como justificando nuestros desaciertos de casi 200 años. Los padres de la patria, equivocados o no, quisieron un destino mejor para todos nosotros. El egoísmo, la codicia y la falta de talento nos jugó en contra.
30-06-2006 * J. C. Conde Sauné

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