sábado, 26 de marzo de 2011

La ciudad nace cada mañana, como una palabra no pronunciada.
Se prolonga en el traqueteo de la gente y estalla, hacia el mediodía, en un cimbrar nervioso de vehículos.
Cada día, se repite este ejercicio de eternos gimnastas del olvido.
Cada noche, se guarda para otros siglos la ternura que procrea.
La ciudad es nueva cada mañana y nuevos son los acordes de su sinfonía inconclusa.
Hacia la tarde, la ciudad se agita un poco más y vuelve a enloquecer, cuando anochece; para apagarse, luego, en un quejido vago.
¡Cuánto queremos a esta ciudad, que vive y sueña y se acuna con nosotros!
¡Cuánto extrañaremos, algún día, sus lamentos neblinosos, que cierto tanguero trasnochado silbará por nosotros!
J. C. Conde Sauné

No hay comentarios:

Publicar un comentario