martes, 7 de agosto de 2012

Parafraseando a Alfredo Le Pera, el siglo pasó  y el mundo sigue andando. El 31 a la noche, creo que hubo tres o cuatro habitaciones ocupadas en el hotel que trabajo; que ya andaba tecleando. Estaba terminando mis tareas de recepcionista, en la parte administrativa, que consiste en cerrar el día anterior y abrir el nuevo en los libros, cuando apareció M. Ch... en la recepción. Él era uno de los ocupantes del hotel, me saludó dándome  buenos augurios para el año nuevo, eran las 0.15 hs , día primero del esperado 2000; realmente no sé para qué. Se propuso ir a buscar alguna bebida para festejar, pero todos los negocios y boliches estaban cerrados y en el hotel sólo hay agua mineral, té o café para tomar a la noche porque el bar está cerrado. Se quedó conversando conmigo, hablándome de sus amores contrariados con una tal Rita y que no pudo verla por un enojo que había tenido con ella. Se lo veía triste y desanimado. Siempre charla conmigo, porque soy el único que habla francés en el hotel. No sé en que momento me puse a cantar, para animarlo, una canción de Georges Brassens: "Tout est bon chez elle, il n'y a rien a jeter. Sur l' île déserte il faut tout emporter...". Entonces se le iluminó el rostro y me dijo: "¡attendez!". Subió a su cuarto y volvió con un libro de "poche" que contenía las canciones de Brassens. Lo hojeé y me dediqué a cantar algunas de las canciones que conocía. Reconfortado M. Ch..., me acompañó en alguna de ellas e hicimos un hermoso dúo desafinado. Así hasta agotar el repertorio, es decir las canciones que yo conocía del gran Georges. La tristeza volvió a su cara, bostezó y dijo: "je vais me coucher, il est trop tard. Amusez-vous avec leur travail". Miré el libro, que me faltaba terminar ocupado como estaba en mi empeño como "chansonnier".
Cuando M. Ch... se fue, me quedé mirando hacia la calle Paraguay, ni un coche, ni una persona, nada... No sé porqué me acordé, que ahí no más a 50 metros en Paraguay y Alem, habían transcurrido nueve años de mi vida trabajando en la que era la Editorial Abril. Ahora este hotel, el siglo había terminado. Sin estridencias ni júbilo, sin pena ni gloria. O con más penas que gloria, Me dije: un año más para remontar, como la piedra Sísifo. Ni Brassens y M. Ch... y menos, aún, Rita la esquiva amante, pudieron detener el paso del tiempo. Luego se oyó un gato maullar en la calle y el mundo siguió andando. Merci , drôle chat.
3-01-2000   *   J. C. Conde Sauné 

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