lunes, 15 de octubre de 2012

¿Adónde conseguí este libro? Imposible acordarme, quizás en una librería de usados por Avda. de Mayo o el Parque Centenario. Me sucede a menudo, compro un libro, lo "picoteo", como le llamo yo a la lectura de un libro salteando hojas. Pero ahora lo leí de cabo a rabo: "Balzac en pantoufles" por León Gozlan. La edición de "Calmann Lévy Éditeur" (París 1890). El libro, verdadera joya, está bien cuidado y creo que fue encuadernado, de nuevo, por su antiguo propietario.
León Gozlan (1803/1866), novelista y ensayista francés, fue amigo de Balzac (1799/1850) y se propuso hacer una biografía de él, en pantuflas (tomando el sentido literal), pero más bien de "entrecasa". Un poco a la manera del "Borges" de Bioy Casares, pero no llevando un diario como éste, sino con un texto más estructurado de 14 capítulos. En el prólogo Gozlan asevera: "Estos testimonios son raros hoy en día, dentro de algunos años serán dudosos; más tarde seguramente equívocos". Así nos enteramos, que Balzac llevaba una vida a espaldas de la popularidad. Escribía de la medianoche hasta el alba; si tenía amigos invitados a cenar, a las siete de la tarde se despedía y los dejaba para irse a dormir, se levantaba a las doce y escribía hasta el día siguiente. Su preocupación era la construcción de su casa "les Jardies", en las afueras de París. Volvió loco al arquitecto, porque quería unas habitaciones espaciosas, en sus dos plantas y con vista por los cuatro costados; por lo tanto omitió la escalera, con la casa ya terminada. Cuando aquél le dijo: "M. Balzac, cuando quiere que le haga la escalera". Entonces, hubo que hacerla pegada a una pared exterior, otra no le quedaba; en invierno, para ir al piso superior tenía que ir bien abrigado.
Gustaba comer verduras y frutas en gran cantidad; menos mal, que luego lo compensaba tomando mucho café y té. Cuando no escribía, le gustaba salir a pasear de noche y se perdía sin tener noción del tiempo y al lugar que arribaba. Tuvo aspiraciones de escribir teatro y contrató a un colaborador que le iba a aportar ideas. Vivió en su casa un tiempo y cuando le preguntaba si se le había ocurrido algo, aquél le contestaba: "yo no tengo ninguna idea y ud.". También, a pesar que detestaba al periodismo, sobre todo por sus críticas, quiso hacer "La chronique de Paris"; que, supuestamente, iba a financiar el hijo de un banquero con pretensiones en las artes. Después de una comida en su honor, contrayendo deudas, aquél les respondió, refiriéndose al dinero a invertir: "Señores, yo hablaré de vuestro asunto a papá". No obstante este fracaso, "La chronique de Paris" apareció en 1854, pero por poco tiempo. Hizo un alegato escrito en defensa de un tal Peytel, un presunto asesino de su mujer y una sirvienta; según Gozlan, presuntuoso y nada convincente. El acusado fue luego condenado a pena de muerte. Aparte Gozlan, transcribió todo el testimonio hecho por Balzac, en el libro, y me resultó la parte menos interesante.
Pero Balzac era así, desconcertante, como cuando se le ocurrió todas las noches, ir a romperle la pared al vecino con una vara de hierro, sólo porque lo odiaba. Gozlan se preguntaba, como un hombre talentoso podía hacer tamañas chiquilinadas. O las deudas inverosímiles que contraía; ganaba bien como autor, no tanto como Alexandre Dumas, pero suficiente, sino que gastaba más de lo necesario.
En el último capítulo, describe la visita de Victor Hugo a la casa de Balzac, "Jardies". Él admiraba a Hugo, pero prefería a Stendhal, cuya prosa fina y pulida como un cristal, era su parecer, el prototipo de toda prosa, después de la suya. Pero lo recibió bien y pasaron un buena velada; aparte Hugo, le había elogiado la propiedad. Este capítulo es muy interesante, por el encuentro y lo que hablaron estos dos grandes de la literatura. Gozlan se propuso, acertadamente, aportar algunos datos  de la personalidad de Balzac, sin mayores detalles sobre su trabajo literario. El valor de éste, es más que obvio y él sabía que era una obra que sobreviviría el paso del tiempo.
J. C. Conde Sauné

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