viernes, 21 de diciembre de 2012

Alguna vez pensé que las cosas no serían iguales. El porvenir sería distinto y en este país, mi país, el nuestro, todo podría cambiar. Hoy no lo siento así, cada día todo se deteriora más: el medio ambiente, los gobernantes y la gente, si no toda, una gran parte. Estamos los que todavía resistimos y nos aferramos a aquello que nos inculcaron nuestros padres. Ellos no leían a Freud o Lacan, pero sabían educar a sus hijos, aún en la pobreza y con necesidades insatisfechas. La honestidad, el ansia de educarnos para que seamos gente de bien, eran sus prioridades; aparte de inculcarnos la cultura del trabajo. Ser solidarios, era casi una norma. Se veía, a menudo, chicos agregados temporariamente, en la casa de un vecino, por enfermedad de uno de sus padres. 
Estos pensamientos vienen hacia mí, cuando veo los noticieros en la televisión, después la apago y al día siguiente, otras calamidades tapan a las anteriores: robos, crímenes, accidentes de tránsito por falta de control, manejo fraudulento de los bienes públicos, contubernios políticos, etc, etc...
Tenía razón André Malraux: "Cada pueblo no tiene el gobierno que se merece, sino el que se le parece".
25-05-2007   *   J. C. Conde Sauné     

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