La ventana: devuelve mis certidumbres y mis horas de contemplación. Voy por las largas calles, acompañando a la mujer que vuelve del trabajo, cansada, con su chico en brazos y otro anidando en su matriz...
Llego a su casa, le abro la puerta, le digo un adiós tierno y meditado y vuelvo a mi sillón; atisbando la noche que, recién despierta, desparrama su primera laxitud.
J. C. Conde Sauné
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