jueves, 12 de julio de 2007


¿Cuándo uno reconoce que un poeta es grande?. A veces, es difícil precisarlo en esta época, en que cada intelectual concibe un canon particular, en el cual abundan los olvidos y se florean las vanidades personales.
Recuerdo esos tres renglones maravillosos de Salvatore Quasimodo, de su poema: "Y enseguida anochece".
"Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
traspasado por un rayo de sol:
y enseguida anochece".
¿Se necesitan más palabras, para develar el sentido de la existencia, filosofando a través de una bella metáfora? Y todo dicho, de una manera tan simple como fugaz. ¿Cuántas palabras o versos más se necesitan?
Quasimodo y otros poetas herméticos italianos, comprendieron la ineficiencia del palabrerío hueco y barroco. La poesía se despoja con ellos, de un ropaje tan vano como inútil. La palabra cobra ya un sentido y un significado que hasta entonces era inusual. Son los tiempos que corren, un tiempo expreso en el cual el verso es contundente efímero.
Es decir: la palabra es como la vida, en este siglo que termina, tan lleno de soledad, con pequeños rayos de sol y aguardando la oscuridad final.
14-12-1999 * J. C. Conde Sauné

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