jueves, 19 de julio de 2007


Nunca supe, porqué quiero tanto los crepúsculos y las noches.
¿Porqué la pausa de cuando anochece y parece que todo se detiene, guarda para mí tan celoso secreto?.
¡Y la noche!. Densa mansedumbre de estrellas. Acompasados pasos por una acera y algún gato que maúlla llamando a su gata. Y las chicas frágiles taconeando por las calles, a la espera de su gato dadivoso.
Todo es tenue y fugaz en los crepúsculos y en las noches. Mi existir permanece errático en esas horas... y ciertamente soy feliz. En esas horas lo grotesco y algunas miserias se ocultan en las sombras...
Me vienen a la memoria unas estrofas de "Placeres nocturnos":
"También nosotros nos detenemos a sentir la noche
en el instante en que el viento está más desnudo: las calles
están frías de viento , todo olor ha terminado;
las narices se alzan hacia las luces oscilantes..."
Y sí, Cesare Pavese, como casi todos los poetas, amaba la noche.
J. C. Conde Sauné



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