martes, 4 de marzo de 2008


Antonio Porchia decía, en uno de sus aforismos: "El recuerdo es un poco de eternidad".
Muchas veces, imprevistamente, me vienen algunas imágenes que me toman desprevenido. El otro día miraba por la ventana de la cocina y en el edificio de enfrente, en un patio del primer piso, un chico pateaba una pelota contra la pared. Algo que yo hacía, cuando era niño y no tenía con quien jugar; luego, claro, de repente venían otros chicos y surgía algún partido. A pesar que ya leía bastante, vivía para jugar al fútbol e inclusive iba a la cancha. Simpatizaba con Estudiantes de la Plata, pero veía cualquier partido que se me presentara. Por eso comprendo poco,ahora, el fanatismo de cierta gente que ve fútbol, sólo cuando juega su equipo favorito o la selección. Tampoco sé, en que momento dejé de interesarme,plenamente, por el fútbol; creo que fue algo gradual, a pesar que de vez en cuando veo algún partido por televisión. Y aunque no sea, precisamente, Estudiantes el que juega. Esas personas que siguen sólo a su equipo, me parecerían igual a que uno leyera a un sólo autor o disfrutara de la música de un único compositor.
Y menos comprensible, aún, la violencia en los estadios, aunque claro, hay mucho dinero de por medio y se mueven intereses muy importantes, con transferencias de jugadores.
Es bueno recordar, a veces, ciertas cosas y ver como, sin pensarlo, uno fue dejando de lado algo que le gustaba con pasión. Pero me agradó, ver a ese chico jugar a la pelota en el patio. Lo hacía con un despojo y una inocencia, parecida a la mía de antaño. Es cierto, no llegué a destacarme en el fútbol, pero mientras jugaba era realmente feliz.
J. C. Conde Sauné

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