jueves, 10 de febrero de 2011

EN EL BONDI ( 14 ) Memorias de un pasajero

La empresa en la que trabajaba, se había mudado de Quilmes a Villa Martelli. Comprenderán el sacrificado viaje que yo emprendía, cada jornada, residente en Quilmes. Usaba una manera en la ida y otra en la vuelta, en la que tomaba el 111 o el 140; el colectivo que viniera primero hasta Chacarita y luego el subte, para acortar, hasta Alem y desde allí una combi hasta Quilmes. Pero ése no era el tema,sino narrar un viaje de vuelta, cierta tarde, en el 111. Iba con el cadete que trabajaba conmigo; a veces hablábamos en el viaje y en otras ocasiones, yo escuchaba música en el walkman y el chico en la radio la oral deportiva, siguiendo los aprontes y la campaña del "rojo". Ese día, yo venía escuchando un cassette de Gerry Mulligan, oía un tema hermoso "Ring around a bright star"; cuando sentí un codazo de él, que venía sentado a mi lado. Ya sabía de que se trataba, había subido en el colectivo una chica, pasando la Gral. Paz. Ésa era la degustación diaria, salvo cuando venía con nosotros la secretaria del dueño de la empresa, a la que llamábamos "Encanto"; porque para que mirar afuera, si en casa tenemos algo mejor. Pero ahora veíamos a esa chica que había subido sola y expandía su belleza en esa tarde apagada de otoño. Aparte era raro ver una mujer prolijamente aseada y vestida, en esta era del yin roñoso y zapatillas deportivas. Además, era bueno mirar unos lindos pies en sandalias y no empanados en unas zapatillas grotescas. Pero duró poco el regocijo. Antes de llegar a Beiró, vimos que ella miraba por la ventanilla, como tratando de ubicar una calle. Pero no, le estaba haciendo señas a alguien en una parada. Ahora el colectivo se detenía y subía un tipo simiesco que le daba un beso en la boca a la chica y se quedaba, con ella, en la mitad del ómnibus. Mi compañero musitó: "cómo puede ese bulón encajar en esa tuerca". Hablaron un rato y luego parecía que el tipo le recriminaba algo a la chica, mientras ésta puchereaba. Apagué el walkman, ya la música de Mulligan no pegaba en ese ambiente.
Sentados en el fondo, lo que llamábamos la popular, mirábamos a la pareja. El palurdo seguía retando a la chica y ésta parecía que, de un momento a otro, se iba a poner a llorar. Mi acompañante me dijo con bronca: "me levantaría y lo cagaría a trompadas". A lo que yo le respondí: "andá y hacelo pibe, mientras yo consuelo a la chica como buen 'pincha' que soy". Él me empezó a gastar: "ustedes están agrandados, pero no pueden consolar a nadie, un día de estos se van otra vez al descenso". Pero yo no me achiqué: "te fijaste pibe en la pinta del novio, parece un 'barra' de Independiente".
Mientras cambiábamos estos pareceres, la pareja se preparaba para bajar del colectivo. Ya la chica parecía más contenta, por algo que el quídam le decía al oído, mientras le deslizaba un besito. "Este es el colectivo de la injusticia, con lindas pibas, se ven cada chabones -dijo el cadete". Y siguió escuchando, con atención, a la oral deportiva. Quizás un poco amoscado conmigo, con el diablo de Avellaneda no se jode.
J. C. Conde Sauné

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