miércoles, 23 de febrero de 2011

¿Si Pablo Neruda, al margen de la calidad indudable de su poesía, hubiera publicado con su nombre verdadero Neftalí Ricardo Reyes Basualdo, hubiera sido tan conocido?
Pero eligió un seudónimo, basado en el apellido del escritor checo Jan Neruda, a quien admiraba. De éste y sus "Cuentos de la Malá Strana", que leí recientemente, me voy a ocupar.
Jan Neruda (1834-1891), cuentista, poeta, novelista y dramaturgo, se hizo famoso por los cuentos citados. Este libro, editado en España por Espasa Calpe, contiene diez cuentos y una novela corta de una calidad notable: "El señor Rysanek y el señor Schlegl", donde dos personas enemistadas conservan una relación atípica; "La mujer que redujo al mendigo a la miseria", aquí el humor despiadado se da con un juego de contrasentidos; "El doctor misántropo", un hombre decidido a no tener contacto con el género humano a pesar de su profesión, salvo en un caso muy especial; "En la fonda de las Tres Lilas", en donde la muerte y el placer ocasional se encuentran; "La misa de San Wenceslao", la particular aventura de un chico dispuesto a oír una misa muy especial; "Escrito en el día de difuntos", una mujer que entabla una singular devoción hacia dos hombres fallecidos y "Figuritas...", una "nouvelle" estimable, hecha a retazos, como digno cierre del libro.
Los cuatro cuentos restantes son también sobresalientes, pero nombro los siete primeros por los temas y sus originales enfoques.
Ahora, al revés, pienso que Pablo Neruda debería, con su nombre, instar a leer hoy por hoy, a este gran narrador checo.
J. C. Conde Sauné

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