lunes, 14 de febrero de 2011

Muchas veces me pregunté, porqué me gusta tanto el sonido de la trompeta de Chet Baker, sobre todo reconociendo que hubo otros trompetistas como Armstrong, Buck Clayton, Roy Eldrige, Dizzy Gillespie, Kenny Dorham o Miles Davis que dejaron su impronta como fundamentales en la historia del jazz. Lo descubrí días recientes, cuando escuchaba "Time on my hands" en un viejo LP de vinilo que luce, en el reverso de la tapa, el título "The lyrical trumpet of Chet Baker" y en donde, en el frente o portada de la misma, Chet tiene a una chica apoyada sobre el hombro y mira con cara soñadora y romántica. En realidad, la trompeta de Baker luce, como lo define la contratapa del disco, de una manera lírica e intimista; me atrevería a decir, como ninguna otra en el jazz.
Cuando escuchamos: "This autumm", "Alone together" o "It never entered my mind" en este registro; o en otros; "My funny Valentine", "Moonlight becomes you" y "Silence", por ejemplo, conmueve su sencillo, pero denso fraseo despojado de inútiles artilugios. Las notas quedan, a veces, como suspendidas en el aire antes de retomar un nuevo compás. Llegamos a pensar en Aristóteles y su tratado de "Metafísica", como si hubiera vivido en esta época gloriosa del jazz.
Cada tanto, se vuelve a escuchar este viejo disco y otros de Chet y se siente que el tiempo y la inmensidad de la nada, son una misma cosa. Baker, en este caso, aportó para que la magia del jazz, sea eterna como el agua. Y mientras el agua y el tiempo fluyan, el jazz también lo hará. Como en este momento, que escucho "Once upon a summertime" y es Chet, no cabe duda.
J. C. Conde Sauné

No hay comentarios:

Publicar un comentario