martes, 8 de febrero de 2011


En este momento de literatura testimonial de todo tipo , para mi suerte me encuentro nuevamente con Cesare Pavese. Esta vez con obras narrativas, pero donde prevalece su mundo poético; aquél que nos deslumbrara, en nuestra pos-adolescencia con "Lavorare stanca" y "Verrá la morte e avrá i tuoi occhi".
En "La playa" y "Fiestas de agosto", Pavese trasvasa su mundo poético a las narraciones y allí también fascina en relatos como: "El nombre", "Final de agosto", "El maizal" (relato admirable), "Primer amor", "La ciudad" y "Las fiestas". En el mismo tomo, de yapa, deja su impronta de ensayista lúcido, que ya valoráramos en "El oficio de poeta", en "Del mito del símbolo y de otras cosas". Dice Pavese: "La poesía es otra cosa. En ella se sabe que se inventa, lo cual no ocurre en el concebir mítico. La razón de que la poesía pueda nacer siempre y en cualquier lugar y en cambio todo pueblo acaba por salir de su estado mitológico, es que para transformar en fe la invención no basta con quererlo".
Hoy en día, se confunde poesía y literatura con redacción periodística que, a veces, en los diarios está bien explícita. Crear es otra cosa que copiar la realidad, en ésta subyacen tramas y secretos que no salen a la superficie. Vemos a menudo, aquí en nuestro país, jóvenes que matan a ancianos para robarles sus dineros y los diarios dan testimonio de ello; pero "Crimen y castigo" no es lo mismo, es lo que llamamos literatura. Para mi gusto, sigo prefiriendo a Dostoievski o en este caso a Pavese. Después, claro, leo los diarios, pero no busco en ellos literatura sino información; menos en los libros de no-ficción, frecuentemente, maniqueísmo puro.
J. C. Conde Sauné

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